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Humanístico
Violencia
¿La vida tiene valor?
Por
Juan Alberto Yaría
En
relación a parte de lo sucedido el 20 de Diciembre:
"intervinieron narcos y pendejos que se refugian en las villas
y trabajan para ellos"- Alberto Ballestrini, intendente de
La Matanza.
*En todas las sociedades hay un porcentaje de gente destructiva, los
estudios de la Asociación Americana de Psiquiatría nos
marcan en la población general un 3 por ciento de varones y
un 1 por ciento de mujeres que tienen una patología de la personalidad
que se denomina trastorno antisocial de la personalidad cuyos mayores
signos son: la estafa, la violencia inusitada, la violación,
el homicidio, la distribución de estupefacientes, etcétera.
Esta enfermedad vinculada en muchos casos a la transgresión
de la ley y al delito va desde los más o menos adaptados a
la vida social que no "dejan huellas" de sus acciones ilegales
("ladrones de guante blanco") hasta aquellos que cometen
tropelías y actos aberrantes.
Desde dos espectros del pensamiento de hoy y muy distantes entre sí
como Julián Marías y Edgard Morín se coincide
que una de las tragedias de nuestra época es no haber asumido
que existen en un sector minoritario pero muy marcado de la población
tendencias antisociales. Este no reconocimiento lleva a justificaciones
ideológicas o a la dilución de las responsabilidades
individuales. De todas maneras estos trastornos rondan en nuestras
calles. Un estudioso de la locura de estos tiempos como Ch. Cleckey
nos enseñaba que parece unir a estas personalidades "la
maldad con la locura".
Enfermedades Sociales: ¿Qué pasa cuando esta población
de trastornos antisociales aumenta? Estamos ya en presencia de las
llamadas enfermedades sociales en donde la crisis de los diversos
sistemas de contención familiar, escolar, ético, espiritual
y el desempleo aumentan las conductas ilegales ya que éstas
en un clima de anomia fomentan la impunidad unida a la plusvalía.
Ganancia casi sin riesgos.
Así surge una violencia que es ya epidémica; o sea la
única forma de solucionar los problemas es con el exterminio
del otro. Se ha interiorizado a la violencia como garantía
de una acción. No es más el diálogo, la Ley.
El plomo, el golpe, el secuestro, la estafa, la traición artera
son moneda corriente. El diálogo y la confianza ("basta
solo un acuerdo de palabras", "la palabra en la tradición
de las sociedades sanas es lo más importante") desaparecen.
Surge así el desprecio por la vida.
Estamos en el lote de los países más violentos según
informes del Banco Mundial y del B.I.D. El país más
violento es Colombia con la tasa de homicidios más alta del
mundo. Ahí la droga juega un papel así como la disolución
del Estado.
Anatomía de la violencia: ¿Qué observamos en
las ciudades más violentas del mundo?
1. La descomposición de la vida ciudadana y de la ciudad como
hábitat estable y seguro. Las ciudades se transforman en ghettos
amurallados.
2. Aparecen las barbaries en las urbes: robos, secuestros estafas,
etc.; por un fracaso de la noción de Ley Ética en el
interior de los seres humanos. La Ley se transmite a través
de distintos sistemas educativos familiares, mediáticos, escolares,
espirituales, la cultura del trabajo; todo esto parece estar en quiebra.
Al transmitirse se interioriza y nos vamos transformando en solidarios.
Hay un simplificación en el creer que las sociedades hacen
a las personas; las personas también crean las sociedades.
3. Desmembramiento de la familia: surgen en masa niños desorientados
que crecen en las llamadas familias multiproblemáticas en donde
conviven el delito, la prostitución, hijos con déficit
mental o presos, con un alto índice de enfermedades mentales
en su seno. La familia del asesino del oficial Faldutto parecería
formar parte de esta categoría. Las familias multiproblemáticas
son un semillero de enfermedades sociales y ahí lo antisocial
permite la sobrevivencia siendo estas prácticas la marca segura
de su autodestrucción ( la mayoría terminan encarcelados,
muertos en actividades delictivas, o por enfermedades infecto contagiosas
como el H.I.V.).
A todo esto hay que agregar la caída de la escuela como institución
contenedora y formadora de nuevas generaciones. La no concurrencia
es habitual.
4. La experiencia de las drogas: el abuso masivo de drogas es en estas
poblaciones un inductor de conductas antisociales. Ya los viejos psiquiatras
nos enseñaban que no sólo el antisocial buscaba las
drogas, sino que las drogas incrementan en determinadas personas con
conductas antisociales. Hoy sabemos que la cocaína lesiona
los lóbulos frontales del cerebro humano: sede del control
de los impulsos y de las conductas culturalmente aprendidas por la
humanidad y que la separa del reino animal. La cocaína es precisamente
llamada la droga de la "amoralidad". A su vez estas conductas
fomentan la formación de bandas y las estructuraciones de "mafias"
barriales que intervienen en distintos sucesos bajo la dirección
de determinados "padrinos".
"Sorprende la indiferencia con que muchas personas desprecian
la vida". Ch. Cleckey, estudioso europeo de los trastornos antisociales.
(A*) Director del Instituto de Prevención de la Drogadependencia
Universidad del Salvador uds-drog@salvador.edu.ar
. (AIBA)