A
río revuelto...
Por
José Enrique Velázquez
"A
río revuelto, ganancia de pescador", dice el viejo refrán,
hoy instalado en el desván de los recuerdos, como tantos elementos
que eran comunes para la vida hasta hace algunos años, pero
que puede ser recuperado en esta instancia crucial de la historia
argentina.
Haciendo una analogía -exagerada, por cierto, pero la fecha
lo justifica- con lo ocurrido en la semana de mayo de 1810, puede
decirse que junto a una versión actualizada de "el pueblo
quiere saber de qué se trata", ese mismo pueblo está
exigiendo (posiblemente sin saberlo) una refundación de Argentina.
Y si esa exigencia se justifica en quienes se han hartado de una dirigencia
que -con muchas excepciones, por cierto- ha fracaso en casi todos
sus niveles, hay quienes la aprovechan para clamar "que se vayan
todos". Al mismo tiempo, el caos político, económico
y social, que vive el país, está alertando sobre una
anemia institucional que nos pone al borde de la disgregación.
Como si ello no fuera suficiente, el presidente Duhalde (el mismo
que hace algunos meses dijera "tenemos una dirigencia de mierda.
Y yo me incluyo en esa definición"), deja trascender que
si lo siguen dejando solo -parafraseando a aquel boxeador notable,
Oscar Bonavena, que fuera asesinado a la puerta de un burdel norteamericano,
afirma que "cuando te sacan el banquito, te quedás solo
en el ring"- no tendrá más remedio que renunciar.
Todos estos elementos, más otros datos de la Argentina actual,
la Argentina del corralito o corralón, la del dólar
a más de tres pesos, la de la inflación del 50 por ciento,
la de los 18 millones de pobres, están dando espacio para que
Carlos Menem intente aprovechar "el río revuelto",
para hacer su "ganancia de pescador".
Ni lerdo ni perezoso, aprovechando el cansancio -natural o estudiado-
del presidente, el riojano intenta su vuelta al poder, utilizando
algún poder de destrucción que todavía conserva
y los muchos recursos que ha acumulado como para dedicarse por entero
a la preparación de su regreso. Los pocos pero aguerridos legisladores
que le responden ya han presentado ("por si las moscas")
un proyecto de Ley para adelantar las elecciones en el que, como al
descuido, se incluye la cláusula "a medida" de Menem:
"se considerará como completado el mandato de Fernando
De la Rúa", indispensable para que el ex presidente pueda
presentarse en las próximas elecciones.
Y aunque la mayoría de los argentinos consideramos que no tiene
posibilidad alguna de reconciliarse con el pueblo que lo desdeñó
en los últimos años de su gestión, Menem que
no deja de ser un especial animal político, está convencido
de que logrará lo que la mayoría vislumbra como imposible.
En su demanda de adelantar la fecha de los comicios coincide con quienes
se presentan como antagónicos a él, tal el caso de Néstor
Kirchner, Elisa Carrió, Luis Zamora o el inefable Adolfo Rodríguez
Saá. Pero en realidad Menem necesita de más tiempo,
como también lo deben necesitar los nombrados, más allá
de su prédica, que tiene más de estrategia para instalarse
electoralmente, que de exigencia real.
Porque todos los datos apuntan a coincidir en que el pueblo no cree
que alguno de ellos tenga las soluciones mágicas que nos permitan
salir del marasmo que nos tiene atrapados y en el que nos hundimos
más y más, momento a momento.
La mayor parte de los argentinos, de haber elecciones a corto plazo,
votaría fragmentariamente, de modo tal que ninguno tendría
una mayoría tan neta como para sentirse legitimado. Incluso
la coincidencia de los analistas abunda en cuanto a que el resultado
de los comicios obligaría a un balotaje, porque ningún
candidato obtendría el porcentaje necesario en la primera vuelta.
Más, se supone que en esa primera vuelta el triunfador sería
el voto repudio o "voto bronca".
Es posible que en el balotaje el ganador fuera Carlos Reutemann, el
postulante taciturno, que sorprendentemente ha declarado que si Menem
se presenta a las internas el no vacilaría en enfrentarlo.
Sorpresa porque muchos suponían que el ex corredor de Fórmula
1 se consideraba obligado con el ex presidente por haber sido su mentor
político. Pero también se supone que aunque se concretara
un llamado anticipado a elecciones y fuera "el Lole" el
triunfador, no habría un cambio inmediato en nuestro raquitismo
político y económico. Mucho menos si quien venciera
fuera uno de los candidatos que hoy aparecen como más contestatarios,
los voceros del "que se vayan todos", cuyas propuestas brillan...
por su ausencia.
Mientras estas líneas se están escribiendo, se realiza
la cumbre de La Pampa, donde el presidente Duhalde se reúne
con los gobernadores justicialistas, buscando el apoyo que le permita
cumplir con los 14 puntos -que los mismos gobernadores le propusieron-
y firmar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que ha entendido
como indispensable para que el mundo nos permita reingresar en el
crédito y el comercio internacional.
La Ley de Quiebras ya ha sido votada y la eliminación de la
Ley de Subversión Económica -como lo exigía el
Fondo- parece descontada luego de la singular votación en Diputados,
donde triunfó por mayoría simple la ponencia reformadora
de la minoría radical, lo que permite que el Senado insista,
también por mayoría simple, con la derogación
lisa y llana. Si a eso se le agrega el acuerdo con los gobernadores
para cumplir con otras de las demandas fondomonetaristas, como es
la reducción del déficit de las provincias, el acuerdo
podría estar al alcance de la mano.
Si ello ocurriera, el fantasma del río revuelto se atenuaría,
y el escenario previsto en primera instancia, de llegar a elecciones
en setiembre de 2003, con una transición más ordenada,
sería posible.
Aunque algunos datos, como el prematuro anuncio de Chiche Duhalde
sobre su vocación de ser gobernadora de Buenos Aires, no contribuyen
-para nada- a mejorar el clima del país.
De todos modos la cumbre de La Pampa puede ser el espaldarazo para
que Duhalde pueda cumplir su objetivo primigenio o puede significar
su mutis definitivo de la primera escena. En tal caso, "el río
estaría más revuelto aún".
(AIBA)