1ro.
de Julio de 2001
CON
EL ALIENTO CONTENIDO
Por Osvaldo Menéndez
Especial
para Agencia NOVA
En
un día como el de hoy pero del año 1974 la sociedad
argentina contuvo el aliento al entrar a la eternidad el entonces
presidente Perón.
Como
preanunciando los días que se aproximaban, el cielo descargó
una constante lluvia mientras reposaban sus restos en el Congreso
de la Nación, acompañando las lágrimas que se
deslizaron por la inmensa mayoría de los rostros. Quedarán
para siempre en el inconsciente colectivo íconos mediáticos
como aquel soldado que lloraba ante el paso del cortejo, o la despedida
que le rindiera en nombre de la oposición el Dr. Ricardo Balbín,
quien en el uso de la palabra evitó nombrarlo a lo largo de
todo el discurso. En lo personal, me quedo con aquella imagen de una
toldería indígena en la provincia de Santa Fe en la
que colocaron aquella noche crespones negros en cada choza.
Si
es cierto que sólo se vive una vez, también lo es que
se muere muchas y de diversas maneras. Porque convengamos que a Perón
lo han matado de diversas y muchas maneras desde 1974. Lo han matado
propios y extraños. Lo han matado quienes quisieron ignorarlo
y quienes quisieron suplantarlo. Y desde 1974 han sido muchos...
Como
los Cónsules rodeando a Julio César existió una
suerte de acuerdo involuntario en los partícipes unidos sólo
por la mediocridad ante el miedo de la imagen de quien fuera tres
veces presidente constitucional de los argentinos proyectaba aun después
de su partida.
Propios
y extraños.
Por
propios, cuando desde las estructuras del Partido Justicialista se
omitía su nombre o se lo recordaba sólo horas antes
de una elección, cuando se abandonaba su casa natal, cuando
se levantaba el hombro ante el cercenamiento de las manos al cadáver,
o se hipotecaba el futuro de los argentinos, o se desmantelaba el
sistema de seguridad social de la tercera edad, o se abandonaba la
aerolínea de bandera, o se desguazaba el derecho de los trabajadores,
o se entregaba los recursos estratégicos, o se reprimía
protestas socialmente justas... se asentaba un nuevo golpe de muerte
al General.
Por
extraños, en cada niño que se muere por día por
causas evitables, en cada niño de la calle, en cada adulto
sin techo, en cada desocupado, en cada subocupado, en cada explotado
laboral, en cada analfabeto, en cada peso que sale del país,
en cada fábrica o pyme que cierra, en cada dirigente político
o gremial opulento, están presentes otras muertes de Perón.
Pocos
casos en la historia del quehacer político se han dado que
una misma persona representara un decir y un hacer al mismo tiempo.
Perón es uno de ellos. No sólo expresó en términos
dogmáticos una línea de pensamiento con profunda raigambre
nacional y popular en el marco de una sólida concepción
cristiana, sino que también la llevó a la práctica
en una profunda reformulación del Estado. Si como sabiamente
dijera San Agustín cada hombre en este mundo proyecta su propia
sombra, en Perón la sombra que su acción produjo estuvo
y está signada por quienes se colocaron en la vereda de enfrente
a la Argentina socialmente justa, políticamente soberana y
económicamente independiente. Cuando años atrás
se desclasificaron los archivos del Departamento de Estado Americano
se comprobaron las millonarias sumas de dinero que el país
del norte generosamente distribuyó para desestabilizar el gobierno
argentino de posguerra, ideando campañas de prensa mediáticas
como el affaire de la UES, las supuestas visiones corporativistas,
fascistas, populistas, o proponiendo acciones directas como las llevadas
a cabo cuando Evita viajara a Europa. O la afirmación de Churchill
como primer ministro británico en la Cámara de los Lores
al indicar que el derrocamiento de Perón significó el
acto más importante para Inglaterra desde la Segunda guerra
Mundial.
¿Que
nos hemos quedado en el 45? ¿Quiénes lo dicen? ¿No
serán quienes quieren explicarnos que modernizaremos nuestro
país con las leyes del mercado, que no son leyes ni mercado,
escritas por Smith hace más de 250 años, a la luz de
una vela?
Con
proverbial sabiduría Perón enseñó que
existen dos maneras de gobernar este pueblo, ambas desde el puerto
de Buenos Aires. Una de ellas es gobernar de frente a las grandes
potencias y al mismo tiempo, dar las espaldas a la Argentina... y
la otra es girar gobernando de frente a la Argentina y su pueblo y
al mismo tiempo, dar la espalda a las grandes potencias. Su encuentro
con Braden, embajador de Estados Unidos en nuestro país -apenas
terminada la elección de 1946- ejemplifica mejor que mil palabras
esta concepción. Braden había representado la más
inescrupulosa intervención de un Estado en los asuntos internos
de otro país, habiendo participado públicamente en la
campaña electoral de la Unión Democrática...
para 1973 el país del norte había aprendido la lección:
su intervención era ya desde las sombras donde Kyssinger mediante
la Comisión Trilateral manipulaba los hilos en Latinoamérica
que desembocaría en los golpes de Estado y la instauración
del denominado Plan Cóndor.
Hoy,
en un nuevo aniversario de su desaparición física, continuamos
asistiendo a otras tantas muertes simbólicas del Líder.
Muchos
propios lo recordarán en homenajes formales y acartonados como
cuando en la escuela primaria nos hablaban de los primeros gobiernos
patrios, quizás algún discurso o comunicado de compromiso.
Muchos extraños contarán los almanaques transcurridos
desde su muerte. Mientras tanto un pueblo que no se rinde, al que
hoy llaman gente, seguirá en la búsqueda de líderes
que sepan interpretar aquel pensamiento peronista, tan vigente como
siempre, para recuperar tantas pérdidas... para encausar en
este siglo a la Argentina en un destino de grandeza, donde cada argentino
se realice en una Nación que se realiza, donde el trabajo sea
un derecho y el Estado garantice la dignidad de sus habitantes en
una Nación afianzada y un Pueblo feliz, donde tenga sentido
tantas historias de persecuciones y donde no exista lugar para dirigentes
que usufructúen los sacrificios de los demás.