"No
es lo mismo Trabajar que conseguir laburo"
Por
Horacio García Bossio
Los
permanentes "piquetes" que cortan las rutas y las calles
de la Provincia reflejan cotidianamente la complejidad del mundo del
trabajo (o de la falta de éste) en una economía que
transformó a miles de hombres y mujeres en "mercancías",
en "mano de obra" que se ofrecen y que no tienen una demanda
específica de sus servicios, convirtiéndolos en desocupados.
La trama del mercado laboral en nuestro país viene presentando,
desde hace más de una década, múltiples variables
que merecen un análisis detallado, evitando en la medida de
lo posible las simplificaciones y los lugares comunes.
Para comenzar, el modelo neoliberal que se instaló en el mundo
a principios de los ´80, cuyos símbolos fueron el reaganismo
en los Estados Unidos y el thatcherismo en Gran Bretaña, hizo
de la iniciativa privada un dogma difícil de desterrar. La
desregulación de la economía y las privatizaciones masivas
determinaron el triunfo de la mano invisible predicada por Adam Smith
en los albores de la Revolución Industrial. Este esquema prefiere
funcionar en una coyuntura de desempleo estructural para poder lograr
una suerte de disciplinamiento de la mano de obra, bajando los salarios
reales, precarizando los contratos de trabajo (si los hay), instalando
el trabajo en negro, ampliando el período de prueba y facilitando
las cláusulas de despidos, con menores montos indemnizatorios.
Por otro lado, los programas de empleos transitorios, expuestos por
la Secretaría de Empleo y Capacitación Laboral del Ministerio
de Trabajo, se agruparon en dos grandes áreas:
1)Las políticas activas de empleo: son aquellas que demandan
algún tipo de capacitación y/o trabajo por parte del
beneficiario, mejorando de esta forma su acceso al mercado laboral,
o a lo sumo su capacidad de consumo (al mejor estilo de las soluciones
keynesianas). Dichas políticas se subdividen en:
1.a- Programas de empleo
1.b- Programas de capacitación laboral
1.c- Programas de fortalecimiento institucional.
2)Las
políticas pasivas de empleo: son aquellas que, a diferencia
de las anteriores, no demandan ningún tipo de acción
por parte del beneficiario. Se incluye en esta modalidad el denominado
Sistema Integrado de Prestaciones por Desempleo.
Dentro
del primer grupo de políticas activas se inscriben, entre otros,
los famosos Planes Trabajar I, II y III. Su objetivo es (con financiamiento
mixto del Estado Nacional y del Banco Mundial) "...brindar ocupación
transitoria a los trabajadores desocupados en condiciones de pobreza
o situaciones de vulnerabilidad social...". El motivo era reducir
el impacto de la caída del nivel de ingreso en los hogares
de estos excluidos y el de atender situaciones de emergencia ocupacional
provocadas por desajustes en el mercado laboral, como efecto "...de
las transformaciones productivas aplicadas..." en el último
decenio.
Al mismo tiempo, estos planes se proponían satisfacer las necesidades
de la población más castigada a través de la
concreción de pequeños proyectos de inversión
social, por ejemplo la construcción de obras de infraestructura
social comunitaria.
Los beneficiarios eran (en teoría) los desocupados que no se
encontrasen percibiendo asignaciones por desempleo, ni que participaran
en otros programas de capacitación del Ministerio de Trabajo
y Seguridad Social. Recordemos que la categoría analítica
del desocupado se define como "toda persona que no ha trabajado
al menos una hora en la semana anterior a la encuesta laboral elaborada
por el INDEC, pero que ha estado en una actitud activa de búsqueda".
Es en este punto donde el análisis se torna más oscuro
debido, quizás, a las "cortinas de humo" que oscurecen
nuestro entendimiento, producidas por las opiniones contrapuestas
vertidas en los medios masivos de comunicación por los políticos
y por los manifestantes. Estos Planes se utilizaron y se siguen usando
para el clientelismo político, así como para flexibilizar
las condiciones laborales, ya que se acostumbra a la población,
en su desesperación, a aceptar trabajos por 120 pesos, en una
"ayuda" indigna en términos relativos, cuando el
salario mínimo, vital y móvil que fija la Ley de Contrato
de Trabajo es de 200 pesos.
Por último, estos programas han servido para disimular el temido
índice de desempleo que la Encuesta Permanente de Hogares (
un programa del ya citado INDEC) da a conocer dos veces al año,
como resultado del muestreo que realiza en las "ondas" de
mayo y octubre. El hecho de repartir estos Planes en los meses anteriores
a la medición ayuda a disimular el deterioro económico
y a aliviar la conciencia oficial.
El desafío de incentivar el crecimiento para crear, de esa
forma, empleos genuinos y productivas pareciera ser, por ahora, una
asignatura pendiente de la administración mixta De la Rúa-Cavallo
quienes deberán arreglar las cuentas nacionales sin desatender
el clamor popular, para regalarnos a todos algunas cuotas de esperanza.
(AIBA)