LA
REFORMA POLITICA ES UNA PRIORIDAD
(*)
por Aldo San Pedro
La
Jornada de Apoyo a la Reforma Política en la Provincia de Buenos
Aires, que se desarollará el martes 10 de julio en el recinto
de la Cámara de Diputados bonaerense, intenta generar un debate
profundo acerca de una de las demandas que plantea la sociedad y que
no podemos obviar en la Legislatura bonaerense.
Este tema engloba la reformulación del Estado, de las Legislaturas
y aun del Poder Judicial. También la estructura de los partidos
políticos en cuanto a su financiamiento y la transparencia
de la actividad que éstos desarrollan. También es la
hora para definir los tiempos que deben durar las campañas
electorales y si deben eliminarse o no las listas sábanas.
Es necesario que el Estado regule, mediante leyes claras, la relación
de los partidos con la sociedad.
Debe evitarse la descalificación de la política en cuanto
tal, pero esto no implica que haya que corporatizarse o cerrarse,
pues se incurriría en un grave error. Los mentores de la primera
postura no contemplan a la sociedad, por el contrario, son los que
pregonan que hoy debe desaparecer la política como ayer bregaron
para que desapareciera el Estado, para que ellos pudieran aumentar
sus ganancias. Pero si no se impulsan con fuerza urgentes modificaciones,
aumenta el descrédito y los políticos perdemos gravitación.
Hay otro asunto de vital importancia, inserto en la agenda de nuestra
convocatoria: el de la descentralización. Hoy el primer Estado
pasó a ser el municipio. A él recurre la mayor cantidad
de personas por trabajo, salud, educación, vivienda. Además
aparecen en ellos los grupos regionales integrados por productores
agropecuarios o miembros de la industria y del comercio, que les piden
a los intendentes que motoricen proyectos para encontrar mercados.
Pero los jefes municipales carecen de esa posibilidad legal o económica.
Mientras los países europeos discuten cómo aumentan
la descentralización a favor de los municipios, nosotros estamos
cerrados en un Estado elefantiásico provincial que no proporciona
respuestas adecuadas y urgentes.
Soy un convencido de que la misión nos compete a todos. En
un país que no encuentra el agujero del mate para resolver
los litigios sociales, laborales, sumido en un colapso económico
que lleva ya cuatro años, se necesita acordar cosas; y la primera
cuestión para consensuar es qué vamos a hacer con nosotros.
Qué somos capaces de hacer desde la política, para la
política y la gente.
Hoy se puede ganar una elección con la mejor de las ideas,
pero cuando se llega al gobierno los grupos económicos concentrados
en el poder financiero son los que ponen las pautas y las condiciones.
Se necesita mucho poder para restaurar el verdadero papel del Estado.
Para eso hay que dar un paso previo: debatir cómo prestigiamos
la política y edificamos con proyectos concretos los nuevos
lazos con la ciudadanía.
Respecto de las reformas más urgentes que deben encararse en
la esfera legislativa, es clave la idea de reformular la legislatura
provincial. Puntualmente estoy convencido de las bondades de la unicameralidad.
Acerca de la modernización del aparato estatal, primero hay
que revisar ciertos organismos descentralizados que tiene un Estado
provincial que además se ha achicado, porque no maneja más
la energía, el servicio de agua o de cloacas. Es evidente que
si ha delegado responsabilidades debe sobrarle dinero para hacerse
cargo de otras cosas. Y esto no sucede. Haber dejado la burocracia
del Estado tal como está sin tener aquellos servicios en nuestras
manos es un contrasentido. Hay que optimizar, identificar en qué
se gasta mal. No se trata sólo de gastar menos, sino de gastar
bien. Por eso se necesita encarar una reforma profunda en cada organismo.
Ver qué gastos innecesarios se pueden suprimir, tal como lo
hicimos en esta Cámara de Diputados.
No vamos a hacer un debate que al terminar no genere un cambio. De
lo que logremos avanzar en esta jornada se va favorecer la comunidad
en su conjunto, pero la responsabilidad tiene que ser compartida y
consensuada, sin ningún tipo de egoísmo partidario o
ambiciones electorales. Si se reconstruye la política se abre
la posibilidad de recuperar el Estado y de ejercer el poder ante el
que detentan los grupos económicos concentrados. En suma, que
el Estado con mayúsculas sirva realmente como balanza.
Recuerdo que el discurso de los '90 decía que la estructura
estatal debía reducirse a favor del mercado. Hoy, en cambio,
aun los que apostaron al segundo, que no son los desaparecidos sociales
--como desocupados o marginados-- sino los pequeños o medianos
comerciantes, reclaman más Estado. Porque saben que sin ese
rol que queremos para el Estado, corren el riesgo de engrosar las
filas de los desocupados. Para evitar esa dolorosa realidad, que angustia
a millones de compatriotas, se necesita, entre otros remedios, que
se vuelva a confiar en la política.
(*)
Presidente de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos
Aires