Como
patriotas, no como mercachifles
Por
Antonio Mauritoni
La
desesperanza se está transformando en hartazgo, y ello debe
ser visualizado por quienes tienen la responsabilidad de conducir
los destinos de la Nación, las provincias y los municipios.
Los tiempos para dar las respuestas se han acotado considerablemente.
Ya no hay espacio para la retórica, el discurso reiterado,
los llamamientos a acuerdos que luego no se cumplen, el recurso mediático
para satisfacer la demanda de la gente.
Hacen falta hechos. Hace falta decisión.
Los hechos deben producirse con medidas concretas de gestión
política. La gestión política no debe entenderse
solo como la materialización de obras públicas, sino
también como el despojo de intereses personales, partidarios
e individualidades. Quienes han merecido la confianza del pueblo en
el marco del sistema democrático deben ser capaces de sentarse
en torno a una misma mesa, con el propósito de encontrar las
salidas frente a la extremadamente grave situación política-social-económica.
Deben interpretar que hay que alejar del escenario nacional todo aquello
que genera preocupación y lo que es más grave aún,
incertidumbre.
Basta de mercados y riesgo país. Basta de ajuste y de echarse
culpas. Basta de déficit fiscal para beneficiar a unos pocos
y perjudicar a la mayoría. Basta del poder del sistema financiero
y del "arrodillamiento" de los pretendidos representantes
de las clases populares, frente a sus pocos claros intereses. Basta
de demoras en las decisiones de la justicia producto de las presiones
que pueden ejercer los portadores del poder político. Basta
de pérdida del patrimonio nacional sin la asunción del
compromiso que le corresponde a la dirigencia.
La decisión debe ser la clave de los hombres públicos
en cualquier estamento del Estado. Ello implica aplicar cirugía
mayor en todo aquello que represente gasto improductivo, confrontar
con todos aquellos sectores corporativos que pretendan impedir un
cambio que no se reclama a gritos pero que se traduce -fundamentalmente--
en piquetes que cortan rutas. La decisión debe tenerse para
enfrentar la casi segura gloria de haber peleado por un país
más justo, al mejor estilo de los que supieron abonar con su
pensamiento, y hasta con la vida, los principios más elementales
de la nacionalidad.
No hay "raiting" --utilizando una palabra televisiva-- para
los internismos de los que no han comprendido que la solución
de los graves problemas argentinos no pasa por una cuestión
de hombres ocupando listas de candidatos, sino por la articulación
de propuestas, ideas y proyectos que persigan el bienestar general
y donde sea el conjunto de la sociedad política quien pueda
concretarlos. Tiene que haber decisión para "sacar"
a patadas --si fuera necesario-- a los que se arrogan el derecho de
disponer sobre el pueblo, sin la búsqueda de consenso con la
participación de todos los sectores de la vida pública.
Hay que tener una fuerte convicción para decidir de una vez
por todas transparentar al Estado, denunciando con autoridad moral
a los que evaden, a los que usufructuaron impiadosamente con la salud,
la seguridad, la cultura y la economía de los municipios, las
provincias y la Nación.
Hay que sacarle la "careta" a los que valiéndose
de argumentos empresariales han puesto en riesgo las arcas de los
bancos oficiales, presentándose en quiebra y que, pese a ello
transitan por las calles en autos último modelo, gozando de
una impunidad inaceptable.
Hay que decidir ponerse del lado de la mayoría. Esa mayoría
es la que sufre la falta de trabajo, esperanzas para sus hijos, dolor
por haberlo perdido todo, carencia de recursos para atenderse la salud,
y lo que es más grave todavía, siente rabia.
Hay que tener decisión para estar registrado en los libros
de historia como patriotas y no quedar como mercachifles que rifaron
los sueños de los argentinos, en el momento -quizás--
más grave de la historia contemporánea nacional. (AIBA)