Parió,
con acento en la "o"
Por
José Enrique Velázquez
La
intempestiva irrupción del irascible ministro de Economía
(hasta hoy lo es) Domingo Cavallo, en la reunión que mantenía
el jefe de Gabinete de la Nación, Chrystian Colombo, con varios
gobernadores justicialistas, provocó un fuerte altercado de
aquel con Carlos Ruckauf, que culminó con una inconfundible
puteada del gobernador de Buenos Aires que se retiró del cónclave
dando un soberano portazo.
Es que el mandatario bonaerense había sido convocado junto
a sus colegas, para consensuar algún grado de acuerdo con las
durísimas medidas implementadas por el cuestionado ministro,
y el ataque -opuesto totalmente a las reglas básicas de la
diplomacia y la negociación- lo ponía en una disyuntiva
cuyo final era fácilmente predecible: o aceptaba sin más
el agraviante discurso cavallista o hacía lo que finalmente
hizo; es decir, retirarse del encuentro no sin antes prodigarle un
típico insulto de barrio, porque no cabría otra salida,
según narran los testigos del fuerte intercambio de palabras.
Cavallo, a quien posiblemente le duraran los desagradables efectos
de los previsibles -y eludibles- incidentes que rodearon a la ceremonia
y fiesta de casamiento de su hija, también advierte que "le
están cascoteando el rancho" y su final puede ser más
ingrato que el que sufrió el 26 de julio de 1996, cuando el
hoy detenido Carlos Menem lo echó del gobierno sin ninguna
contemplación.
El radicalismo, sobre todo en la persona de su líder, Raúl
Alfonsín, no oculta el resquemor que le produce la permanencia
del actual ministro de Economía y lo hostiga con más
prisa que pausa, buscando reemplazarlo por alguien de la confianza
alfonsiniana, cuyo principal candidato es Sourrouille (¿otra
vez?), o, en su defecto, aceptarían -claro que a regañadientes-
a Rodríguez Giavarini, más cercano a De la Rúa,
pero que sigue reconociéndose radical.
El embate por el poder que emprendió la cúpula radical
no es el único problema del hoy tambaleante ministro, que a
la vez sufre las acometidas de los mercados que -parece que lo conocen
mejor que los propios argentinos- no le dan el crédito que
él supuso que obtendría con su sola presencia y sus
promesas de mágico crecimiento, reactivación y consecuente
cumplimiento de los compromisos externos.
El riesgo país, en el estratosférico nivel de mil seiscientos
y pico de puntos -sólo nos supera en tan poco alentador ranking
la inimitable Nigeria- es una muestra clara de la ninguna confianza
que el país (léase gobierno aliancista, De la Rúa
y Cavallo) genera en los inversores y sus gerentes. Pero en el propio
gabinete Cavallo no tiene el aval de la totalidad de sus colegas.
Incluso provocó un incidente que casi termina en pelea con
su colega Colombo, hoy por hoy uno de sus pocos aliados, tan pocos
que sobran los dedos de una mano para contarlos.
Incluso entre sus subordinados hay alguno, como Daniel Marx -una suerte
de mercenario del sector financiero-, que se están probando
el traje de ministro, con la aquiescencia de buena parte de los banqueros
en el país y también en el exterior.
Del deshilachado Frepaso no puede esperar Cavallo más que un
violento empujón si sus dirigentes lo vieran al borde del abismo.
No tendrían ninguna conmiseración para con él.
La alternativa al ajuste económico que presentó el Frepaso
junto con el alfonsinismo fue rechazado por De la Rúa, porque
significaba desautorizar a su ministro de Economía. A Cavallo
sólo le queda el casi caprichoso y sobreactuado respaldo presidencial.
Por eso necesita, como el pan, del apoyo de los gobernadores justicialistas.
Sin embargo, quizás enceguecido por el complicado brete en
que su propia ambición y egocentrismo lo metieron, en lugar
de buscar seducirlos para alcanzar algún respaldo relevante,
no encontró mejor idea que atacarlos hasta el borde del agravio.
Comenzó acusando reiteradamente a "Menem y a Duhalde"
por el crecimiento del gasto público. Al cruzarse con el propio
Duhalde tuvo que reconocer que gran parte del crecimiento del gasto
en Buenos Aires se debió a que es la única provincia
que cumplió cabalmente con la Ley Federal de Educación,
llevando adelante una reforma educativa que significó, entre
otras cosas, aumentar en forma espectacular la matrícula; incorporar
a más de 60.000 agentes, entre docentes, auxiliares y personal
administrativo; hacer obligatoria la enseñanza secundaria;
e instituir un sistema de becas que permite estudiar a jóvenes
procedentes de hogares sin recursos.
Pero, a pesar de ese breve y casi ignorado reconocimiento, Cavallo
siguió agrediendo en especial a la provincia de Buenos Aires,
con la vieja cantilena de culparla de los problemas argentinos, omitiendo,
como lo hace siempre al mejor estilo Menem, la parte de responsabilidad
que ha tenido en los efectos negativos de sus políticas económicas.
Los gobernadores justicialistas estuvieron, en la reunión del
viernes con el Presidente, a un tris de patear el tablero e interrumpir
definitivamente el diálogo por la intemperancia del ministro
de Economía, que debió ser "frenado" por el
propio De la Rúa, quien veía ahogarse la posibilidad
de alcanzar el imprescindible acuerdo por la falta de tacto de su
funcionario.
Pero esa actitud se repitió el domingo y Ruckauf no lo soporto
más. El gobernador de Buenos Aires ya ha tenido que pagar un
costo político debido a la trampa que le tendió el propio
Cavallo, no girándole los fondos como se había comprometido
para pagar los sueldos de los estatales, repitió la triquiñuela
con los recursos de la coparticipación, reteniendo 150 millones
de pesos que habían sido prestados a la provincia por los bancos
a través del Fondo Fiduciario, cuando en el Acuerdo que con
tanta pompa presentara, se había comprometido precisamente
a no retenerlos.
Cavallo, que dice lo más campante una cosa por la mañana
y la contraria por la tarde, ha tomado el hábito de asumir
compromisos de los que se desdice luego con total desparpajo. La mayoría
de los gobernadores del PJ se hartaron de sus desplantes y su carencia
de palabra. Ruckauf fue el más duro y terminante, pero otros
no vacilarán en repetir la escena protagonizada por el bonaerense,
con lo que el ciclo Cavallo podría llegar a otro final abrupto.
Debe haber advertido esto hasta el propio De la Rúa y por eso
ha encomendado a Colombo que reencauce el diálogo frustrado.
Si el jefe de Gabinete mantiene la actitud que le reconocen los gobernadores
y cuenta con el poder suficiente para cumplir con sus compromisos,
es posible que el acuerdo esté al alcance de la mano. De lo
contrario, aquello de "andá a la... que te parió"
se repetirá con todo el gobierno. Pero corregido y aumentado.
(AIBA)
LA
PLATA, 16 JUL (Especial de AIBA).