Los
bonos y un camino a la especulación
Por
Horacio García Bossio
Cuando
el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, anunció
--luego de varios días de dimes y diretes-- que abonaría
los aguinaldos y parte de los sueldos de los empleados públicos
con bonos, denominados Letras de Tesorería, conjuntamente con
la retención de un porcentaje en sus haberes, se levantaron
varias voces contrarias que reaccionaron frente a la caída
de su poder adquisitivo.
Esta movida por reducir el déficit del gasto estatal a cero,
siguiendo las recomendaciones del Gobierno Nacional es la manifestación
más dramática de una provincia y un país que
tienen dificultades crecientes para cumplir con sus compromisos, debido
a la persistencia de un ciclo recesivo que ya lleva tres años
y amenaza con llevarnos a la cesación de pagos y convertirse
en una depresión económica.
En cualquier economía (incluso en la doméstica) cuando
se gasta más de lo que se gana, aparece irremediablemente el
desequilibrio en las cuentas. Pero si a este fenómeno se le
agrega el hecho de que a la Argentina le cuesta producir a bajo costo
para exportar sus productos, que éstos a su vez tienen un escaso
valor agregado (es decir con bajos precios finales) la situación
se torna más compleja aún.
Pero si, además, este Estado con dificultades en su crecimiento
debe pedir dinero prestado para solventar sus gastos corrientes y
poder pagar los intereses de esa deuda, y si --para empeorar el panorama--
los créditos que consigue (en el exterior o en el mercado financiero
local) son a una tasa de interés casi usuraria, el horizonte
se presenta gris plomo. Y si no conformes con este escenario, las
calificadoras de riesgo internacional recomiendan no prestarle al
país porque lo consideran virtualmente insolvente, la tormenta
amenaza con inundarnos.
La salida coherente que intentaría cualquier gobierno en esa
situación sería reducir el déficit, promover
la inversión productiva, achicar el gasto oficial, aumentar
la recaudación impositiva, alentar a las exportaciones o --en
el peor de los casos-- incrementar el nivel de endeudamiento o empezar
a vender los activos (empresas y bienes públicos) para reacomodar
la economía y poder así empezar el camino del desarrollo.
En las actuales circunstancias, sin embargo, muchos de esos caminos
no conducen al paraíso sino al infierno. Algunos analistas
dicen, por ello que "... todos los caminos SI nos conducen a
Roma, es decir al Imperio del Norte...". Además, algunas
de las estrategias posibles que recomendarían los teóricos
de la economía, son política y prácticamente
inviables en nuestra realidad nacional. Por ejemplo, se vendieron
casi todos los activos durante el ahora cuestionado proceso de privatizaciones
(digo ahora porque reelegimos a un presidente para otro mandato consecutivo
que nos convenció, que "convenció a Doña
Rosa" de que esa era la mejor solución).
Después se alentó a la evasión sistemática
con un discurso perverso que caló hondo en la ciudadanía:
"para qué voy a pagar impuestos, si luego los políticos
se roban todo". Por otro lado, muchos grandes capitales (que
a veces son también los grandes evasores) amenazan con irse
del territorio nacional y con agravar la desocupación estructural
si se los persigue con la DGI.
En medio de este torbellino, la idea de pagar los compromisos con
los asalariados con bonos o patacones sólo alimenta la voracidad
de los especuladores de siempre (una verdadera raza de víboras
del ser nacional), que ya se están relamiendo con la rentabilidad
que les generará el cambio de esos bonos por un valor inferior
al nominal. Lo que provoca más rabia es que esto es tan viejo
como el minué. Si nos remitimos al diccionario, nos presenta
la siguiente definición:
Patacón: Num. Moneda de plata, de peso de una onza y cortada
con tijeras. Antigua moneda de plata de una onza.
Parece una broma de mal gusto el solo hecho de que esta antigua moneda
colonial estuviera asociada al recorte, pues esa era la manera de
confeccionar al patacón... recortándolo. Aunque aún
más deprimente es la acepción de patacón utilizada
en otros países latinoamericanos:
Patacón:Colombia/ Venezuela. Rebanada de banana verde cortada
a través.
Es decir que en su esencia, los patacones se asocian al ajuste o recorte
del gasto público, pero parece que solamente es viable si es
una República Bananera.
Sin embargo, no todo está perdido, siempre y cuando el esfuerzo
sea compartido y las mezquindades electorales y partidistas desaparezcan.
Hacemos, por ello, un reclamo a la racionalidad de la clase dirigente:
¡Por favor... sean más creativos! (AIBA)