La Argentina
de Anteojito y Antifaz
Por Horacio Garcia Bossio
Para
estas vacaciones de invierno se puso en cartelera la remake de una
película clásica de la década del ´70,
cuyos personajes centrales son Anteojito y Antifaz, creados por el
inefable Manuel García Ferré. Estos seres de tinta y
de papel se metieron en la cultura popular junto a otros personajes
que nos marcaron en nuestra infancia.
El propio autor reflexionaba sobre las conductas de sus dibujitos
en sus historietas, a los cuales intentó imprimir un carácter
ético y moral, ya que este español inmigrante había
desembarcado en nuestras tierras escapándole al horror de la
Guerra Civil. Por ello, él intentó que sus criaturas
reflejaran ternura, en lugar de violencia y creatividad, en lugar
de mediocridad. Pero esos valores altruistas parece que se escabulleron
en algún recodo de nuestras conciencias colectivas, porque
fue precisamente desde los años setenta que la exclusión,
las desapariciones (de personas y de esperanzas) y el mal gusto se
fueron apoderando de muchos. Y algunos de los seres que animaban los
comics de García Ferré se reciclaron en paradigmas del
comportamiento de la clase dirigente vernácula.
Les propongo un juego para espantar los fantasmas del presente y del
pasado, ironizando sobre los protagonistas de la desgracia que supimos
conseguir:
Anteojito, un referente de la simbología que aprendimos desde
niños. La revista nos deleitó con los conocimientos
que aportaba frente a la demanda insatisfecha de temas difíciles
que nos exigía la señorita como tarea para el hogar.
Pero también fue el reflejo distorsionado de la Historia Oficial,
que nos llenó de miopía en el análisis realista
de nuestro pasado y de nuestros patriotas. Esa tendencia se agigantó
cuando, ya adultos, seguimos eligiendo a nuestros líderes como
si fuesen "salvadores de la Patria", desde la supuesta profesionalidad
del general Onganía, el papel pacificador del viejo Perón
del tercer mandato, hasta el "... Síganme, que no los
voy a defraudar..." del mesiánico menemismo o el "...
Dicen que soy aburrido..." del doctor De la Rúa.
Antifaz, su tío, al cual nunca le conocimos el rostro. Eso
mismo nos pasó a lo largo de los últimos 35 años,
donde los políticos y economistas se han clonado tan eficientemente
que ya no sabemos bien a qué fuerza política pertenecen.
Pensemos si no en el multifacético ex vicepresidente o en la
actual ministra de Trabajo, que han mutado del peronismo más
combativo a ser funcionarios de un gobierno radical (gobierno radical
al que los radicales no quieren). Veamos al ministro de Economía,
que de ser miembro del staff del general Bignone pasó a ser
un administrador estrella, tanto del doctor Menem como de la Alianza
que lo sacó (y que lo encarceló).
Hijitus, que hace gala de superpoderes. En la actualidad parecen ser
imprescindibles para gobernar, porque los pidió desde el ministro
Cavallo hasta el gobernador de la Provincia de Buenos Aires.
Petete, un pingüino sabelotodo. Sus conocimientos enciclopedistas
fueron descalificados cuando se realizó la reforma educativa
en la Nación y en la Provincia. Es que el animalito no sabía
planificar de acuerdo a los contenidos conceptuales, procedimentales
y actitudinales con los que se evalúa a los alumnos en la actualidad,
que aprenden un poco de todo y nada de nada.
Larguirucho, casi un símbolo del ser nacional. Es simpático,
entrador, torpe y frente a las preguntas más comprometidas
responde con un comentario siempre evasivo: "...hablá
más fuerte que no te escucho...".
Oaky y Goldsilver, pertenecían a una familia aristocrática
del denominado capitalismo nacional. Los métodos del bebé
eran bastantes violentos para escabullir a los molestos (¿sabuesos
de la DGI?) a través de una frase intimidatoria: "...lompo
el alma...".
Cachavacha, era una mujer, y por lo tanto...una bruja. Así
es como la clase política ha visto --y lo sigue haciendo--
a las mujeres que se codean con el poder. Las descalifican desde la
irrupción de Evita hasta los comentarios irónicos sobre
el misticismo de Elisa Carrió, otra referente lúcida
que denuncia los manejos del establishment (recordemos que ella investiga
los mecanismos del lavado de dinero en nuestro país).
Neurus, por último, es otro referente del ser nacional. Así
estamos todos los argentinos en estos días, neuróticos,
con amenazas de ajuste por todos lados. Es codicioso e irascible pero,
aunque él cree que las sabe todas, su desmedida ambición
lo hace caer en el ridículo.
Espero que este juego sea una sutil parodia o un buen espejo de nuestras
miserias. Pero no para deprimirnos, sino para creer que el cambio
es posible. Desde el realismo y nunca desde la ficción de la
realidad... aunque a veces, cuando nadie nos ve, digamos con voz en
cuello...
Sombrero, sombreritus...
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