"...O
con la cabeza de los dirigentes"
Por
Jorge Carlos Brinsek
El camionero Hugo Moyano probó en la tarde del martes su propia
medicina. Al intentar arengar a piqueteros con su clásico discurso
de romperlo todo, por poco lo terminan rompiendo a él.
No podía esperarse otra cosa. Quien siembra vientos termina
recogiendo tempestades. Sólo la robustez de sus custodios impidió
que el mal rato del sindicalista se convirtiera aún en un hecho
más desagradable.
En varias ocasiones se dijo en esta columna que Moyano no sabe leer
la historia. Cuando se opta por la razón de la fuerza en lugar
de la fuerza de la razón, obviamente siempre prevalecerá
-como en la ley de la selva- aquel que grite más fuerte, aquél
que golpee con mayor contundencia.
Así ocurrió en el pasado. No hay razones para que no
vuelva a pasar lo mismo en el futuro.
En cierta forma Moyano se lo tiene merecido. Un dirigente que se precie
de responder a estructuras democráticas no puede pretender
capitalizar para sí una reunión rayana en la ilegalidad
donde a todas luces se programaron medidas violatorias de la Constitución
Nacional como lo son los cortes compulsivos de rutas y la inmovilización
contra su voluntad de millones de personas.
Moyano creyó sentirse líder por el simple antecedente
de haberse subido en los últimos tiempos arriba del acoplado
de un camión y -generosamente ayudado por las cámaras
de televisión- darse el gusto de convocar a inconducentes paros
generales frente a un auditorio conformado por cuatro o cinco mil
recolectores de residuos.
No es ocioso recordar que éstos nunca estuvieron ahí
por propia voluntad sino que fueron llevados al lugar previo pago
de un viático no exento de un cartón tetrabrick de vino.
Eso lo saben los líderes piqueteros, quienes probablemente
también envidien la comodidad de su despacho, la buena comida
y un nada desagradable buen pasar con los fondos que le provee su
sindicato, fruto del esfuerzo de miles de anónimos trabajadores.
Saben también que en todas estas medidas de fuerza contra la
administración de Fernando De la Rúa, el sindicalista
tuvo un aliado de oro: el sector empresario del autotransporte, enfrentado
al gobierno en demanda de un subsidio al precio del gas oíl.
Por eso no se sienten identificados con él y así se
lo hicieron notar en ese peculiar encuentro donde no quedó
un sólo artículo del Código Penal por ser vulnerado.
Pero el mensaje fue simple: si Moyano quiere ser escuchado, que vaya
a las barricadas o que reparta sus privilegios.
Lo mismo ocurrió en la década del ´70, cuando
tras la fugaz y frágil vuelta a la democracia, la izquierda
y la derecha peronista se enfrascaron en una sangrienta batalla por
el control de los espacios de poder dejando una ominosa nómina
de muertos, en particular dirigentes sindicales por un lado y militantes
combativos de base por el otro.
El slogan de esos tiempos era simple como espantoso: "marcharemos
con los dirigentes a la cabeza...o con la cabeza de los dirigentes".
Así empezó una espiral de terror que dejó heridas
insalvables en el cuerpo social de la Nación.
Una historia que, en el marco de las barricadas y los piquetes, algunos
perversamente quieren repetir... y que Moyano torpemente quiere alentar
aún convirtiéndose en víctima -como ocurrió
ahora- de sus propias insensateces. (AIBA)