A cuatro
meses del regreso del "salvador"
por Hernán Di Bello
"La
gente se puede quedar tranquila. No habrá despidos de estatales,
ni rebajas de salarios, ni rebajas de jubilaciones", dijo muy
suelto de cuerpo Domingo Cavallo hace cuatro meses, pocos días
después de volver a tomar las riendas de la economía
argentina, esta vez con el título de "salvador".
Pasaron 131 días desde el 20 de marzo que marcó su regreso
triunfal al Ministerio de Economía y teniendo en cuenta que
el mismo Domingo Felipe Cavallo ahora impuso una rebaja del 13 por
ciento en los salarios de los empleados públicos y las jubilaciones,
no hay duda que a las palabras se las llevó el viento.
Cuando el liberal ortodoxo Ricardo López Murphy se tuvo que
ir del Gobierno empujado por un ajuste del gasto público tan
duro como el actual y el presidente Fernando De la Rúa llamó
a la "unidad nacional", también se dijo que con Cavallo
llegaría la calma.
El riesgo país, un índice que algunos argentinos conocen
mejor que la temperatura o la hora y que aquel 20 de marzo estaba
en 897 puntos, el viernes cerró en 1.612. ¿Calma? No,
histeria.
Hiperactivo, polémico y verborrágico, Domingo Felipe
Cavallo sigue siendo el mismo que en 1991 dejó la Cancillería
para dar a luz la convertibilidad desde el Palacio de Hacienda menemista,
aunque en la versión 2001 su retorno no vino acompañado
por un solo plan, sino por múltiples medidas que van mutando
y generan confusión.
En apenas cuatro meses, consiguió los "superpoderes"
con la ley de competitividad, subió y bajó impuestos
a troche y moche, sentó las bases del ingreso del euro a la
paridad peso-dólar y concretó un "megacanje"
de deuda pública por la friolera de 33 mil millones de dólares,
además de dar varias vueltas al mundo para explicar cada una
de sus recetas.
En las febriles jornadas de marzo, desde el poder financiero y el
atribulado Fernando de la Rúa, pasando por "Chacho"
Alvarez y hasta algunos sectores del peronismo, todos pedían
a gritos la vuelta del "Mingo".
Decía el ex diputado y líder de Acción por la
República el día en que juró: "Toda la atención
del Ministerio estará centrada en la rápida reactivación
y el crecimiento vigoroso de la economía para salir de esta
recesión que lleva tres años (...) La convertibilidad
llegó para quedarse por muchos años más, nunca
la abandonaremos (...) No esperen grandes paquetes ni anuncios, simplemente
decisiones y acciones".
"El crédito público va a ser plenamente respetado
y vamos a buscar que se amplíe permanentemente el crédito,
que tengamos el más amplio acceso a todas las fuentes de financiamiento
voluntario, el ahorro argentino o externo", añadía.
Hace veinte días, el discurso cambió por: "No hay
crédito para Argentina, ni en el mercado local ni en el exterior
(...) Hay que ir de inmediato al déficit fiscal cero (...)
Sólo buscaremos financiamiento para pagar los intereses (...)
Tenemos que dejar de vivir de prestado, hay que vivir con lo que logremos
de la recaudación".
El mismo hombre que decía que Argentina "no necesita más
apoyo financiero" porque "pronto le van a sobrar los recursos"
y que "la reactivación ya comenzó" para dar
paso a "muchos años de crecimiento vigoroso", rápidamente
pasó a reconocer: "Tenemos una crisis".
Repitió una y mil veces que "el que apueste contra la
convertibilidad va a perder" y que "no habrá devaluación
ni cesación de pagos", llamó "miopes"
a los operadores financieros que permanentemente le dieron la espalda
y "traidores a la patria" a sus detractores menemistas.
Entre round y round de una pelea incesante, más de una vez
De la Rúa tuvo que salir a desmentir la renuncia de Cavallo
y respaldarlo ante unos cada vez más desconfiados propios y
directamente escépticos extraños.
En la Bolsa porteña, donde las versiones que circulaban en
el exterior parecían aterrizar antes que en cualquier otro
punto del país, las caídas rompieron barreras psicológicas
y Argentina alcanzó el segundo puesto en el ranking del riesgo
país, únicamente superada por Nigeria.
El mundo globalizado empezó a hablar del "default"
argentino, una suerte de virus que contaminó a los mercados
latinoamericanos, llegó a Europa y rebotó en los mismísimos
Estados Unidos.
Entre la población, que según las encuestas en mayo
lo percibía como le figura de mayor poder político del
país, se ganó la antipatía de la clase media
con la generalización del IVA y el impuesto a las transacciones
financieras (cuentas corrientes), por no hablar de lo que hoy dicen
de Cavallo los empleados del Estado y los jubilados que sufrirán
una quita en sus haberes.
Por estos días, el "superministro" le pide a los
argentinos que "no se asusten", que "tengan calma"
y que "no vayan a buscar a dólares", mientras su
popularidad ha caído a casi la mitad del nivel que tenía
hace apenas dos meses.
Las luces que iluminaban a Cavallo ya no brillan como antes y a juzgar
por el hecho de que esta semana el Banco Central tuvo que acudir con
más de 4.000 millones de pesos a los bancos ante la fuga de
depósitos, sus palabras tampoco. (AIBA - INFOSIC)