"Mitad
Verdad, Mitad Mentira"
Por
Horacio García Bossio
"El
gran fraude de la humanidad es vivir soñando,
concediendo objetividad a lo que, en verdad, es una sombra;
llamando verdad a la mentira, y al embuste, veracidad."
(Ignacio Larrañaga)
La realidad
nacional no aparece estructurada entre grandes verdades y grandes
fraudes, sino más bien oscila entre verdades a medias y falacias
susurradas detrás de escena. En los últimos años,
de cada tema candente de la actualidad, se tejen opciones contradictorias
para la llamada opinión pública (un eufemismo que a
veces oculta la manipulación de la conciencia colectiva).
Se han anunciado determinadas medidas de gobierno de manera maniquea,
es decir, en forma de un juego irreconciliable de opuestos, de negros
o blancos, sin posiciones intermedias. La paradoja consiste en que
cualquier ciudadano racional sabe que su existencia es una extensa
gama de grises, de idas y vueltas. Sin embargo, esa misma persona
(Usted y yo) se obnubila o se angustia y termina "comprando"
recetas simplistas de cambios profundos... y para siempre; de salidas
que impliquen... "cirugía mayor"; de impuestos que
se cobran... "por única vez" desde hace años;
de sacrificios que se imploran a la gente para que después
estemos mejor... pero ese mañana venturoso nunca llega (como
rezaba el cartel en un almanaque de Florencio Molina Campos que decía
"Hoy no se fía, mañana sí").
Si hasta nos hacen reír (para no llorar) algunas publicidades
oficiales, con slogans grandilocuentes que no dicen nada. O peor aún,
que son provocaciones que conmueven a nuestra sensibilidad y que señalan
realidades... mitad verdad, mitad mentira. Como ejemplo bastaría
nombrar los carteles que aparecen en la ciudad de La Plata, capital
de la convulsionada provincia de Buenos Aires, que anuncian el lanzamiento
de un polémico bono (que aún no se ha terminado de imprimir
en su totalidad) y que es el cuco de la administración pública
provincial. Estos carteles dicen... "Llegó el Patacón.
Llegó el Peso Fuerte. El que quiere lo gasta. El que lo guarda,
gana".
Esta campaña publicitaria es una muestra cabal del maniqueísmo
reinante. Si el Patacón fuera un peso fuerte, es decir si fuera
representativo de una economía en crecimiento, no tendría
razón de ser en un régimen de Convertibilidad que establece
la paridad 1 Peso = 1 Dólar. Pero por otro lado, si esta Letra
de la Tesorería no es aceptado en su valor nominal en el mercado
local (es decir si no es una moneda "fuerte") todos los
que cobren sus salarios de esa manera van a perder parte de su poder
adquisitivo. O sea... mitad verdad, mitad mentira.
Pero el subtítulo de la publicidad es aún más
impactante, porque hace referencia a la posibilidad de guardarse las
Letras (este compromiso de pago a futuro que la Provincia compulsivamente
arregla con sus empleados) y así poder recibir un interés
cuando finalice la vigencia de los mismos, es decir invertir confiando
en una rentabilidad futura.
Esto sería cierto en una coyuntura normal y no en el contexto
de un default o cesación de pagos, donde aquellos que reciban
sus haberes en esta modalidad (luego de ver reducidos también
compulsivamente sus sueldos) sí o sí los van a gastar.
Por lo tanto... mitad verdad, mitad mentira.
El otro fenómeno que está creando una psicosis general
es el denominado "riesgo país", acompañado
de la "histeriqueda de los mercados". Por un lado, se nos
asegura que si se reducen salarios, si se paga en bonos, si se achica
el gasto público, si se llega al tan mentado "déficit
0", los mercados van a recrear el Edén enfrente al Obelisco
o a la Plaza Moreno. Pero son esos mismos agentes de mercado los que
hacen caer la Bolsa y hacen crecer el riesgo, pese a que las leyes
del ajuste van saliendo y que su éxito implicará una
caída del nivel de vida de las más expuestos.
Es decir, por una parte caen las acciones porque se gasta mucho y
cuando se propone recortar esas erogaciones, también caen los
índices bursátiles... mitad verdad, mitad mentira.
Para finalizar, es interesante señalar que una política
de austeridad siempre debe empezar entre quienes tienen en sus manos
las mayores responsabilidades, porque ya nadie cree en los discursos
si éstos no están acompañados de gestos concretos.
Si queremos cambiar la realidad -y no seguir reproduciendo una ficción
de la misma- debemos aceptar los costos que van implícitos
en todo cambio. La ciudadanía hace lustros que lo internalizó.
Es hora de que la clase dirigente, en funciones públicas o
privadas, también lo haga carne. (AIBA)