El
pueblo ¿sabe de que se trata?
"Síndrome
Gran Hermano":
Todos somos reemplazables
Por
Horacio García Bossio
LA
PLATA, 26 MAY (AIBA). El éxito de los llamados reality games
show es tan preocupante como alienante. No sólo porque son
un compendio de la sinrazón, sino porque ese juego se basa
en un principio terrible: votar para la exclusión, elegir a
quién se debe expulsar.
Si bien alguien declaró que esos programas eran un perfecto
simulacro de la suciedad en la que vivimos (si, dijo "suciedad",
no "sociedad"), eso hace más compleja la reflexión
sobre el éxito de estas experiencias mediáticas, cuando
por los mismos medios masivos de comunicación se nos muestran
permanentemente imágenes de miles de excluidos (desocupados,
jóvenes marginados, chicos de la calle, jubilados, etc.) que
no son tan fashion y a los que preferimos no ver ni oír.
La recesión económica y su impacto social aparece regada
de reclamos directos en los cortes de ruta, donde se exigen planes
asistencialistas -pero no productivos en términos de generar
riqueza y trabajo permanente- o simplemente que el Estado no los olvide.
En esta matriz social de competitividad, con ganadores y perdedores
absolutos, miles de argentinos piden que no se los eche de la casa.
En un esquema interpretativo que nos presenta M. Boyer (un especialista
francés en las nuevas condiciones del trabajo), se clasifican
diversos tipos de flexibilidad, dentro del nuevo paradigma productivo
del tercer milenio. Boyer insiste en hablar de cinco formas flexibles,
a saber:
1) La flexibilidad de los equipos; 2) La flexibilidad de los trabajadores;
3) La flexibilidad del volumen del empleo y de la duración
del trabajo; 4) La flexibilidad de los salarios; 5) La flexibilidad
de la legislación laboral.
El primer tipo de flexibilidad apunta al aumento de la productividad
a partir del uso intensivo de las nuevas tecnologías informatizadas.
Esto implica utilizar intensivamente las máquinas y no a las
personas. Pero en los países emergentes esta situación
se traduce en la implementación de turnos rotativos de trabajo,
ya que el industrial piensa que modernizó su planta al importar
una maquinaria sofisticada, a la cual usa a medias porque no existe
un mercado que pueda absorber un significativo aumento de la producción.
El segundo tipo se denomina flexibilidad funcional, y se traduce como
la entrada y salida de los trabajadores del mercado de trabajo, en
función de las necesidades de la producción.
El tercer modelo se llama flexibilidad numérica y se relaciona
con la extensión de la jornada laboral, en la cual se eliminan
las horas extras, con un aumento significativo del número de
horas trabajadas.
El cuarto tipo apunta a la reducción de la parte fija del salario
y a incrementar la parte variable del mismo, pagando un plus por rendimiento
(prima por desempeño). Esta práctica significa una mayor
presión sobre los trabajadores ocupados, que si no aceptan
las nuevas formas de retribución sienten sobre sus cabezas
el fantasma del despido.
Por último, la flexibilidad de la legislación laboral
ha dado lugar al escandaloso (y nunca resuelto) affaire del Senado,
donde la ley que regula las nuevas formas de contratación y
los nuevos convenios colectivos de trabajo han generado una mayor
precariedad del empleo.
Nadie quisiera ser puesto en el banquillo de los posibles candidatos
a salir del mundo del trabajo y destinado al exilio del desempleo.
Por favor, votemos a favor de mecanismos públicos y privados
de inclusión social. Para ello deberíamos reemplazar
este modelo de realidad basado en la competencia feroz, por otro sostenido
por lazos de solidaridad. Puedo ser un soñador... espero no
ser el único. (AIBA)