Que las fieras permanezcan enjauladas

Por Mabel Müller (*)

LA PLATA, 1 MAR (AIBA). "Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el 503 y en el 2000 también", exageraba en su mítico Cambalache Enrique Santos Discépolo, más que un famoso autor de letras tangueras un descarnado pintor de la realidad adelantado a los tiempos y filósofo autodidacta. Sin embargo, a veces, uno duda. Imagina que por ahí no se equivocaba tanto en su cáustica y desalentadora visión de la realidad.
Porque hoy, en el 2000, el hombre en su locura y desconcierto "voltea lo que ve sin convicción ni fe, destruye la casa vieja antes de construir la nueva". Al fin, es lo que hacen, permiten, alientan, apoyan, inducen, conceden, los que mandan y dirigen, esos dueños del poder concentrado que son cada vez menos pero más poderosos y se resisten a la sensatez, la solidaridad, la Justicia. A distribuir o repartir apenas algo de tanto como tienen: demasiado.
A diferencia de los más humildes, que acaso porque no tienen nada lo dan todo, mientras el mundo se debate entre desastres ecológicos, guerras, corrupciones de distinto tipo y otras calamidades, los gobernantes del mundo no logran ponerse de acuerdo en algo tan necesario como imprescindible: qué hacer para reducir ni siquiera un mínimo porcentaje de las emisiones de dióxido de carbono, principal responsabilidad del Efecto Invernadero, un fenómeno natural por el que la atmósfera retiene calor y sin cuyo efecto la tierra se enfriaría y no estaríamos preocupados como estamos por el Informe de las Naciones Unidas, avalado por 700 científicos e investigadores que revela que la emisión de gases como el dióxido de carbono o el metano, provocará, además del aumento de las temperaturas medias del planeta, un sombrío panorama de ciclones, huracanes, sequías, inundaciones y otras catástrofes en las décadas próximas.
La única manera para minimizar los temibles efectos del cambio climático, ya fue dicho, consiste, como afirma el científico alemán Hans-Joachin Schellenhuber, reducir a la mitad la emisión de gases de invernadero para evitar que la temperatura global de la Tierra ascienda dos grados en algunas zonas y se estabilice en el nivel en que se registraba antes de la Revolución Industrial.
Sin embargo, hay países que a través de sus representantes, en especial, no renuncian a la práctica ni se deciden tampoco a una reducción del 5 por ciento y, lo que es grave, mucho más grave, buscan vías de escape con la compra de derechos de emisión merced a los cuales los países que emiten gases en exceso podrían adquirir permisos a otros que no lo hagan en esa medida o que invierten en la plantación de árboles. Sencillamente, un disparate, un acto mezquino y demencial.
Esta es una parte de la historia. La que podría afectarnos a nosotros en la región de la Pampa Húmeda, donde disminuirán los rindes de trigo, cebada y maíz a raíz de los cambios climáticos y también en Cuyo, donde en las décadas venideras habrá menos agua pero además sequías. Como inundaciones frecuentes y tormentas en la Mesopotamia, aridez en el Noroeste y aumento del caudal de los ríos en la Patagonia y retroceso de glaciares que correrán peligro de derretirse como helados.
No estamos, ya se ve, ajenos al Calentamiento del Planeta y sus posibles y desgraciadas consecuencias. Aunque a veces damos la sensación contraria en una materia decisiva como la de la preservación del medio ambiente. Como si ignoráramos los incendios forestales -que ahora se definen curiosamente como fenómenos naturales- que atentan cada día más contra el reservorio de nuestros bellísimos Parques Nacionales y los que seguimos manteniendo desprotegidos. El caso de los altos contenidos perjudiciales del azufre contenido en el gasoil agrario. Y las inundaciones para los que no parecen encontrarse soluciones ni estrategias como aquellas que se aplicaron exitosamente hace bien pocos años en las Lagunas Encadenadas vecinas a Carhué. Y las invasiones pesqueras que amenazan nuestra soberanía sobre la plataforma submarina y depredan o alejan las especies ictícolas que la pueblan.
Los argentinos tenemos responsabilidades y obligaciones al respecto. Graves e irrenunciables responsabilidades y obligaciones que no se ejercen debidamente. Con energía, seriedad y presencia activa. Eso para defender el Medio Ambiente y con él la calidad de vida de una población que la ha ido perdiendo hasta límites incomprensibles y hasta inimaginables hasta hace poco.
Cuesta hablar como legisladora cuando es tanto lo que hay que hacer y tantas veces no hacemos por falta de estrategias y de sentido del compromiso adquirido con nuestros mandantes: la gente, el pueblo, la comunidad, los vecinos, a los que solemos requerir el voto que nos confían y que debemos devolver en acciones. En acciones que son para todos porque todos somos parte de esta sociedad que nos contiene. En muchos casos dificultosamente.
Por eso insisto a riesgo de aparecer monotemática y con el lenguaje común, el de la calle, ése que no selecciona las palabras ni los mensajes. Que sale del corazón. Y de un tirón.
No quiero olvidarme, tampoco, como ciudadana y como madre, además de cómo legisladora, de la violencia tan temida que se convirtió en la violencia y el crimen de cada día de estos días.
Estoy dolorida y triste, herida y angustiada, indignada y hastiada porque la familia argentina no merece que la seguridad y la vida de sus hijos, aún los más pequeñitos, estén expuestos, como en el patético caso de la chiquita de Olavarría, ultrajada y asesinada por un monstruo como tantos otros beneficiado por la desvirtuada y aprovechada ley del 2 x 1, que libera graciosamente a fieras que deben permanecer enjauladas para evitar más víctimas de sus deformaciones, irracionalidad y desequilibrio.
Está claro, qué otra prueba se necesita, que el 2 x 1 es, al fin, un sistema perverso que beneficia injustamente a quienes extraviaron la conducta social y se aislaron de la convivencia.
No reclamo vindictas ni paredones, horcas, cámaras de gas o mano dura. Reclamo, como lo vengo haciendo desde el año anterior, cuando presenté un proyecto de derogación de la Ley que en aquel momento desechó la Alianza, sentido común, racionalidad y justicia. Justicia en el sentido que la imaginó Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica: "la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo". Y sentido común para que la Calidad de Vida no sea un bien suntuario alejado de las posibilidades de quienes en este Valle de Lágrimas no pierden los sueños y las esperanzas.
Quiera Dios que la mía no sea una simple expresión de deseos. Prometo pelear y esforzarme para que se haga realidad. Voy a cumplir. Con la ayuda de la gente y, espero, de adversarios políticos que, íntimamente, sienten lo que yo siento pero les falta decisión para lograr el consenso en temas comunes a todos. A esa gente que nos confió su voto. Y a nosotros mismos.

(*) Diputada nacional por la provincia de Buenos Aires - PJ

 


 

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