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LA EDUCACIÓN VIRTUAL. DESAFÍO PARA LA CONSTRUCCIÓN DE CULTURAS
E IDENTIDADES*
Globalización, tecnología y diversidad ¿pavimentación
de la cultura?
“Los hombres trabajan juntos. Entran a miles en las fábricas y
oficinas, y llegan en coches particulares, en trenes subterráneos, en
autobuses, en tranvías; trabajan juntos a un ritmo que señalan
los expertos, con métodos que formulan los expertos, ni con demasiada
rapidez, ni con demasiada lentitud, pero juntos: cada uno forma parte del todo.
Por la tarde la corriente fluye en sentido inverso: todos leen los mismos periódicos,
escuchan la radio, ven películas, las mismas para los que están
en la cumbre que para los que están en el primer peldaño de la
escala, para el inteligente que para el estúpido, para el educado que
para el ineducado. Producen, consumen, gozan juntos, acordes, sin suscitar problemas.
Ese es el ritmo de su vida”1.
Este diagnóstico, que Fromm realizara de la sociedad “contemporánea”
hace medio siglo teniendo como telón de fondo la sociedad norteamericana,
no parece muy lejano de las realidades que cada vez más observamos cotidianamente
en las urbes de nuestras naciones latinoamericanas.
Cuando releemos el análisis de Marcuse sobre la ideología de la
sociedad “industrial avanzada”, que destaca como uno de sus rasgos
centrales a la unidimensionalidad en tanto reducción del individuo a
engranaje y represión de lo lúdico, de lo crítico y de
lo erótico en favor de lo instrumental, nos dice que “quizás
la más clara evidencia pueda obtenerse mirando simplemente la televisión
o escuchando la radio durante una hora consecutiva un par de días sin
apagarlos durante los comerciales y cambiando de vez en cuando de estación”2,
podemos encontrar mucha correspondencia con los actuales contextos socioculturales
de nuestros países.
Hoy estamos ante un referente inevitable para ponderar y comprender los fenómenos
sociales que en todos los planos vivimos: la globalización3. La referencia
obedece no a una elección teórica, sino a la presencia indiscutible
de acciones y consecuencias relacionadas con múltiples aspectos en lo
social y lo cotidiano.
Algunas voces auguran el triunfo del orden global en todos los terrenos y en
todos los rincones; en tenor de desaliento, anuncian la pavimentación
de la cultura por la avalancha de las industrias culturales y la homogeneización
de formas de vida, suponiendo que habrá de penetrar todos los aspectos
y resquicios de lo social y de lo cotidiano.
Para esos discursos apologistas de la globalización, la añorada
integración latinoamericana parece quedar atrás y haberse concretado
en la integración económica. En tales discursos destaca la estrechez
de miras con que se asoman al complejo ámbito de lo cultural y las implicaciones
que en él tiene la globalización.
En realidad, y por fortuna, las cosas no son así de sencillas, la vida
y la sociedad son mucho más ricas y complejas. La globalización
desata respuestas, implica rupturas, choques y genera reconstrucciones de las
formas de concebir, imaginar y actuar (concepciones, afectividades, costumbres,
imágenes, valores y prácticas concretas). . Ahí se reivindica
y expresa la diversidad de imaginarios simbólicos de los muchos individuos
y grupos sociales, sus particulares identidades (por razones étnicas,
de género, etarias, de clase social, de raigambre local y regional, etc.)
Y todo ello, además de trabajo, política, organización
social es cultura...culturas.
En la globalización se activan al mismo tiempo fuerzas centrípetas
que tienden a homogeneizar como fuerzas centrífugas que ponen en acción
energías sociales e imaginarios simbólicos (culturas) localizados
y hasta cierto punto omitidos por los discursos teóricos y políticos
predominantes hasta hace algunas décadas, pero latentes.
Sin embargo, las culturas, como expresiones auténticas y no decorados
plásticos mercantiles, no se preservan de forma automática o por
enclaustramiento en reductos sociales y geográficos. Como culturas vivas
han de construirse y reconstruirse en el marco de la globalización y
la tecnologización; aún más insertándose, no subsumiéndose,
en una y apropiándose de la otra, pues son procesos ya en curso a los
que no es posible dar la espalda y que encuentran en esta construcción
y reconstrucción de culturas la antítesis concreta de su supuesta
universalidad y dominio absoluto: el reino de la razón mercantil.
No debemos perder de vista que antes que tratarse de un real parteaguas social,
la globalización es una prolongación de la lógica de la
sociedad de mercado, del capital a nivel mundial, donde ciertamente asistimos
a un proceso de integración, “diferenciado, desigual, pero de integración
y en ese proceso las identidades se afirman en contraposición a ese movimiento
integrador. ..Pero esas identidades se discuten en el contexto de una matriz”4,
la de la Modernidad, la sociedad urbana, racional, industrializada.
En tal sentido, no hay inocencia en la acción de las industrias culturales
bajo la lógica del capital global, no debemos minimizar sus efectos en
la construcción de los imaginarios simbólicos de individuos y
sociedades. Con todo lo cierto que hay en las tesis sobre “recepción
activa” respecto a los medios masivos y sus mensajes, indiscutiblemente
contribuyen en gran medida a la configuración de los esquemas culturales
contemporáneos.
A medios como la televisión, el cine, la radio a través de los
que han venido actuando las industrias culturales desde hace tiempo, hoy se
suman las nuevas tecnologías de información (computación,
multimedia y redes telemáticas). Estos nuevos medios tienen múltiples
aplicaciones son tan vastas, al punto de que es difícil hoy pensar las
más diversas actividades, individuales y colectivas, sin su concurso:
las transacciones económicas en las bolsas de valores y en el cajero
automático, la producción de bienes y servicios, el control del
tráfico citadino, y mil y un aspectos más del acontecer de todos
los días.
Por su creciente presencia en actividades cotidianas, en la vida social, por
las características con que presentan sus contenidos (integración
de lenguajes escrito, gráfico, sonoro, imagen, ensamblaje de movimientos
veloces en sucesiones de segundos), por velocidad en la comunicación
y su capacidad para almacenar y transportar información, no hay duda
que inciden también en la re-configuración de las culturas e identidades.
Como vemos, la identidad no puede referirse a una identidad esencial, que antecede
y subyace al sujeto y a los grupos sociales, sino al sentido de mismidad, de
pertenencia y diferenciación que se construye y recrea permanentemente
en el marco de los procesos de cambio. La pregunta por la identidad latinoamericana
implica interrogarse sobre qué se cimienta, ¿sobre un pasado prehispánico
común a la vez que heterogéneo, sobre una amarga experiencia colonial
compartida, sobre las embestidas imperialistas experimentadas?
Se requiere concebir a la identidad “por relación a un otro con
el que nos parecemos o nos diferenciamos… hablar de reconocimiento y de
pertenencia a un universo simbólico por el cual nos reconocemos y somos
conocidos…de una relación social, esto es de aquello que establece
el vínculo y el reconocimiento con el otro pero también de aquello
que nos diferencia de él. En este sentido, toda identidad es construida
históricamente y por lo tanto puede transformarse, sin que ello signifique
que los pueblos hacen una selección definitiva de los rasgos distintivos
que prefieren para darse una identidad, como si fuera un acto consciente o una
decisión consensual y voluntaria”5.
Hoy más que nunca, la preocupación por la identidad debe desprenderse
de sus referencias geográficas, lingüísticas y étnicas,
pues ni una ni otra son suficientes para dar fundamento y contenido al sentido
de diferenciación y mismidad que es la identidad.
Hoy que la globalización desencadena grandes oleadas migratorias de trabajadores
de región a región y de un país a otro, que se crean nuevos
empleos y profesiones, que se generan masas de desempleados y desarraigados,
que se da paso a una mayor circulación de información, ideas y
valores, y que se experimentan cambios en hábitos y formas de consumo,
la pregunta por identidad, más si latinoamericana, no puede ser sino
plural (identidades) y estar relacionada estrechamente con la historia, pero
la historia como proceso vivo lleno de desafíos y posibilidades a futuro,
no simple registro del pasado.
Más que aspirar a una identidad latinoamericana que diluya las diferencias
realmente existentes y hasta necesarias como parte de la riqueza de nuestras
sociedades (diferencias de clase, diferencias de género y muchas más),
debemos interrogarnos por los contextos y circunstancias actuales, a nivel nacional,
regional y local donde se construyen las muchas diferencias e identidades dentro
de América Latina y en “diálogo” con la globalización.
Las identidades, entonces, no como algo dado ni como algo perdido, sino como
proyectos que reconozcan y trabajen con la heterogeneidad de actores, con la
apropiación de tecnologías y que encuentra en lo cultural uno
de sus bastiones y uno de sus remates. Las identidades como la contrapartida
de las tendencias globales homogeneizadoras que por pujantes que sean no son
absolutas y dan paso también a lo fragmentario, pues “lo fragmentario
es un rasgo estructural de los procesos globalizadores ... la globalización
es tanto un conjunto de procesos de homogeneización como de fraccionamiento
del mundo, que reordenan las diferencias y las desigualdades sin suprimirlas”6.
Identidades que no dejen, en ningún momento, de asumir historias compartidas
y diferenciales, sin complacerse en la coincidencia pretérita o buscar
sustento en la negación (lo que no hemos sido, lo que no nos dejaron
ser o lo que tuvimos que ser), sino que construyéndose sobre las especificidades
y diferencias en situaciones concretas, como son las de los tiempos presentes,
sienten las bases para proyecciones a futuro.
La virtualización educativa
La educación formal es una de las principales agencias culturales, sea
en su función conservadora y domesticadora, que sin duda tiene, o en
el sentido emancipador y formador que recorre las propuestas pedagógicas
humanistas y se ha concretado en proyectos específicos.
Como parte de la “desterritorialización” y del “descentramiento”
con que los especialistas de comunicación y cultura aluden a la pérdida
de localización clara de las fuentes del poder y la cultura, la escuela
comienza a dejar de ser el espacio privilegiado y plenamente identificado de
la educación formal, y las instituciones estatales sus principales centros
de decisión.
No obstante, la educación en sus diferentes modalidades, presencial o
a distancia, escolar o virtual, sigue teniendo un papel crucial en la formación
de profesionistas y trabajadores, pero también de individuos y ciudadanos,
que en calidad de sujetos son, finalmente, quienes experimentan y expresan eso
que es identidad. Formación que en tiempos marcados por fuertes signos
de disgregación y descomposición social, adquiere aún mayor
importancia como contrapartida necesaria.
El proyecto educativo se ha concentrado en el esquema de la escuela tradicional
que trata lo diverso, lo heterogéneo como realidad indiferenciada. De
ahí que como proyecto cultural, al escuela antes que promotora de la
creación y la identidad cultural se haya convertido en instancia de normalización
y homogeneización. “Una población heterogénea desde
el punto de vista cultural, histórico, lingüístico, con necesidades
y demandas diversas, con antecedentes distintos respecto de los aprendizajes
realizados en su medio social que la divide. Heterogeneidad del sujeto de la
educación y uniformidad del discurso escolar se cruzan constituyendo
rápidamente agrupamientos distinguidos por el mayor o menor grado de
identificación de los educandos con aquel discurso”7.
Por otra parte, en contraste con la oferta de las industrias culturales, especialmente
atractivas para las nuevas generaciones por el dinamismo en sus contenidos y
formas de tratamiento, la escuela pierde gradualmente su credibilidad y capacidad
de incidencia en la constitución de los imaginarios simbólicos
de los grupos sociales.
¿Cuál es el papel, las posibilidades, las ventajas y dificultades
que se le plantean a la educación en este contexto? La creación
de proyectos de innovación educativa preocupados por incorporar a los
medios masivos de comunicación y nuevas tecnologías a la educación,
siendo la educación a distancia o educación virtual una de sus
principales formulaciones, es nota común en nuestras sociedades.
Esto es plausible, en principio, por la expansión tecnológica
que caracterizará a la sociedad, ante lo cual los espacios educativos
no deben quedar al margen, sino responder a ese desafío juiciosa, activa
y propositivamente, dejando atrás la idea de educación como cúmulo
de conocimientos y destrezas provistas de una vez por todas por la escuela en
las primeras etapas de la vida o, a lo sumo, en la formación profesional.
Se necesita diversificar la oferta educativa con diferentes modelos y modalidades
en relación al trabajo, a la preparación científica y humanística,
y a la vida social en todos los aspectos (salud, arte, educación inicial,
geriatría, alimentación, etc.), lo cual empata con la creciente
informatización de muchos procesos económicos y sociales que acelera
la obsolescencia de productos, conocimientos, estructuras de las instituciones,
entre ellas las de educación8.
Incorporar nuevas tecnologías a la educación a través de
modalidades como educación a distancia o educación virtual es
una alternativa útil y valiosa siempre y cuando el centro de la atención
se localice en el sustantivo y no en la adjetivación, en la educación
antes que en la distancia. Esto nos lleva una vez más a la cuestión
de los fines educativos y los modelos pedagógicos como sustento de modalidades
operativas congruentes con la heterogeneidad de los sujetos.
Heterogeneidad que va más allá de grupos de edad y niveles educativos,
sino que refiere también aquellas diversidades que están en la
base de los resultados diferenciales de la educación actual, como son,
entre otras, las diferencias de género, socioeconómicas, étnicas,
laborales, demográficas.
Se hace necesario el impulso de proyectos educativos heterogéneos en
sus contenidos, en sus propósitos terminales y/o propedéuticos,
aunque coincidentes en sus fundamentos pedagógicos, y con el aprovechamiento
atinado, pertinente, de los nuevos recursos tecnológicos, sin mistificaciones
ni deslumbramientos y también sin prejuicios.
La virtualización educativa se enmarca en las tendencias globalizadoras
del mercado y ante ellas debe tener capacidad de respuesta con fundamento además
de pedagógico, social y cultural. Es indispensable no incurrir en la
perspectiva según la cual los sujetos de aprendizaje son simples consumidores
de una mercancía necesaria para su inserción en el mercado laboral
bajo la lógica mercantil y utilitaria.
Trasladadas al universo de la educación, esas tendencias buscan uniformar
criterios curriculares, profesionales y de acreditación destinados a
universalizar la educación conforme a los requerimientos del aparato
económico global. En ciertas esferas del conocimiento y del desempeño
laboral esto puede ser necesario sin lugar a duda, pero también comporta
el riesgo de diseñar e instrumentar nuevas opciones educativas bajo criterios
eficientistas y de rentabilidad, que no de eficiencia y calidad educativas.
Así como es necesario cuestionarnos cómo pueden nuestras sociedades
insertarse en los procesos globalizadores y de tecnologización, en el
terreno educativo es fundamental preguntarnos qué de la virtualización
resulta pertinente a nuestros contextos y necesidades, a fin de recuperar y
afirmar el sentido formativo en todos los planos, consustancial a la educación
y, al propio tiempo, tomar distancia de la fetichización con que la ideología
mercantil magnifica las ventajas de las nuevas tecnologías.
Esto no significa, negar ni desechar los reales potenciales de las nuevas tecnologías
para apoyar los procesos educativos, sino de aunar a ellos el conocimiento de
nuestras realidades latinoamericanas, en las que la diversidad está tan
presente, para fundamentar y diseñar políticas y proyectos educativo-culturales
que orienten la construcción de los latinoamericanos de las próximas
décadas con conocimientos y habilidades prácticas que les permitan
hacer frente a circunstancias altamente tecnológicas, pero también
destrezas intelectuales y cualidades éticas que le permitan ser más
que simios informatizados o alegres robots.
Los medios informáticos, al igual que todo tipo de medios son simplemente
eso: medios, herramientas. No aseguran por sí mismos aquello tantas veces
proclamado: la emancipación y el bienestar humanos. Esta es una tarea
que compromete no sólo al conocimiento científico-tecnológico
y a las destrezas técnicas, sino también, y por encima de todo,
a la racionalidad del ser humano en toda su extensión: su pensamiento
crítico, su juicio ético y su sensibilidad existencial.
Es indispensable que la innovación tecnológica se acompañe
de innovación pedagógica para lo cual es necesario incorporar
los cambios estrictamente técnicos en el marco de proyectos diseñados
y fundamentados desde el campo de conocimientos de la educación y con
el concurso de los actores de los procesos, especialmente los cuerpos docentes.
Innovación tecnológica y pedagógica que no debe ser exclusiva
de la educación virtual o a distancia, tanto por razones psicopedagógicas
(el desarrollo psicoevolutivo, los procedimientos para la enseñanza y
aprendizaje concomitantes, el tipo de contenidos, las mayores o menores posibilidades
de virtualización en cuanto a conocimientos y destrezas prácticas,
etc.) como por razones contextuales (económicas, técnicas y culturales
relacionadas con el acceso y familiaridad con la infraestructura informática).
Para contextualizar socioculturalmente la virtualización educativa sin
mitificarla como un modelo cerrado, acabado, monolítico y aplicable a
toda circunstancia y nivel educativo, resulta útil una reflexión
que invite a desmitificarla, por una parte, y a ponderar sus ventajas y pertinencia
por otra. La noción de “capital cultural” es clave para ello,
pues hace referencia al conjunto de saberes, costumbres, actitudes y valores
que manifiestos en el lenguaje e íntimamente vinculados al pensamiento
hacen posible toda situación educativa.
La educación formal vive una tensión entre una función
reproductora y un papel transformador. En cualquier caso, la educación
no es una esfera separada del contexto social, ajena a las coordenadas sociales,
económicas, políticas y culturales; su acción y su sentido
se entrelazan íntimamente con lo que la sociedad es y con lo que sus
actores proyectan ser.
Así, el capital cultural, construido fuera de los espacios educativos
formales, la escuela por antonomasia, es elemento fundamental para el desempeño,
mejor o peor, de los estudiantes en la medida que se asemeja o diferencia a
la cultura propia de esos espacios y procesos educativos. Aquí radica
una de las principales razones para fundamentar conforme a criterios de factibilidad,
viabilidad y pertinencia pedagógicas los proyectos de educación
a distancia o virtual.
Es decir, no en todos los casos, los estudiantes a distancia, clientes se les
llama en el lenguaje tecno-mercantil que comienza a poblar el discurso educativo,
cuentan con capital cultural acorde a ese mundo de lo virtual para su actuación
académica. Con ello queda en entredicho el supuesto efecto democratizador
de la educación a distancia y se destaca el riesgo de convertirse en
nuevo factor ideológico que legitime y oculte las razones sociales y
globales de nuevas formas de desigualdad y exclusión.
En contraparte, si de impulsar proyectos pedagógicos reales se trata,
donde el compromiso sea formar sujetos constructores de conocimientos y cultura,
de aprendizajes significativos, sabemos bien que un proyecto educativo debe
articularse con las preconcepciones del sujeto9, preconcepciones que construye
el sujeto pero no sólo ni principalmente en la escuela, sino en mayor
medida en los contextos familiares y cotidianos, que son contextos sociales
y culturales; “esos conocimientos son construcciones personales de los
alumnos, es decir, han sido elaborados de modo más o menos espontáneo
en su interacción cotidiana con el mundo…muchos de ellos son previos
a la instrucción”10.
Las transformaciones culturales en marcha ligadas a los usos laborales y cotidianos
de las nuevas tecnologías de información y comunicación,
inciden en el capital cultural de segmentos considerables de la población,
incorporando lenguajes y formas narrativas usualmente extrañas a los
procesos educativos tradicionales, anclados al lenguaje escrito, al medio impreso
bajo procedimientos transmisionistas de información.
La educación virtual, al igual que la educación presencial y cualquier
otra forma de proceso educativo deliberado, comporta una dimensión técnica
pero es mucho más que técnica. Las posibilidades de las nuevas
tecnologías sólo serán activadas en las propuestas de virtualización
a condición de que se enmarquen en proyectos pedagógicos caracterizados
por promover la construcción del conocimiento, lo que exige planes didácticos
concretos apoyados en los soportes tecnológicos que más allá
del discurso promuevan el despliegue de la reflexión, el análisis,
la proposición y la ejecución como procesos para la significatividad
del aprendizaje.
Significatividad que no se refiere exclusiva ni primordialmente al contenido
por sí mismo, sino a las actividades de aprendizaje planeadas a partir
de la claridad de propósitos formativos en todo momento y no sólo
informativos, centrados no en la enseñanza y los contenidos sino en la
promoción del aprendizaje.
Por ello, sin dejar de insistir sobre la prudencia para evitar que virtualización
educativa sea sinónimo de homogeneización, cabe apuntar consideraciones
básicas comunes para su diseño pedagógico como son la necesidad
de atender a:
Propósitos. Estos deben ser congruentes con la complejidad del aprendizaje,
por lo que se requiere orientarlos en tres sentidos: conceptual (dominio de
contenidos temáticos), actitudinal (valores y comportamientos) y práctico
(desarrollo de habilidades concretas).
Experiencias de aprendizaje. La experiencia de aprendizaje resulta de la planeación
y ejecución de actividades concretas (manipulación de objetos,
ejecución de procedimientos, representación gráfica, plástica)
y simbólicas (de reflexión, de pensamiento hipotético,
de construcción de argumentos, etc.) que conjugan pensamiento, lenguaje
y acción. No se trata, pues, sólo de saber, sino también
saber hacer, de saber-se y de saber ser.
El conocimiento como construcción. Es indispensable que las experiencias
de aprendizaje transiten de lo reflexivo (la recuperación de la “experiencia
de sí” y de la propia subjetividad11) a lo analítico (comprender
factores de hechos y situaciones), a lo propositivo (diseñar, planear
rumbos de acción) y a lo aplicativo (ejecución en situaciones
específicas de lo propuesto donde se concreten conceptos y habilidades)12.
Interacción pedagógica. Una educación virtual cimentada
en la construcción del conocimiento, debe poseer un sentido efectivamente
comunicacional en la medida que el aprendizaje es también proceso social,
debe ser entendida como relación activa y expresiva de los sujetos (los
objetos no actúan, lo sabemos, pero solemos olvidarlo y muchas veces
cosificamos las relaciones humanas) utilizando para ellos los medios a su alcance,
no sólo las nuevas tecnologías. Comunicación que no se
limita a la transmitir información entre polos técnicos, sino
al despliegue de habilidades comunicacionales que implican observación,
expresión, escucha, tolerancia, alteridad a través de actividades
de expresión y argumentación13 no sólo escrita, sino con
el uso de diversos lenguajes, para lo cual también las nuevas tecnologías
son muy útiles.
Estas consideraciones devienen como criterios generales comunes que se deben
considerar en todo proyecto de virtualización educativa que se reclame
consistente en lo pedagógico, para hacer del uso de nuevas tecnologías
un potencial creativo y formativo, evitando incurrir en deslumbramientos e inversiones
cuantiosas sin solidez educativa. Esto es parte importante del reto necesario
para hacer de la educación a distancia o virtual una alternativa pedagógica
y no aquello que Kaplún expresa con la metáfora del cajero automático,
la terminal electrónica a la que el estudiante acuda, teclee opciones
de respuestas a preguntas preelaboradas y obtenga a cambio el resultado de créditos
que se sumen a su cuenta en línea14.
Sin embargo, hay que insistir, las posibilidades técnicas de las nuevas
herramientas no garantizan por sí mismas la activación de su potencial
pedagógico y comunicacional, sin el juicio crítico en la toma
de decisiones, en el diseño de proyectos y en el desarrollo de programas
bien puede suceder que la innovación tecnológica sólo sea
un costoso y llamativo ropaje para viejas prácticas. En tal caso, el
interés por la incidencia de la educación en las identidades culturales
derivará en prácticas dislocadas, ajenas a circunstancias y procesos
vivos, a la construcción histórica de identidades.
Precisamente por encontrarnos en procesos de descentramiento y globalización,
el curso de las acciones en el terreno educativo no compete, ahora menos que
nunca, sólo a instancias gubernamentales y tomadores de decisión
investidos desde las altas esferas. En educación participan múltiples
actores individuales y colectivos y al igual que con la formulación de
políticas culturales “no puede ser atribución exclusiva
de los Estados, ni materia de negociación excluyente entre Estado e iniciativa
privada. Lo público no es sinónimo de lo estatal. Las políticas
culturales deben ser producto de una imaginativa concertación social
que, además de los Estados y la iniciativa privada incluya a educadores,
profesionales, trabajadores de la cultura y movimientos sociales. Sólo
desde esta diversidad y pluralidad arribaremos al diseño de políticas
democráticas que afiancen y expandan las libertades de creación
y expresión”15.
Ramón Benítez García
rbenitez@ilce.edu.mx
Noviembre, 2000
* Ponencia presentada en el Congreso Proyección de la Integración
Latinoamericana en el siglo XXI. Mesa IV Políticas culturales e identidad
latinoamericana.
1 Fromm, Erich. Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. FCE,
10ª. reimpresión, México, 1974. p. 96
2 Marcuse, Herbert. El hombre unidimensional. Ed. Joaquín Mortiz. 4ª.
edición, México, 1969. p. 19
3 Por globalización asumo ese racimo de procesos con dimensiones económicas
(integración, apertura de fronteras comerciales, acuerdos regionales,
libre flujo de capitales, transformaciones laborales, etc.), dimensiones políticas
(creación de estructuras jurídico-políticas supranacionales)
y dimensiones tecnológicas de que acompañan e impulsan los cambios
económico-productivos, jurídico-políticos y, algo no menos
trascendente: los procesos culturales
4 “Identidades culturales no contexto globalização”
(Entrevista a Renato Ortiz) en Comunicação & educação.No.
18, maio-agos, 2000. São Paulo. P. 69
5 Ulloa, Alejandro. “Cultura, identidad y comunicación” en
Diálogos de la comunicación. No. 38 FELAFACS. Lima, enero 1994
6 García, Canclini, N. “La globalización en pedazos: integración
y rupturas en la comunicación” en Diálogos de la comunicación.
No. 51 FELAFACS, Lima, mayo 1998. p. 10
7 Puiggrós, A. “América Latina y la crisis de la educación”
en Puiggrós, A. y Gómez, MAlternativas pedagógicas, sujetos
y prospectiva de la educación en América Latina. Fac. de Filosofía
y Letras-UNAM. México 1992. p. 41
8 Cfr. Vizer, Eduardo. “Ante el desafío de la cultura tecnológica.
El camino de los `países subdesarrollados” en Telos.Cuadernos de
Comunicación, Tecnología y Sociedad. No. 37. Madrid, 1994
9 Cfr. Ausubel, David. et al. Psicología educativa. Ed. Trillas, México
1983
10 Varios. “Conocimientos previos y aprendizaje escolar” en Cuadernos
de Pedagogía. No. 188. Edit. Fontalba, Barcelona, enero 1991
11 “Experiencia de sí” que se dinamiza mediante procedimientos
expresivos: narrar-se, juzgar-se, dominar-se, que además de potencial
creativo tiene un necesario sentido autoevaluativo, siempre indispensable para
que el sujeto repiense sus prenociones, recupere sus cualidades favorables e
identifique sus desaciertos e insuficiencias. (Cfr. Larrosa, Jorge. “Tecnologías
del yo y educación” en Genealogía y sociología. Ed.
El cielo por asalto. Buenos Aires, 1997)
Cuestión nodal para la significatividad del aprendizaje al vincularlo
y anclarlo con los conocimientos previos (Ausubel. Op. Cit) como para hacer
de la educación no sólo especialistas en tal o cual campo de conocimientos
sino para también formar sujetos y transformar su manera de concebir
y hacer como profesionistas y como personas.
12 Es fundamental para la significatividad del aprendizaje vincularlo y anclarlo
con los conocimientos previos y contextuales, así como promoverlo con
acciones prácticas que involucren personalmente al sujeto (Cfr. Ausubel.
Op. Cit). Esto contribuye a hacer de la educación no sólo preparación
de especialistas en tal o cual campo de conocimientos, sino también formación
de sujetos al transformar su manera de concebirse y de hacer como profesionistas
y como personas.
13 Los planteamientos y experiencias que nos aportan Daniel Prieto Castillo,
Francisco Gutiérrez y Mario Kaplún entre otros son por demás
ilustrativos y ejemplificadores (Cfr. Kaplún, M. Una pedagogía
de la comunicación. Ed. La Torre, Madrid, 1998 y otras obras; Prieto
C. y Gutiérrez, Fco. La mediación pedagógica. Radio Nederland
Training Center. San José, Costa Rica.
14 Cfr. Kaplún, M. “Del educando oyente al educando hablante”
en Diálogos de la comunicación. No. 37. FELAFACS, Lima 1993
15 Cfr.. La integración cultural latinoamericana. vol III. FELAFACS,
México 1992