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Moño
como siempre, traje café con leche. El poeta Horacio Ferrer bajó la cabeza
al ver pasar el cajón y asintió arqueando las cejas. "En la patria del tango
se cerró el siglo. Su obra -sentenció- fue sencillamente maravillosa." Detrás
de él, la fanfarria Alto Perú, del Regimiento de Granaderos a Caballo, soltaba
su versión del tango "Nostalgias".
Una mujer, quizás
una vecina, quizás una admiradora, le ponía su tono agudo a la melodía de
la banda militar. "Quiero emborrachar mi corazón, para apagar un loco amor...".
No era la única. Sobre compases del tango varias voces dibujaban tímidamente
la poesía. Así empezó la despedida final a Enrique Cadícamo, uno de los compositores
más prolíficos del tango. El "maestro", como le decían, murió el viernes
3 de diciembre a los 99 años, a causa de un paro cardiorrespiratorio. En voz
alta se dijo que el poeta escribió casi 450 letras. A las 10,30 ya había terminado
el velatorio que se estaba realizando desde el viernes a la noche en la sede
de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC), entidad que Cadícamo
contribuyó a fundar. Los restos del poeta estaban en el hall de Lavalle al
1500, rodeados de imágenes de Gardel y Pichuco. Hasta el mismo rostro de Cadícamo
decora una de las paredes de la institución.
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Ariel Ramírez, su presidente,
recordó al Bar-Jama, en esa misma cuadra, donde era común ver a Cadícamo en
rueda de amigos, tomando café y hablando de la familia, "uno de sus temas
predilectos". La fanfarria, dispuesta a lo largo de la calle, interrumpió
el magro tránsito que Lavalle tiene cualquier sábado a la mañana, junto a
familiares, amigos y colegas. Cuando todavía no habían salido de SADAIC, Nelly,
la mujer de Cadícamo por casi 40 años, y Mónica, su hija, se inclinaron sobre
el cuerpo del autor de Garúa. Y lo besaron por última vez. A lo largo
de la mañana, se respiró más emoción que dolor en un acto que se prolongó
en el cementerio de la Chacarita. Si algo no conoció Cadícamo a lo largo de
casi un siglo de vida fueron los hospitales. Semanas atrás, una complicación
renal lo obligó a internarse por primera vez en su vida. Se recuperó, pero
el 26 de noviembre volvió a someterse a los cuidados médicos en la Fundación
Favaloro. De buen ánimo y sin dejar de lado su trabajo, dicen que el miércoles
repasó alguno de los temas de su próximo disco, Cadícamo 2000.
En el entierro, Ramírez
recordó un día de 1965, cuando Cátulo Castillo le agarró la mano y lo puso
delante de un dandy. "Vas a conocer a un gran compositor", le dijo
Cátulo poniéndolo delante de Cadícamo. "Todavía escucho 'La casita de mis
viejos' y es algo que no puede dejar de conmoverme. Nos encontraremos allá
arriba el día que nos toque", dijo delante de un micrófono y bajo un sol
incendiario. Mariano Mores habló con la voz temblorosa. "Siento un gran dolor
en este momento y no puedo dejar de recordar con orgullo y felicidad cuando
trabajé junto a él".»
Clarín,
Domingo 5 de diciembre de 1999.
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