¿Usted
empezó a trabajar también de joven, maestro?
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Lo mío siempre fue un trabajo liviano: era más un entretenimiento
que un laburo.
Y
usted, maestro Cadícamo, ¿qué extraña?
-Cadícamo:
Los cafetines, los cabarets, las gloriosas cantinas del Abasto. Yo dejé
la noche desde que se cerraron los cabarets y se terminaron los cafés
de tango. Pensar que antes me levantaba a las nueve para salir a vivir la
noche, y ahora, a las nueve me mandan a la cama con una sopita (risas).
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Mirtha Legrand: Antes había bohemia, maestro.- María
Elena Walsh: La bohemia era una cosa masculina. Los hombres tenían
"permiso" o se lo tomaban, para vivir la noche.
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Félix Luna: Mi padre, todos los días de su vida -hasta que
se enfermó- salía de casa, después de cenar, se iba al
club a jugar a las cartas, al billar, y después volvía, a la
una de la madrugada. Todas las santas noches.
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María Elena Walsh: Mi padre también salía... Pero
las mujeres, salvo las que trabajaban como actrices, bailarinas, coperas o
lo que fuera, no eran de disfrutar del ocio o el intercambio intelectual.
Podíamos ver a los muchachos, en mi caso, a los poetas, pero a las
nueve en punto debíamos estar en casa.
-Cadícamo:
Es que cambiaron las costumbres, y por ende, cambió la esencia
a la que cantaba el tango. No hay clima, no hay ambiente. No me imagino hoy
un tango que hable de un guapo que come yogur o tome agua mineral. Y aunque
ahora los muchachos peleadores se siguen pegando a la salida de una cancha,
es otra cosa. En aquellas épocas había un culto al coraje. Y
tampoco el tango que cantaba a las callecitas estrechas de los barrios, podría
dedicarle ahora letras a las autopistas o al peaje.
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Mirtha Legrand: La Argentina del tango o del folklore era un país
más despoblado, pero más tranquilo, con menos agresiones. Todo
era más placentero, más agradable. En eso sí que cabe
aquello de que todo tiempo pasado fue mejor. Evidentemente, la televisión
ha cambiado todo. Ver tanta violencia, tanta agresión...
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Mirta Legrand: Perdone que le pregunte, pero ¿de dónde es
usted , maestro?
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Cadícamo: De Rodríguez, pero como no había registro
civil, me anotaron en Luján. Entonces se armó un lío
entre los dos pueblos. Parece mentira, se disputaban mi cuna...
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Félix Luna: Deje que discutan, don Cadícamo, Aristóteles
decía que siete ciudades griegas se disputaban la gloria de ser el
lugar de su nacimiento. De todos modos, su ciudad era Buenos Aires.
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Cadícamo: ¡Era maravillosa! Yo solo me dediqué a contarla.
Si de París nos vinimos disparando porque esto estaba mejor. teníamos
buena moneda, buenos lugares a donde ir. Buenos Aires era la "petite
París".
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