"Crónicas de historias aun por ocurrir, o de cómo intentar cien mil veces lo absurdo sin conseguir lo imposible".
 
Capitulo VIII

EL GOLPE.

 

1.- En donde surgen los problemas

La chica sabía lo que hacía. La chica sabía que si coges el autobús número 37, te paras en la Alameda de los Curas y entras en el portal adecuado encontrarás lo que buscas.

O no, claro.

La chica se llamaba Eustaquia María de las Muy Putas, pero ella había adoptado el nombre artístico (y corto, claro. Probad a decir Eustaquia María de las Muy Putas mientras os correis y comprendereis el razonamiento de la chica) de Mary MP. La chica tenía un trabajo de esos por la noche en el que los nombres artísticos son necesarios. Muchas llevan esa doble vida, niñatillas de instituto de día y 10.000 y la cama de noche. Fue esa doble vida la que la llevó a la oficina. La que la llevó a mí.

Ahora se me hacen difíciles de recordar aquellos días, pero esta parte permanece incolume en alguna parte de mi malgastado cerebelo (el vino de misa, ya sabeis). Preguntadme quién ganó las elecciones catalanas de ese año y os contestaré con un interrogante, pero preguntadme por Mary MP y os contaré una historia... de esas que le gustan a vuestro abuelo el viejo verde, o a los adolescentes que enderezan plátanos muy a menudo.

Mary MP trabajaba en Calle Camas todas las noches, al servicio de un chulo llamado Felix Luis que se hacía llamar Mr Zipote (por la falta del mismo, evidentemente). No lo hacía por vicio. Lo hacía para pagarse su colección de mangas. Y, cuando tuvo demasiados mangas, lo hizo para pagarse su colección de europeo. Y cuando tuvo demasiado de todo eso, lo hizo para pagarse un almacén para meter los tebeos que ya no le cabían en la casa ("¡métete los tebeos de mierda por el culo!" Le dijo amablemente su madre). Y cuando tuvo el almacén, siguió haciéndolo, porque estaba enamorada de Felix Luis y no quería dejarle sólo. Toda esa mala vida, de 10 de la noche a 6 de la mañana todos los días le trajo problemas.

Y los problemas la trajeron a mí.

Eran las dos de la tarde de un día lluvioso de octubre de 1999 cuando Mary MP llegó al viejo edificio de la Alameda de los Curas en el que yo tenía mi oficina, casa y picadero (bueno, cuando picaba, claro). No llamó al portero electrónico porque no existía, y no cogió el ascensor porque tampoco teníamos de eso en el viejo bloque de oficinas-casas-picaderos-puestos- de-venta-de-drogas. Pero sabía a dónde iba y subiendo las escaleras llegó al séptimo piso y vio la placa que rezaba "Juan Pablo II, Papa" y más abajo y en pequeñito "detective privado" (y más abajo y aún más pequeñito ponía "Pacorro quiere a Luci", pero eso nunca me afectó demasiado). Una vez llegó, respiró, se atusó la peluca ("los rizos les encantan a los marineros" le decía siempre Mr Zipote a Mary) y llamó. Llamó a la puerta.

Y así empezaron mis problemas.

-mmmmm- dije yo, en un estado... somnoliento (bueno, llevaba encima un resacón del copón, pero eso no le interesa a nadie)- un ratito más, porfaaa....

Pero los golpes en la puerta perseveraron nerviosos, uno detrás de otro y luego otro más. Me estaban reventando la cabeza, así que me levanté (aún no sé cómo) y abrí. En cuanto la ví, con esos pantalones de lycra, ese top de papel higiénico y esas bragas que se le traparentaban y que eran tan pequeñas pensé que la prostitución infantil era un gran problema social (mentira, que lo que pensé fue algo así como "jooooooder que culooooo" pero con más vocales)

-mmm... Pase, por favor- le dije, señalándole mi despacho-cocina-dormitorio- suite-del-amor-si-se-tercia. Busqué en mis bolsillos y me encendí un pitillo sin preocuparme de encontrar el cenicero. Total, nadie notaría otra colilla en el suelo.

-Tengo un problema- dijo ella con un vozarrón de camionero de esos que beben más alcohol que gasolina gasta su camión- Me han dicho que usted es el único que puede solucionar este tipo de problemas-

-Te han informado mal, muñeca- dije, intentando sonreír de medio lado, lo cual es bastante difícil si la noche anterior te has bebido un par de botellas de vodka (la segunda en especial me había sentado muy mal)- yo no soluciono problemas. Al final siempre llegan a mí, pero no los soluciono.

Y era cierto. Yo había ganado un poco de fama cuando conseguí enchironar de por vida (tres semanas, para ser exactos) a Pinochet (la prensa nunca me lo reconoció, no obstante), pero esos días habían acabado. Ahora me dedicaba a perseguir a maridos infieles, pero estaba claro que ese no era el tipo de problema que se me presentaba envuelto en unos pantalones dos tallas demasiado pequeños. Me di la vuelta y le miré el culo con lascivia. Desde luego, si iba a sacar algo bueno de todo esto, sería ese culo.

-Lo siento, cariño, pero tendrás más suerte si preguntas a tu ángel de la guarda- dije, haciendome el interesante.

-Pe-pe-pero es que usted no lo entiende- me dijo ella con un toque de desesperación en la voz- Si no me ayuda, sé que moriré pronto. Han amenazado con matarme, y sé que va en serio. Mi chu... novio no quiere oir hablar del asunto, y tampoco es capaz de manejarlo. Le necesito.

-Oh, demonios- dije, intentando fijar la visión en algún sitio- a las pu... chicas como tú siempre las amenazan de muerte tarde o temprano. A veces un cliente posesivo, a veces el chu... novio. No es el tipo de cosas que hago yo. Si de verdad estás asustada, deja la ciudad.

-Pero es que no puedo- dijo ella, que con esa voz parecía que estaba imitando a chiquito- No puedo dejar a Zipote, mi chu... novio. Sé que no sobrevivirá sin mi.

Así que esa era la cuestión. La chica se había enamorado de su chulo y quería que yo la sacara del aprieto, fuera cual fuera éste. Todos mis devaluados sentidos me gritaban que no, que era un problema del que no podría salir. Al final acabaría enamorándome (con ese culo, era inminente) y ella acabaría yéndose con su chulo. Sabía que cometería un error si decía...

-Bueno, vale. Pero serán cien mil para empezar y quince mil al día hasta que se acabe. Los gastos van aparte-

-Oh, gracias- sollozó, lágrimas de agradecimiento en sus ojos mientras sacaba un fajo de billetes que no me molesté en contar- Tome. Es todo lo que llevo, pero le pagaré el resto en cuanto empiece.

-Bien. ¿Y de qué se trata?- pregunté, inmerso de nuevo en mi profesionalidad, en un lío que sabía que al final acabaría mal- ¿Quién amenaza a estos ricitos de oro?

-No.. no lo sé- dijo mientras se enjugaba las lágrimas con un cleenex que yo había dejado allí tirado y me alargaba un par de notas anónimas- No sé quién es. Eso deberá averiguarlo usted también.

Me puse las gafas de cerca para leerlas, y si pensaba que estaba metido en un embrollo, al ver las palabras, la caligrafía de las dos notas, mis preocupaciones se dispararon al infinito. Las dos eran muy parecidas. La primera decía "Te voy a matar y luego te follaré". Mal comienzo. La segunda me dio el golpe de gracia. "Eres lo peor", decía. Conocía perfectamente al hombre detrás de aquel turbio asunto y sabía que no quería seguir, pero había dado mi palabra y fingí no saber.

-¿Dónde las encontraste?- le pregunté

-Aparecieron en mi pupitre en el instituto-

-¿En el instituto? Pareces mayor...-

-Sí, pero mi... estilo de vida no es demasiado bueno para los estudios- todas dicen lo mismo.

 

2.- En donde los problemas son apartados con un golpe de mano.

En diez minutos despaché a la chica. Ya había averiguado bastante. Se llamaba Mary MP, y eso, con las notas, era suficiente para empezar. En cuanto se fue me empecé a preparar para el trabajo. Me lavé, me puse el peluquín (todos los papas son calvos, recordad) y la chupa de cuero negro, me tomé un Alka-Seltzer y esperé un par de horas a que se me pasara la resaca. En cuanto me sentí capaz de andar un rato sin que mis intestinos protestaran, me lancé a la calle.

¿Cómo se atrapa a un ladrón? Eso es fácil. Lo he hecho miles de veces. Sólo hay que encontrarlo y ponerle una pistola en la frente. Pero, claro, Siniest no era un ladrón. Cuando ví las notas, supe que eran suyas. Esa letra, esa falta de signos de puntuación. Ese "Eres lo peor" le delataban. Siniest. Habíamos sido amigos, pero al final quedó claro que él estaba absolutamente chiflado y yo sólo pude alejarme, incapaz de impedir que hiciera daño a cualquiera que se topara con él. Empezó como uno de esos psicópatas que persiguen mujeres a lo largo de la Gran Vía. A veces las mataba, claro, después de violarlas. Pero eso no le hacía especial. Los hay a patadas en esta ciudad. De algún modo, Siniest consiguió encumbrarse. Su incapacidad para formar una frase gramaticalmente coherente o un pensamiento (aunque fuera único) no le impedieron medrar. Y ni su obesidad, ni su fealdad, ni su halitosis, ni siquiera el hecho de que pasara más de ocho horas al día masturbándole le impidieron convertirse en el puto amo de la puta ciudad. Empezó como muchos, manejando a una panda de subnormales como él que vendían mierda en las afueras y acabó consiguiendo que nadie moviera un dedo sin que él lo aprobara. ¿Cómo lo hizo? Eso no lo sé, pero lo consiguió. Y además, lo consiguió manteniéndose en la sombra, porque pese a controlar toda la ciudad muy pocos conocíamos su nombre. Pero el problema no era averiguar cómo lo hizo, sino pararlo. Detenerlo. Así que estábamos en las mismas. ¿Cómo se atrapa a Siniest?

Mi primer movimiento, con el dinero de la chica en el bolsillo, fue pegarme un atracón en el restaurante más caro de la ciudad. Lo regué con un par de botellas de tinto y cuando me presentaron la cuenta salí por patas pese a tener dinero de sobra. La costumbre, supongo. Luego me dirigí al único lugar en el que tenía un amigo. El psiquiátrico "Santa María para locos pobres de esos que son tan peligrosos que no se les puede dejar en la calle de Todos los Santos" estaba tan sólo a tres manzanas y fui andando. El edificio estaba mucho peor de lo que recordaba. Por ejemplo, la fachada había dejado de existir, y el olor a orín era perceptible no desde el vestíbulo, como antes, sino desde la entrada a la calle. Además, las monjitas habían decidido dejarse de rezos y tonterías y habían comprado una buena remesa de fusiles AK-47 (Seguro que Siniest había tenido algo que ver) para mantener a raya a los pacientes, a sus familias y a cualquier transeunte que andara de modo raro. Intentando mantener la compostura, entré y me dirigí a la recepción (Sor Recepción, 100 kilos de monja ahora armada con granadas y una metralleta). El regateo fue duro, pero al final conseguí que aceptara el soborno de 25.000 lúas para soltar a mi amigo.

-Venga, Nicolasín- le gritó Sor Recepción con esa voz que había hecho llorar a más de un héroe de guerra (los héroes de guerra locales siempre acababan en el antro de Sor Recepción, una de las razones para que me hiciera pacifista de toda la vida)- Hoy toca recreo y puedes salir a la calle. Si no me lo devuelves en dos días te corto los huevos y me los como- Me dijo en un susurro. Sabía que yo era consciente de que no estaba usando ningún tipo de metáfora.

-Ohh, no. No quiero salir. Aún no estoy curado- Esa era la voz de mi amigo, Nick "The Man" Savage- ¡Coño, el papa!

-Venga, Nick- le dije, ocultando del mismo modo que él lo hacía mi alegría al verlo- Tenemos trabajo.

-Coño, Juanpa- dijo él animoso- Contigo, siempre.

Salimos a la calle y nos fuimos a una tasca en la que nos pusimos ciegos de ginebra durante las dos horas siguientes. Hablamos de muchas cosas y al final le dije que andaba detrás de Siniest.

-Mira, Juanpa- dijo él- Tú sabes que si nos ponemos, en un par de meses le tumbamos el tinglado al Siniest ese de pacotilla. Pero ¿Para qué molestarse? Seguro que entremedias nos parten la cara un par de veces.

-Lo siento, Savage, pero dí mi palabra- le dije, intentando parecer firme.

-¡Venga ya!- me contestó escéptico- ¿Desde cuando tienes tú palabra? Lo único que tienes son ochenta mil lúas en el bolsillo y un problema del que huir.

Me reí, claro. Savage seguía viendo a través de mí. Por eso éramos amigos, claro.

-Jajaja- dije sin poder contener la risa- Nunca te pude engañar. Entonces. ¿Te vienes?

-Coño, pues claro-

Y así fue, amigos, como engañé a Mary MP y le robé el dinero que me había dado. ¿Cuánto alcohol y cuantas putas se pueden pagar con ochenta mil pesetas? Yo tampoco lo sabía entonces, pero mientras Nick y Yo, Juan Pablo II, señor del universo (en excedencia) cogíamos el bus para Benalmádena, estaba seguro de que al final lo averiguaríamos.

 

3.- A modo de epílogo

Bueno, algunos de vosotros estaréis diciendo que no debí abandonar a una chiquilla tan apetitosa y tan desvalida como Mary MP frente a Siniest. Si os interesa, os diré que contra todo pronóstico (aunque los pronósticos no valen para nada en MaGa, nuestra querida ciudad), Mary acabó consiguiendo la ayuda de alguien más listo que yo, un tal Kita Prenda que era el transexual con más cojones de todo el puto barrio chino y que consiguió ponerle el intestino (el delgado, creo recordar) de corbata a Siniest. Así, cada uno tuvo lo que merecía. Mary pudo seguir con su chu... novio y su vida de siempre, Kita Prenda se hizo la nueva ama de la ciudad y le cortó la polla a cualquiera que le dijera que era más fea que pegarle a un padre paralítico y Siniest al fin consiguió la parcela que siempre había deseado en el "Cementerio ese apartado para muertos con los que las personas normales no quieren descansar en paz"

Y, claro, Savage y Yo follamos, bebimos y fumamos lo que pudimos y un poco más. Este es un final feliz, chicos. Aprovechadlo porque no vereis muchos en vuestras vidas.

Extraído de "Crónicas de historias aun por ocurrir, o de como intentar cien mil veces lo absurdo sin conseguir lo imposible"
® ed Vaticana 2004.
 
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