CRÓNICAS DE HISTORIAS AÚN POR OCURRIR
(O DE CÓMO INTENTAR CIEN MIL VECES LO ABSURDO SIN CONSEGUIR LO IMPOSIBLE, PESE A ARRASTRAR EL RIDÍCULO)
 
CAPÍTULO 18: EL ATAQUE DE LA VACA LOCA
(Aikido-ing to death in Zaragotham)
 

0.- Prólogo.
 

Si me hubieran dado un golpe fuerte en la nuca con una edición en rústica de las obras completas del plasta de Proust y luego me las hubieran leído palabra por palabra, desde el principio hasta que Albertine, abrumada por la verborrea, se pega un tiro, probablemente el dolor de cabeza no hubiera sido tan grande. Una cosa que nunca te dicen de los viajes en el tiempo es que luego vas a tener que correr a enterrar la cabeza en hielo. Cuando me preparé para mis merecidas vacaciones en 1726 estudié mil y una formas de no matar a mi abuelo y todo lo demás de la continuidad, pero a ninguno de esos escritorzuelos de ciencia ficción se les había pasado por la cabeza lo realmente importante. A la mierda, qué estafa de noveluchas, perdiéndose en los detalles de las pistolas atómicas y olvidando poner los kilos de aspirinas necesarios.
 

Claro que también podría haber sido culpa del vodka de la noche antes.
 

La noche anterior había decidido celebrar mi venturoso regreso a lo que podría llamar actualidad. Unos pocos amigos escogidos, lo mejor de cada casa, me acompañaron a saludar la plaza de la merced con una botella de vodka en oferta en la mano. En efecto, mi amigo el mechero y mi no menos amigo el tubo de cristal de la suerte me acompañaron en una velada de pensamiento en abstracto mientras un montón de efebos imberbes perdían la sobriedad sin elegancia ni buen gusto a mi alrededor. Al día siguiente no me importaba demasiado saber si el dolor de cabeza era por el viaje temporal o por mi debilidad para con la fanta de oferta, pero me sentía inclinado a culpar al viaje. Al menos aquéllo no había sido idea mía.
 

Así que allí estaba yo, con la madre de todos los jet-lags aporreándome las sienes y dispuesto a sumirme en una jornada de alka seltzer cuando de repente alguien llamó a la puerta. Por alguna razón, los ojos se me fueron al baúl en el que antes había guardado mi fiel Barra de Acero de Dos Metros (BADM ®). Pero ya no estaba allí.
 

Luego todo se volvió confuso.
 

1.- Cómo jugar con fuego.
He was a boy, she was a girl
Can I make it any more obvious?
 

-Y así- dijo Eme mientras giraba el mando de la hornilla, apagando el fuego súbitamente -Es como se hacen los mejores montaditos de lomo de toda Zaragoza.
-Me cago en la hostia, Eme- blasfemé yo, bastante contrariado -¿Y me has traído hasta aquí para enseñarme un puto fogón?
 

Apenas habíamos tenido oportunidad de hablar durante el viaje. Casi mil kilómetros, que de otro modo se hubieran llevado muchas horas, nos habían llevado apenas una hora en la potente fragoneta de Eme. Sólo Eme, ya no era agente de nada. Hacía demasiado tiempo de eso. Pero todavía conservaba su fragoneta, y si mi memoria no me engañaba, había seguido añadiéndole mejoras durante mi ausencia. La última vez ninguna mano mecánica me había abofeteado al intentar encender mi mechero. Entre eso y mi dolor de cabeza, acentuado por la manía de Eme de derrapar en las curvas, no me había sentido con ánimos de preguntarle el por qué de tanto alboroto.
 

-No, claro- dijo, el semblante grave. Entonces supe que me iba a liar para alguna alocada empresa -En realidad te he traído para un asunto de la mayor importancia.
-Más te vale- contesté, poniéndome digno -He dejado asuntos graves en Necromálaga.
-Por la cara que tienes hoy, diría esos asuntos incluyen alguna urgente visita al lavabo.
-Copón, Eme, ¿Quieres que te ayude o prefieres que me vaya a tomar esa cerveza que tanta falta me hace?
-Esta bien, pero deja de interrumpir.
 

Gruñí un poco, pero más por costumbre que por otra cosa. En realidad todo aquel misterio prometía ratos de diversión y contribuía a despejar la tormenta de mi pobre cabeza. Por eso decidí mantener silencio mientras Eme me iba contando la triste historia de cómo se había quedado desamparado tras un desagradable incidente con una jovencita y una webcam, lo cual había resultado en una agria discusión con sus antiguos jefes en las que ellos habían sido incapaces de comprender que, si no le mandaban ningún trabajo, lo más lógico era desarrollar su personalidad por otros cauces. Al final, tras algunos reproches y alusiones malintencionadas, Eme había dado con sus huesos en el paro y, como por aquél entonces yo no estaba allí para buscarle el preceptivo chollete en la administración eclesiástica, se las había tenido que ingeniar. Y dio en pensar que podría sacarle algún provecho a Juanmito, que después de todo llevaba años sin hacer nada útil por nadie. Se decidió a sacarle sus miles de recetas de los más exóticos platos (aunque deshechó aquéllas que medían las cantidades de los ingredientes en quintales), por no hablar de sus contactos en el mundo de los proveedores cárnicos. Y con unos ahorrillos que se había sacado vendiéndole a Siniest fotos guarras de frikis alocadas (aunque, por supuesto, yo sabía que las fotos eran en realidad de inmigrantes rumanas; toda persona cabal sabe que las frikis alocadas de internet son sólo camioneros de cuenca que buscan efebos despistados para pasar las duras noches en la carretera) montó un restaurante en su Zaragoza natal.
 

-Y la verdad es que no me va mal- me dijo con satisfacción -Aquí estoy ganando un dinero importante, y puedo invitar a las niñas a una tapita. El otro día estuve a punto de ligar con una morena bajita que...
-No me lo digas- le interrumpí -Una morena bajita que salió corriendo.
-Coño, Juanpa, se ve que sigues manteniendo la infalibilidad de siempre.
-Uno que sabe.
-Bueno, pues el caso es que todo va de puta madre. Pero últimamente suceden cosas de lo más extraño por aquí.
-¿Qué tipo de cosas? -pregunté yo, metiéndome ya en el misterio.
-Me desaparecen los filetes de la despensa, mayormente.
-Hum...- dije yo -Esto tiene muy mala pinta, Eme. Pero que muy mala.
-Lo sé. Tendrías que ver lo mal que queda un serranito sólo con lechuga y mayonesa de bote.
-Bien, tengo un plan para estos casos. Pero antes es necesario que...
-¿Qué? -dijo Eme, casi rogando.
-Que me pongas una caña y una de boquerones en vinagre. Pienso fatal con el estómago vacío.
 

2. En la oscuridad.
This looks like a job for me
So everybody, just follow me
 

Se ha escrito mucho sobre cuáles son los métodos de un investigador de lo anormal. Circulan por ahí libros y libelos que pretenden explicarlo todo. En realidad todo son principalmente chorradas escritas por tipos que no tienen ni idea. Yo, por mi parte, a esas alturas de la vida que ahora cuento, tenía ya unos rudimentos. Y así maquiné un astuto plan a mi entera satisfacción. Básicamente, Eme era un buen tipo, pero no alguien con quien se pudiera hablar durante más de media hora sin que se te secara la lengua. Por lo tanto, mejor solo que mal acompañado, le pedí que lo dejara todo en mis manos y esa misma noche me planté en su bar, dispuesto a resolver el misterio.
 

A eso y a atacar vilmente los barriles de cerveza. Aproveché la ocasión para cumplir un sueño que acariciaba desde mi juventud. Como el muy mamón de Eme había cortado el gas por la noche, me tuve que apañar con los quicos y el poco jamón que pude cortar con mi pobre técnica (un arte milenario no apto para legos), pero entre eso, la cerveza y una botella de absolut que el muy bribón había escondido debajo de la barra, detrás de los zumos de piña, me dispuse a pasar lo que por otra parte se dibujaba como una larga noche de guardia. Habrá, quizás, quien diga que mi plan era obvio, pero sin duda ya les gustaría ser capaces de echarle el guante a semejante festín por la patilla.
 

A lo largo de la noche, sin embargo, la dura tarea que me había echado sobre los hombros (me había prometido beber unos 10 litros de cerveza antes de que amaneciera) fue haciéndoseme cada vez más pesada. Fue un error de principiante (todo el mundo sabe que la cerveza se soporta mejor si no se come nada, pero yo me empeñé en los fritos de maíz, por los que siempre he sentido una preocupante debilidad) en el que caí como un incauto. En algún momento, me avergüenzo ahora al recordarlo, debí de quedarme dormido. Pero no tanto como para bajar la guardia. Hacía mucho tiempo que era incapaz de cometer semejante imprudencia.
 

El primer ruido, que me despertó, venía de la cocina. Al principio pensé que se me había hecho de día en semejante postura y comencé a pensar una excusa razonable que presentarle a Eme ante el estropicio que le había montado. Alguna batalla sin cuartel en la que había tenido que servirme de las albóndigas con tomate para defenderme. Pero pronto me di cuenta de que la ocasión que esperaba se acababa de presentar ante mí. Nuevos ruidos en la cocina consiguieron despertar mis instintos de supervivencia y, con gran sigilo, me acerqué a indagar.
 

Mi memoria es reacia a recordar lo que ví. Los ruidos que hacía la bestia eran de por sí terroríficos, capaces de temblar el ánimo de alguien con menos experiencia que yo. Pero su visión, contemplar lo que contemplé aquella noche... ah, eso no se lo podría desear ni a mi peor enemigo (bueno, quizás sí, pero sólo durante unos segundos). Arrodillado, o arrodillada, como más tarde descubriría, cerca del congelador donde Eme guardaba la carne, estaba un ser inmenso, desprovisto de forma y de modales, pero no de dientes. Precisamente eran las salvajes dentelladas sobre la carne aún dura por el frío lo que me había despertado. Además de la lógica dentera que provocaba el hueso sobre el hielo, la bestia se las apañaba para darle a sus actos un caracter primario. Era grande, olía mal y bajo lo que parecían ropas negras sólo una observación muy bienintencionada podía adivinar formas vagamente humanas. Tal abominación debía ser erradicada de la faz de la tierra, por el bien de la humanidad y, más importante, para que yo pudiera dormir de nuevo. Me decidí a actuar.
 

-Alto ahí, bicho -bramé con la voz que Diso me ha dado y que tan famosos había hecho mis sermones hacía ya tiempo- Sólo conozco a una persona que coma de esa manera, y con Juanmito ya tenemos bastante. Prepárate para morir.
 

Y mientras la bestia se daba la vuelta, con una rapidez sorprendente para el tonelaje que debía desplazar en su emepño, me di cuenta del terrible error que había cometido.
 

Mi BADM® no estaba lo que se dice a mano.
 

3. Back to Basics.
My daddy was a bankrobber
But he never hurt nobody
 

No fue justo. Ni siquiera tuve una oportunidad, y si hay algo que no vaya bien para el dolor de cabeza se trata de los golpes en la cabeza. Eme coincidía conmigo, aunque tuvo que esforzarse para comprender el papel que en todo ello jugaban los seis litros de cerveza que echaba en falta.
 

-Fue algo terrible de verdad -dije yo, sin faltar a la verdad -Se abalanzó sobre mí y luego se amorró al grifo de la san miguel como si viniera del Paris-Dakkar y la sed lo fuera a matar.
-Es raro. Nunca había tocado la bebida.
-Probablemente le puso nervioso vérselas conmigo y decidió calmarse con eso- mentí como un bellaco, y él pareció darse por contento.
 

Lo cierto es que apenas recordaba nada de la noche anterior. Dije lo que dije a la bestia y a partir de ahí sólo pude ver cómo Eme me despertaba azorado. Probablemente un corte que tenía en la frente había contribuido a su nerviosismo. Aún hoy, sólo recuerdo que esa negrura informe y maloliente se me vino encima sin venir a qué (total, yo sólo la había provocado un poquitín de nada) y luego, fundido a negro y hasta mañana.
 

-Ah, Eme. Te diré algo. Si esa bestia me hubiera pillado con mi vieja BADM® en las manos... Bueno, entonces yo habría podido devolverle los golpes.
-Mierda -La cara de Eme se volvió blanca al instante, como si se avergonzara de algo -Juanpa, he de pedirte disculpas. Fue un terrible error.
-Ya te digo. En realidad mis músculos han sido sobrevalorados merced a mis sorprendentes victorias sobre la escoria. Sin mi Barra de Acero de Dos Metros no soy nadie.
-No, no es eso. Verás, cuando tú...
-¿Si?
-Cuando tú... esto... desapareciste. Bueno, alguien se tenía que hacer cargo de la BADM. Nunca la utilicé, no me habría atrevido. Pero la guardé. Aún la tengo colgada en el salón de casa.
 

Me faltan las palabras, y le hubieran faltado a cualquiera en mi situación, para explicar con exactitud lo que sentí en aquellos momentos. No pude echarle en cara a Eme su falta. No había nada comparable a la inmensa satisfacción de saber que mi querida BADM estaba a salvo, guardada por un amigo. Hubiera soportado la jaqueca que tanto me dolía y un poco más sólo por saber eso. Pero la expectación de tenerla en mis manos en poco tiempo... por eso hubiera soportado alegremente años de jaquecas. Mirando atrás, probablemente lo hice.
 

-Copón, Eme- dije, tartamudeando -¿Cuándo pensabas decírmelo? ¿Esperabas, acaso, la oportunidad de depositarla sobre mi tumba?
-Ay- dijo él mientras yo le empezaba a dar capones certeros -Ya he dicho que fue un error...
 

Poco después la tenía en mis manos. Reconocí las muescas que los huesos bajo la carne de mis enemigos habían dejado en su superficie, perfectamente lisa al principio. Saludé de nuevo a la mancha de sangre que nunca salió tras mi singular combate con el pérfido Garrison. Lloré, me sequé las lágrimas y volví a llorar. A veces he pensado que la BADM® tenía más de mí que yo mismo, y si en ese momento no saltaron chispas será porque las chispas no han saltado nunca. Por fin volvía a tener mi destino en mis manos, y mi destino medía dos metros y tenía el aspecto amenazante de una barra que podía partirle la cara a cualquiera.
 

-Ah- dije, embriagado por la emoción -Esto ya es otra cosa. Esta noche no se me escapará el bicho.
-Más me vale- dijo Eme pensativo, ajeno a mi conmoción -Me estoy quedando sin negocio.
 

Pasé todo el día practicando mis técnicas secretísimas de combate (en realidad, y en confianza, se trata de gritar mientras mueves la barra en plan amenazador... nunca tuvo mucha historia) y el poco tiempo que me sobró tras el reencuentro lo dediqué a sablearle vilmente a Eme sus últimas reservas de tinto de verano. Qué demonios, había que celebrarlo. No creo que le importara el saqueo a la máquina de tabaco.
 

De nuevo, la noche me pilló amorrado al grifo de cerveza. A esas alturas le había cogido el truco y la emoción del día consiguió dormirme antes. Pero, fieles a su cita, los ruidos de la bestia me despertaron de nuevo. Para variar, cuando palpé con mi mano pude aferrarme al fiel acero. De nuevo, tras el inevitable sobresalto, me dirigí con precaución hacia la cocina.
 

Allí estaba de nuevo la bestia. La experiencia no me había hecho menos vulnerable y otra vez sentí náuseas ante la grotesca estampa. Aquella noche se había decidido por una merluza congelada que Eme había planeado servir bien frita al día siguiente. No podía permitirlo. Tampoco podía resistir la tentación de una buena pelea a media noche.
 

-Ah, malandrín, no vemos de nuevo- bramé, lleno de confianza -Verás cómo hoy cambiaron las tornas.
 

Esta vez, al menos, pude ver cómo la gigantesca masa negra se abalanzaba sobre mí. De repente, un rayo negro se apoderó de mi brazo y dí con mis pobres huesos en el suelo. La BADM rodó peligrosamente lejos de mi brazo, pero una rápida pirueta aprendida en mis tiempos de funambulista pudo devolvérmela. Me levanté con esfuerzo para encarar una segunda embestida. En esta ocasión la caída fue más dolorosa, ya que había intentado, infructuosamente, prepararme. La bestia tenía una terrible agilidad de movimientos, una sorprendente capacidad para revolverse y lanzarme por los aires que me comenzaba a enervar (en el buen y, por supuesto, castellano sentido de la palabra).
 

-No perturbarás mis planes- dijo entonces el temible bicho. Me sorprendió que fuera tan humano para hablar, y mucho más que hablara en femenino -Esta merluza es mía.
-Ah, no- repliqué, mientras intentaba colocar de nuevo en su sitio a una costilla díscola que se me había traspapelado con el jaleo -Diso sabe que esa merluza me la he de comer yo con una cervecita, festejando con mi amigo Eme tu derrota, mala mujer.
 

De nuevo embistió y de nuevo se las arregló para desplazar mi masa con la suya, para agarrar mi brazo y lanzarme vilmente hacia el duro suelo, con el cual, a estas alturas, yo estaba ya cerca de establecer franca amistad. Poco a poco fue filtrándose en mi cabeza la necesidad de mantener a la bestia lejos de mí para evitar que me revoloteara alegremente por toda la cocina. Sin embargo, aún me quedaba un buen rato de lucha. Varias veces más consiguió aquella fétida e inmensa bola de grasa sorprenderme sin que yo fuera capaz de darle un golpe. Muchas veces lancé mi BADM® hacia el vacío aquella noche. Sin embargo, sentía que a cada lance la situación me iba favoreciendo. Finalmente, conseguí acertar un golpe en aquella mole. El siguiente fue directo a su testa, que cubría con un inmenso pasamontañas negro. El tercero la dejó postrada a mi merced.
 

De repente, se encendió la luz en el bar. Aquéllo, he de reconocerlo, me despistó, y la bestia supo aprovecharlo. Se lanzó sobre mí y me dio un mordisco en el muslo izquierdo (que, no es por nada, pero bien apetitoso que lo tengo) que todavía tengo la cicatriz. Azorado, intenté recuperar la compostura mientras una silueta se dibujaba en la entrada a la cocina.
 

-¡Pero qué demonios...!- bramó mi amigo Eme -¡Juanpa, resiste!
 

Se lanzó en mi ayuda y mientras distraía a la bestia yo pude recomponerme y prepararme para asestarle el golpe de gracia (tiene muchísima gracia meterle a alguien dos metros de acero por el culo, de verdad). Sin embargo, la voz de Eme me detuvo justo cuando yo estaba ya preparado para rematar la faena.
 

-¡Detende, Juanpa!- gritó alocadamente -Ésta es...
-Sí, soy yo- dijo la deforme mujer con voz entrecortada.
 

Miré la escena y no pude esconder mi asombro. Ante mí, la bestia se quitaba el pasamontañas y descubría su rostro, terriblemente pálido (y no menos terriblemente fea, si queréis mi opinión), mientras las lágrimas afloraban con total libertad en el rostro de Eme. No podía entender nada y lo dejé claro.
 

-¿Pero qué demonios pasa aquí? ¿A qué tanto escándalo, Eme?
-Juanpa... tú no puedes comprenderlo, pero... ésta mujer es Ele, la dama que puebla mis sueños.
-Me cago en la hostia, Eme, ¿hace cuánto que no vas al oculista?
-Sí, lo sé, es fea y de trato desagradable, pero el amor no entiende de tales asuntos. Yo... la amo con toda mi alma desde que me vaciló en un foro de internet.
-Conozco un lupanar con muchachas bien monas y no demasiado caro, Eme...- dije yo, apesadumbrado por el terrible gusto de mi amigo e intentando, en lo posible, corregirlo, o al menos desviarlo.
-Es inútil.
-Oh, Eme- dijo entonces la tal Ele con la voz entrecortada -Siento muchísimo todo esto. Pero es que me daba vergüenza reconocer mi adicción por la comida cruda. No es nada cool y hubiera hecho el ridículo en todo esos foros tan guays que frecuento.
-Queridísima Ele- dijo Eme, y lo hizo de tal modo que en ese momento agradecí a Diso que me hubiera enviado por el casto camino del celibato -Te perdonaría cualquier cosa, porque te quiero hasta decir basta.
-Eme...- repuso Ele -Prometo quererme si me das chuletones todos los días.
-¡Nada más fácil!.
 

4. Amor ciergo.
Who cares if you're ugly and your breath smells of garlic
And your nose is a shiny red light?
We don't feel as ugly as we really are
When we turn out the living room light
 

Unos días después recibí la invitación de manos del mismo Eme.
 

-Sí, Juanpa. He de agradecerte todo lo que has hecho por nosotros.
-Agradéceme que no le metiera la BADM® por el culo a semejante abominación.
-Sí, eso también. Pero, ya sabes... el amor es ciego. Y seguro que es capaz de parir unos niños bien rollizos.
-No tienes por qué justificar tu horrendo gusto- dije yo, magnánimo -Comprendo que tú tampoco eres un Don JJuan, y si prometes que no tendré que volver a verla de cerca, yo prometo no librar a la humanidad de semejante carga.
-No es tan mala como parece a primera vista...
-Déjalo. Cada uno hace lo que le da la gana, depués de todo.
-Me gustaría pedirte un favor -dijo Eme, un poco titubeante, quizás pporque ya conocía la respuesta -¿Podrías tú oficiar la ceremonia?
-No te pases... sabes que nunca se me dieron bien las bodas. Y, de todos modos, soy demasiado viejo para el amor y demasiado joven para el matrimonio. Lo más que puedo hacer es desearte buena suerte.
-O sea, que la lista de bodas ni te digo dónde la tenemos.
-¡Qué no, pesao!
 

Volví pronto a mi querida Necromálaga. Había oído hablar de la boda entre el Fósil y la Paca y no quería comprobar con mis propios ojos cómo un amigo puede dar la espalda a toda una vida de nobles ideales. Aún a costa de conocer toda la verdad, a veces uno ha de elegir no saber ciertas cosas. Sin embargo, el viaje no fue en vano. Había recuperado mi vieja BADM® y, si bien no me sentía inclinado a utilizarla en el fututo más próximo, nunca está de más saber que podrás defenderte de cien kilos de aikido salvaje.
 

Eso es lo que aprendí en Zaragoza.
 

 
 
 
volver a la portada
escribe al que monto esto