El holocausto palestino: la sinrazón del exilio y el derecho al retorno.
El derecho del pueblo palestino a retornar a sus tierras, a
tener su patria donde ha estado (y sigue estando) a lo largo de la Historia, a
través de sus antepasados cananeos, fenicios y filisteos es un hecho que ha sido
reconocido a nivel mundial. La legalidad internacional exige el regreso del
pueblo palestino a su tierra y respalda sus derechos nacionales, hay numerosas
resoluciones de la ONU que lo respaldan.
La expulsión de los habitantes se constata en Haifa, Ramle y Lydda, Safad, Tiberíades y varias ciudades y aldeas, muchas veces lo consiguieron a través de la guerra psicológica. Los palestinos que huyeron buscaron refugio en otras zonas de Palestina o en países árabes vecinos. Desde Naciones Unidas siempre se ha insistido en que es necesaria la repatriación de los refugiados, algo a lo que Israel se ha negado. Todos los intentos del Comité de Conciliación de la ONU en este sentido han quedado solamente en papel mojado.
Desde 1949 Israel ha sido condenada por más de 50 agresiones armadas contra los estado árabes en los que se cuentan numerosas pérdidas de vidas humanas. La más grave violación de los acuerdos de armisticio fue la guerra emprendida por Israel contra Egipto, aprovechándose de la situación creada por la nacionalización del Canal de Suez en 1956, en la que Israel ocupó el Sinaí y la Franja de Gaza. Finalmente bajo la presión de la opinión pública internacional y la amenaza de retener la ayuda financiera de EE.UU, Israel se retiró en marzo de 1957 hasta las líneas del armisticio.
La Guerra
de los Seis Días (1967) supone la apertura de una nueva fase en la
guerra con diferentes características: la victoria de Israel sobre
Egipto, Siria y Jordania y el incremento de la asistencia militar
estadounidense. En Octubre de 1973 se produce una nueva guerra llamada
por los árabes la guerra de Ramadán y por los judíos la del Yom Kippur,
cuando los ejércitos egipcio y sirio empiezan un ataque sorpresa a
las fuerzas israelíes del Sinaí y del Golán, al principio les aventajan
pero la ayuda norteamericana a Israel, como siempre, es determinante
en la resolución del conflicto. La unión entre las naciones árabes
en el campo de batalla (excepto Jordania) da cierta victoria psicológica
a los árabes.
En 1974 se
reconoce a la OLP por parte de la comunidad internacional como único
interlocutor del pueblo palestino. Los planes de paz se irán planteando
a lo largo de los años.
Para muchos palestinos que viven lejos de la tierra de sus abuelos y de sus padres este paso atrás supone aparcar unos sueños de ver vivir en paz a su pueblo en el lugar de donde proceden.
Desde mi punto de vista es una vergüenza a nivel internacional que no se haga nada para que el pueblo palestino obtenga por fin justicia, para que al fin puedan dejar de soñar con la paz para vivirla.
Este artículo no pretende otra cosa que realizar un ejrecicio de memoria colectiva, para no olvidar, mientras no olvidemos el sufrimiento de miles, de millones de palestinos en todo el mundo y a lo largo de la historia del genocidio palestino no morirá, mientras permanezcan en el recuerdo, mientras en nuestra memoria existan sus gritos no habrán desaparecido con ellos. Yo no lo olvido, por más que apenas salga en la televisión y que las informaciones que nos llegan por dicha vía sean infinitamente sesgadas, por más que este mundo capitalista, sometido a los delirios de grandeza de un dictador de la democracia occidental como es G. Bush, tome las guerras, la violencia, la agresividad entre los pueblos como algo "natural" e inevitable, por más que me digan que "no se arreglará nunca el conflicto palestino" yo creo que llegará un día en que los palestinos expulsados regresarán a su tierra y lo celebrarán con los hijos y los nietos que verán su Palestina por primera vez. Os pido, para que este sueño de los refugiados palestinos pueda ser real, no dejéis de retenerlos en vuestra memoria. Sólo me queda añadir las palabras del historiador francés Le Goff "...la memoria colectiva no es solo una conquista, es un instrumento y una mira de poder. Apoderarse de la memoria y el olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos dominantes de las sociedades históricas”. Mirentxu.
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