La pelota vasca
-Una lluvia de rostros y palabras que tratan , en su diálogo montado a base de monólogos, de apaciguar la tensión de tendones a punto de romperse, la violencia física y atávica del folklore vasco en la película.
-Los que no han querido estar están a su pesar, vaya que si están, porque el mérito de dejar hablar libremente incluso a la voz de la sinrazón es el conseguir el autorretrato grotesco que se deja a si mismo en evidencia, y de esto abunda en el documental. También con los iracundos y autoritarios gritos ausentes.
-La sensación que le queda a uno es que faltan testimonios, protagonistas. Se habla mucho en la película de la nación vasca, de su cultura, pero muy poco de la vertiente abertzale de clase, la de un nacionalismo entendido como la construcción de una nación justa y superadora de la injusticia social, por desgracia a veces contaminada en la actualidad por otros tipos de nacionalismos, pero también de gran raigambre en Euskadi.
-Tampoco puede uno evitar pensar
que los autores de esta película lo que querrían es impulsar el diálogo
entre PNV y PSOE con ETA, con el apoyo de fuerzas sociales tipo Elkarri.
Parece que se quiere hacer ver, y el montaje no es para nada inocente, que
aunque en el pasado el PSOE pudo llevar a cabo barbaridades como los GAL
hay en este partido nuevas voces continuadoras del diálogo de Ernest Lluch.
Para ello se presenta el trogloditismo de Felipe González y Benegas con el
contrapunto de un joven militante del PSOE, que ha sufrido un atentado
donde perdió una pierna, y sin embargo sigue abogando admirablemente por
el diálogo. Esto está muy bien pero no refleja para nada la verdadera
política frentista del PSOE con el PP en el tema vasco.
También llama la atención la poca presencia de una parte fundamental del deseado diálogo como es Batasuna: a Otegui sólo se le seleccionan un par de frases para dejarse a si mismo en ridículo ¡si habla menos que el representante de Aralar! A otros líderes políticos, como Madrazo tampoco se les da mucha cancha.
-La verdad, y a título anecdótico y muy personal, es que me gustaron mucho las alusiones de Javier Sádaba a Savater, aunque sin nombrarle.
-El mérito de este documental radica, más allá de su calidad fílmica, que a uno se le antoja coyuntural, en haber llevado a la calle el diálogo sobre la necesidad del diálogo, posibilidad silenciada a menudo antes de siquiera plantearse con un escandalizado aspaviento.
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