Nuestro 11-S.
La reciente
Historia oficial chilena ha hecho calar el tópico de que gran parte de
culpa del golpe militar la tuvo el gobierno de la Unidad Popular, por
llevar al enfrentamiento social con su radicalización. En nuestra opinión
no sucedió así y trataremos de argumentarlo. En un segundo momento del
artículo trataremos de dibujar a grandes trazos la escena de las últimas
horas del gobierno de Allende, siguiendo en gran medida el relato ofrecido
por Mario Amorós.
Se ha hablado muy a menudo del escaso apoyo a la administración allendista. Chile caminaba el siglo con una tradición democrática muy superior al resto del continente sudamericano, aunque con una gran falta de ciudadanía política (en 1.970 votaba sólo un 30% de la población).Conforme se fue extendiendo el censo rápidamente los partidos de izquierda vieron progresivamente favorecidas sus expectativas electorales. Por otra parte Chile contaba por aquel entonces (antes de su desarticulación y aniquilación física) con un movimiento obrero más fuerte, pongamos por caso, que España. El gobierno tuvo en 1.973 un 43% del apoyo.
La tan polémica nacionalización del cobre fue aprobada por unanimidad, por lo que no se puede acusar al gobierno de nada relacionado con está acción, por otra parte lógica si tenemos en cuenta que suponía el 60% de los ingresos exteriores del país y sin embargo se encontraba mayoritariamente en manos extranjeras. Esta situación propició el boicot de Estados Unidos, que de una parte desabasteció de tecnología la industria y de otra provocó la caída del precio del cobre a nivel mundial.
Mucho se ha hablado también de una reforma agraria que ni siquiera existió como tal: lo único que se hizo fue continuar la de la administración anterior. Aunque se nacionalizaron menos fundos que con Frei (el papa del Frei de ahora y anterior presidente) las elites agrarias del país enfurecieron por la extensión de derechos en el campo, como el de sindicación agraria.
En cuanto a las tan traídas y llevadas nacionalizaciones (el Área de Propiedad Social), es cierto que se usó un resquicio legal para llevarla a cabo (un decreto de 1.932 que seguía en vigor), pero es necesario decir que 377 empresas afectadas fueron indemnizadas. Absolutamente todas.
Aún hoy en Chile se habla mucho de la situación de desabastecimiento como imagen de lo insostenible de la situación, sin embargo se trató de una situación ficticia provocada por el acaparamiento de los comerciantes, que consideraban que perderían dinero con los precios fijados políticamente. Buena prueba de ello es el hecho de que al día siguiente al golpe las tiendas estaban perfectamente abastecidas.
La situación de caos y agitación se vio favorecida además desde Estados Unidos, y no parece aventurado decir que los miles de dólares que la CIA dio a la Democracia Cristiana contribuyeran a que este partido decidiera abandonar las negociaciones con la Unidad Popular. Por otra parte a la Democracia Cristiana le fallaron los cálculos, tanto a Frei Montalvo como a Patricio Erwin, pues pensaron que tras la intervención los militares abandonarían el gobierno.
El último día hasta la traición.
Recientemente hemos incluido en nuestra sección de “Artículos robados” el último discurso de Salvador Allende. En realidad se dirigió cinco veces al pueblo en las emisoras de la izquierda mientras los militares cercaban La Moneda. En los tiempos de la Unidad Popular los medios cercanos a la izquierda crecieron pero apenas socavaron la gran superioridad de los medios del capital. Allende consiguió ser electo sin el apoyo de una sola emisora de radio y todos los medios estaban dominados por diez grupos que correspondían a otros diez grupos económicos.
A Allende se le ofreció salir del país con su familia pero se negó a abandonar el navío, pidió entonces a todos, excepto a su escolta y a los policías, que abandonaran el edificio, pero se negaron tras cantar entre lágrimas el himno nacional.
Sobre las 11.00 h. de la mañana Pinochet telefoneó. Quería hablar con Allende pero quien contestó tenía orden de espetarle que era “un cobarde, un felón y un traidor”. A mediodía comenzó el bombardeo y las estancias del palacio presidencial se tapizaron de gases lacrimógenos. El puñado de hombres que allí permanecía resistía heroicamente, Allende, que apenas sabía manejar un arma, empuñaba el fusil que Fidel Castro le había regalado.
Los primeros soldados que entraron dijeron que la resistencia tenía diez minutos para bajar desarmada y Allende les hizo salir, con una bandera blanca improvisada con un delantal de médico y sus manos en la nuca. En ese momento se escucharon los disparos que anunciaron el digno suicidio del Presidente. Enrique Huertas gritó “¡Allende ha muerto!¡Viva Chile!
El presidente tuvo un entierro anónimo y su viuda, Hortensia Bussi, ni siquiera pudo ver el cuerpo, sólo llevarse anónimamente el féretro sellado(el 4 de septiembre de 1.990 por fin tuvo un entierro digno).
El 13 de septiembre veintiún defensores de La Moneda fueron fusilados y sus restos lanzados al Pacífico. De este rojo vestía el telón de sus historias y teñía el comienzo de un periodo cuyas heridas distan mucho de haber cerrado en justicia.
Probablemente el gobierno de la Unidad Popular pecó de iluso al pensar que se podría alcanzar el socialismo en el marco de una democracia liberal, no se resignaron a ver que las ventajas de quienes jugaban la lucha de clases en casa ya eran muchas, y que por si acaso contaban con los Cien mil Hijos de San Luis del capital Imperialista. Sin embargo valga desde aquí nuestro reconocimiento a la dignidad, que es lo que nosotros conmemoramos cada once de septiembre.
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