Editorial
I
El deber moral de incluir a Perú
LA publicación reciente de una carta de lectores del ex consejero
económico cultural de la embajada del Perú en la Argentina
ha traído una vez más al primer plano una cuestión
que es imprescindible reconsiderar. El diplomático solicita que,
ante la posibilidad que estudia el gobierno argentino de regularizar la
situación de inmigrantes ilegales provenientes de los países
del Mercosur, no se debe olvidar a quienes llegan a nuestro suelo provenientes
del Perú. Y recuerda, con razón, que el Perú y la
Argentina están unidos y hermanados por vínculos que vienen
desde la época de la colonia.
Aunque debería ser
innecesario volver sobre los profundos lazos de fraternidad que unen a
nuestros dos pueblos y sobre lo que la gesta sanmartiniana contribuyó
al crecimiento de ese sentimiento de hermandad, nunca será suficiente
recordar la deuda de gratitud que la Argentina mantiene con el Perú,
que se contó entre los primeros países que alzaron su voz
en solidaridad con nuestra causa durante los días aciagos e inciertos
de la Guerra de las Malvinas.
El pueblo peruano, con su
presidente Fernando Belaúnde Terry a la cabeza, supo expresar como
pocos que el legado sanmartiniano era algo más que una expresión
amistosa. Recordemos que en ese momento hubo manifestaciones masivas en
las calles peruanas y hasta se nos prestaron aviones y armamentos.
Lamentablemente, esa estrecha
relación se vio más tarde defraudada por el bochornoso episodio
de la venta ilegal de armas argentinas a Ecuador, consumada cuando este
último país estaba enfrentado bélicamente con Perú.
Más de una vez subrayamos desde estas columnas lo que esa indefendible
actitud significó desde el punto de vista moral, teniendo en cuenta
que la Argentina era justamente uno de los países que figuraban
como garantes del tratado de paz suscripto por ecuatorianos y peruanos.
Si se hiciese alguna vez
una lista con nombres de inmigrantes de América latina que contribuyeron
con su trabajo y su inteligencia a que la Argentina creciera como nación
-desde operarios hasta profesionales, pasando por todo el espectro de
actividades laborales imaginable-, la nómina sería seguramente
interminable. Pero, por encima de todo, hay algo sobre lo cual no podrían
en ningún caso existir dudas y es que en esa lista los inmigrantes
de origen peruano ocuparían un lugar de excepción.
.
Nuestro país se ha preciado siempre de ser "un crisol de razas",
una realidad que está anticipada en el Preámbulo de nuestra
Constitución, donde se convoca a "todos los hombres del mundo
que quieran habitar el suelo argentino". Fieles a ese principio,
los hijos de esta tierra solemos reconocernos muchas veces en las cualidades
de los distintos pueblos que enriquecieron nuestras raíces con
su aporte.
.
Incluir a los ciudadanos de Perú en el proyecto de regularización
de quienes han llegado al país como inmigrantes no sería
más que un acto de justicia. Y sería al mismo tiempo un
gesto oportuno y justo, en la medida en que contribuiría a reparar
el agravio que nuestro país infligió a ese pueblo hermano
en el resonante episodio de la venta de armas.
La Nacion, 24 de febrero de 2004 |