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Verano 2004: curioso fenómeno en Pinamar
Se sienten extranjeros en su propio país
Son argentinos que emigraron tras la devaluación; el cambio barato
y la nostalgia los alentaron a regresar de vacaciones
Notan cambios en la infraestructura de las playas
En el exterior son los mejores promotores turísticos de la Argentina
Expectativas y sorpresas en este descanso junto al mar
PINAMAR.-
Al verlos pasar, la gente los toma muchas veces por turistas extranjeros.
Los mozos hasta les hablan en inglés. Los vendedores les ofrecen
dulce de leche, a la voz de "you have to try it before leaving"
(`tiene que probarlo antes de irse´). Todos les quieren explicar
cómo es la vida en la Argentina y ellos se ríen suavemente.
Porque, a pesar del look europeo que cultivan, ellos se sienten locales.
Es que son argentinos.
Nacieron y se criaron en el país. Y por distintos motivos, la vida
los llevó a emigrar. En muchos casos, no habían vuelto durante
muchos años. Pero la devaluación, las reminiscencias y la
necesidad de constatar que aquel país que conocieron todavía
existe hicieron que este verano quisieran volver. Y volver a las playas
adonde iban cuando eran más jóvenes.
Las playas de Cariló y Pinamar están cargadas de argentinos
emigrados que decidieron regresar sólo para pasar unas vacaciones
como las que alguna vez tuvieron en su infancia. ¿Cuántos
son? Sería más fácil contar la arena en la playa
que hacer un censo.
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Más, en Cariló
Un dato: el 40 por ciento de las casas de Cariló fueron alquiladas
por extranjeros. En Pinamar no hay tal estadística, pero se estima
que son cerca del diez por ciento.
Hace ocho años que Valeria no venía a la Argentina. En 1995
partió hacia Italia, con la idea hacer su experiencia y buscar
su propio rumbo como asesora de marketing. Pensó que era algo temporario,
pero por una cosa o por otra nunca más volvió.
Conoció a Christopher, un alemán amante de la vida al aire
libre y de los deportes de agua, y supo que Hamburgo era la ciudad en
la que iba a pasar los próximos años de su vida.
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Con sus propios ojos
Desde que se desató la crisis económica y política,
en diciembre de 2001, estuvo buscando una oportunidad -o una excusa- para
volver. Necesitaba medir con los propios ojos la magnitud del daño
que el cisma institucional había producido en la tierra de sus
raíces.
Y el momento de viajar finalmente llegó este año. Y decidió
que un buen punto de partida era Pinamar, la ciudad en la que de chica
había edificado cientos de castillos de arena.
"Está todo muy cambiado; me acuerdo de cuando todas las calles
eran de arena y no íbamos a la playa en auto. A todos lados se
llegaba a pie. La gente está cambiada también, pero para
mejor. Porque, en esencia, sigue siendo la misma. Y eso es lo más
reconfortante. Saber que los argentinos seguimos siendo así de
libres, de desestructurados, como siempre", dice Valeria, sentada
en una mesa del Blue Bar, un punto obligado para los visitantes extranjeros.
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Christopher, representante de una importante firma industrial alemana,
está encantado con Pinamar y con la cerveza argentina; con la ropa
ligera que venden los locales y con la cantidad de deportes acuáticos
que se pueden practicar en la playa. "No estaría mal vivir
siempre así", apunta.
Además de biólogo, Pablo Tedesco es el mejor promotor de
destinos argentinos en el exterior. Eso dicen Sylvie Tomanova, que es
checa, y Christine Rault, francesa. Durante cinco años trabajaron
con Pablo en un centro de investigaciones ecológicas en París.
Pablo siempre les hablaba de la Argentina, de su gente, de los asados,
de los fogones en la arena y de las playas interminables, con dunas que
remontar y un mar que de noche se torna fosforescente, si uno quiere verlo
así.
Y el resultado fue que el día en que él decidió volver
a pasar unas vacaciones en Cariló, después de muchos años
de vivir en el exterior, Sylvie y Christine se sumaron a su emprendimiento.
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"Hacía mucho que no pasaba unas vacaciones como éstas,
con playas grandes y asados noche por medio", dice Pablo.
Tenía gran expectativa por ver cómo estaba la gente. "Fue
muy triste todo lo que se vio por la televisión de lo que estaba
pasando en mi país. Tenía la versión de mi familia,
que vive acá, pero había que venir en persona", agrega.
Se encontró con un país mucho más preparado para
recibir a turistas, obra de la economía devaluada. Pero en el camino,
dice, se perdió parte de la tranquilidad que tenía la costa
verde.
Después de 18 años fuera de la Argentina, el regreso de
Silvia Menge al país se limitó a un breve paso por Buenos
Aires más una larga estada en Ostende. "Estoy sorprendida
con el nuevo país que encontré. Buenos Aires es una ciudad
de mundo, y para encontrar la playa que yo conocí en Pinamar de
chica, tuve que venir a Cariló. No hay más médanos",
dice, mientras recorre las galerías comerciales de esa ciudad.

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Pablo
convenció a sus amigas Sylvie y Christine de veranear en
la costa atlántica durante estas vacaciones. Foto: Enviado
especial / Maxie Amena
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"Siempre quise volver"
"¿Qué me decidió a venir? Siempre quise volver,
de vacaciones. Cuando uno vive afuera, siempre tiene la duda de si los
lugares de referencia de uno todavía existen. Siempre quise venir,
pero era caro. Ahora es muy conveniente para los que ganamos euros",
cuenta.
Silvia ahora vive en Düsseldorf, Alemania. Está casada y tiene
dos hijos, de 18 y 21 años. El mayor siempre recuerda las olas
de Pinamar, donde veranearon por última vez en la Argentina. Ella
trabajaba como guía de turismo y. como es hija de un alemán
y una letona, cuando estaba haciendo sus primeras armas decidió
probar suerte en Europa.
"Ya me había cansado de los alemanes y estaba planeando mi
regreso cuando conocí a quien hoy es mi esposo. Finalmente me quedé
a vivir, aunque siempre conservo la esperanza de algún día
volver a la Argentina", dice.
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Por Evangelina Himitian, La Nacion, 30 de enero
de 2004
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