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WASHINGTON.-
En momentos en que Estados Unidos debate el futuro de la inmigración
y lleva adelante una agresiva política de cierre de fronteras tras
los ataques terroristas del 11 de septiembre, un informe reveló
que la economía estadounidense necesita cada vez más de
la mano de obra extranjera para mantener su crecimiento económico.La
mitad de los 16 millones de puestos de trabajo que se crearon entre 1990
y 2000, cuando la economía creció a un ritmo promedio del
3,2%, fue ocupada por inmigrantes recién llegados al país,
muchos de ellos ilegales.
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"La economía estadounidense necesita absolutamente de los
inmigrantes", dijo Andrew Sum, director del Centro de Estudios del
Mercado Laboral de la Universidad de Northeastern, que elaboró
un informe sobre el impacto de la ola inmigratoria en Estados Unidos.
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Pero eso no es lo que piensan todos. John Wahale, del Centro para los
Estudios de la Inmigración, dijo a LA NACION que la llegada masiva
de extranjeros representa una competencia en el mercado laboral para los
estadounidenses y una carga pesada para quienes pagan sus impuestos, ya
que se incrementa la demanda social y de educación.
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Después de los ataques del 11 de septiembre la administración
republicana adoptó medidas más restrictivas con los inmigrantes,
llevó adelante una agresiva política de deportaciones, negó
permisos de radicación y puso trabas para obtener documentos, como
el seguro de seguridad social y las licencias de conducir.
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Entre 1990 y 2000 el número de inmigrantes fue de 11,3 millones,
un aumento del 57% respecto de la década anterior, al pasar de
19,8 millones a 31,1 millones, según datos del censo realizado
en 2000. Pero en los últimos dos años la ola inmigratoria
no cedió y la cifra ya habría superado los 13 millones desde
1990.
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Un trabajo del centro de estudios del mercado laboral de la Universidad
de Northeastern reveló que 8 de cada 10 hombres que ocuparon nuevos
empleos en los 90 eran de origen extranjero radicados en el país
en ese período. En el caso de las mujeres, ese número se
reduce a 3 de cada 10.
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A finales de la década del 90 fueron miles los argentinos que emigraron
a Estados Unidos en busca de un mejor horizonte. El lugar que la mayoría
eligió para radicarse fue Miami, donde se estima que su número
puede alcanzar los 90 mil.
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"A algunos trabajadores (norteamericanos) esto los perjudica, y otros
se enojarán porque digo esto, pero nuestra economía se volvió
más dependiente de la mano de obra inmigrante que en cualquier
otra época en los últimos 100 años", dijo Sum,
citado por The Washington Post.
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"El número de inmigrantes que se incorporaron a la fuerza
de trabajo ha crecido, pero la pregunta es qué es lo que ha ganado
económicamente Estados Unidos con ello", dijo a LA NACION
Wahale, del Centro para Estudios de Inmigración, un think tank
que reclama un freno y mayores regulaciones para la inmigración.
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Según su visión, ésta "puede beneficiar a los
empleadores, pero crea un costo social para los americanos que pagan sus
impuestos, porque su aumento impacta directamente en el mantenimiento
de la política de asistencia social y la educación".
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Según ese centro, el 24,5% de inmigrantes jefes de hogar usan al
menos un programa de asistencia social del Estado, frente al 16,3% de
los estadounidenses en iguales condiciones. Wahale dijo que la presencia
de inmigrantes "incorpora una fuerte competencia para los ciudadanos
americanos en el mercado laboral".
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Mayores controles
Después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 los controles
inmigratorios se incrementaron al mismo ritmo que las deportaciones de
quienes no tienen sus papeles en regla. Pero en el sur del país,
donde los inmigrantes mexicanos representan una importante fuerza laboral,
el gobierno de Vicente Fox llegó a un acuerdo con varios Estados
para que se acepte la matrícula consular, otorgada por los consulados
mexicanos, como un documento válido que permita trabajar a los
mexicanos.
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El impacto de la inmigración en la composición del mercado
laboral de Estados Unidos es cada vez mayor, aunque el 86% de los puestos
de trabajo del país (141,8 millones) sigue estando en manos estadounidenses.
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Entre 1970 y 1980 los inmigrantes que ocupaban los nuevos empleos eran
el 10%. Pero ese número trepó al 27% en la década
de 1980-1990 y casi se duplicó en los diez años posteriores,
al llegar al 50% de los puestos de trabajo creados por el boom económico
de la era de Bill Clinton.
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Un tercio de los extranjeros radicados en la década del 90 fueron
empleados en la industria y la construcción y uno de cada cuatro
mantiene aún un empleo técnico, directivo o profesional.
Gran parte de los inmigrantes también fue al sector de la venta
minorista y de los servicios -especialmente en oficios de reparaciones
hogareñas, como plomería, electricidad y jardinería-,
mientras que los jóvenes se incorporaron al segmento de entretenimientos
y computación.
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El informe señala que de no haber sido por la ola inmigratoria,
la fuerza laboral masculina apenas habría crecido marginalmente,
y en algunas regiones, como la del Pacífico o la del Nordeste,
habría sido escasa.
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Una de las razones para el aumento de la mano de obra de origen inmigrante
es que los empleadores consideran que los extranjeros trabajan más
duro que los norteamericanos, según el informe. La otra es que
los jóvenes que abandonan la escuela secundaria no consiguen fácilmente
un trabajo, como ocurría en el pasado.
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Según el censo de 2000, por lo menos 1,3 millón de inmigrantes
promedio por año se radicó en EE.UU. en la década
del 90, una cifra nunca antes vista en la historia del país. Los
latinoamericanos representaron en el censo de 2000 el 52% de la nueva
ola inmigratoria, una cifra que aumentó la tendencia registrada
en las décadas pasadas. En 1980 ese porcentaje había sido
del 31% y en 1990, del 42 por ciento.
El Papa, contra la xenofobia
ROMA (De nuestra corresponsal). En momentos en que el temor al terrorismo
impulsa a los gobiernos de todo el mundo a endurecer sus leyes de ingreso,
el Papa lanzó ayer un llamado urgente a combatir las manifestaciones
de racismo, xenofobia y nacionalismo exagerado que acompañan
los masivos fenómenos migratorios del planeta.
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En un mensaje por la 89a. Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
2003, Juan Pablo II subrayó el deber cristiano de acoger
a cualquier persona que pase necesidad, visto que la emigración
se ha convertido en un fenómeno global. Según el Vaticano,
190 millones de personas viven actualmente lejos del Estado en el que
nacieron.
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En la conferencia en la que se presentó el documento, monseñor
Stephen Fumio Hamao, presidente del Pontificio Consejo Pastoral para migrantes
e itinerantes, señaló el 11 de septiembre como uno de los
últimos cambios relevantes en el campo de las migraciones.
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Después del 11 de septiembre se extiende el miedo al terrorismo,
por lo que los gobiernos y los partidos políticos están
generando leyes más severas para el mantenimiento del orden y de
la seguridad; se ejercitan así controles más severos que
hacen más restrictivas las leyes de asilo, una institución
de gran tradición en la legislación internacional,
subrayó.
La
Nacion, 3 de diciembre de 2002
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