Tiempo de reencuentro Los investigadores hablan de una oleada emigratoria sin precedente, mayor aún a la que se produjo durante la dictadura militar. Pero no hay científicos que puedan explicar lo que sienten quienes vuelven para brindar en casa y con sus familias, que los esperaron durante meses. Por eso, en esta nota ellos tienen la palabra Ansiedad traicionera I: –¡Betina!, ¡Betinaaa!, ¡Betinita!, Betin... ¡Huy!, qué parecida, ¿no? –dicen papá y mamá Bartfeld volviendo cabizbajos detrás del cordón que, en lugar de contenerlos, los vio correr a toda velocidad. Ansiedad traicionera II: –¡Ahí vienen! ¡Ahí están! ¡Hijita! –gritan mientras tratan de desenredarse del cartel, los cordones, los abrazos y las piernas, que esta vez quedaron paralizadas. Lágrimas, apretujones, más lágrimas, más apretones. Algunas personas que esperan sus propios reencuentros se les humedecen los ojos ante la escena. Es tiempo de lágrimas en el Aeropuerto de Ezeiza. Miran con ojos brillosos los que esperan. Y tienen las mejillas mojadas los que llegan. –Es muy difícil. Mi hija lloró 15 días sin parar. Durante dos meses nos llamaba por teléfono y no hablaba. Lloraba. Uno está acá esperando una llamada, un mail. Es muy doloroso –dice Ricardo Bartfeld, papá de Betina, de 32 años, y abuelo de Dana, de 2, que se radicaron hace cinco meses en La Paz, Bolivia. Bartfeld y su esposa encontraron una terapia para entretenerse la última semana. Recortaron once letras de cartulina de colores, las adornaron con brillantina y las alinearon con plasticola en un cartel larguísimo: Bienvenidas, dice. Betina, su marido y su hija se radicaron en Bolivia porque a él le ofrecieron un buen trabajo en la comunidad israelita de allá. “Estaba seguro de que iba a volver a los dos meses, porque se fue muy mal.
Los números de la fuga Las cifras impresionan. Y más cuando se toma conciencia de que cada número es una persona. Una persona que cambia de tierra. Que se trasplanta. Hasta mediados de este año, salieron por Ezeiza 739.066 argentinos y entraron 656.017, según datos de la Dirección Nacional de Migraciones. La mayoría de esos 83.049 que se perdieron en la cuenta seguramente está buscando una vida mejor afuera. La cuenta es aproximada y refleja un dato poco científico. Pero marca una tendencia a falta de estudios sobre el tema. Durante todo 2001 se fueron 62.880 personas y en el año 2000 dejaron el país 87.068. En Ezeiza todos hablan de irse. De los que se fueron. Los que vuelven y los que no se animan a irse: “Mi hermana se fue a México y conoció a un canadiense. Ahora vive en Vancouver y está embarazada. Ya está: yo ya me olvido. No vuelve más”, dice Gastón mientras espera a sus amigos Matías Maggio y Florencia Garrido, que vienen de Munich, Alemania, para casarse y pasar fin de año en San Antonio de Areco. Matías, de 30 años, tiene un hermano, Maximiliano, que vive en México, amigos por toda Europa y una madre que escribe e-mails solitarios desde Areco. Según una encuesta de Nueva Mayoría, el 62 por ciento de los jóvenes de entre 30 y 42 años se quiere ir del país. Y según un estudio de la consultora Comunicación Global, los adolescentes de entre 11 y 18 años piensan igual: seis de cada diez irían a vivir al exterior. Entre los destinos preferidos aparecen España (37%), Italia (23%) y Estados Unidos (20 por ciento). Dicen que cuando están afuera extrañan el mate, los encuentros espontáneos, el asado, los abrazos, los bares, el cielo despejado, el caos, la adrenalina... –Jamás vas a poder adaptar tu naturaleza a las costumbres de otro país. A tres años de vivir allá, a nosotros nos siguen dando bronca ciertas formalidades como que te manden la invitación para un casamiento con seis meses de anticipación y que te lo recuerden a los tres meses con otra tarjeta –dice Florencia (de 33 años), apenas aterrizada de Alemania. –¿Si somos felices? Es una palabra demasiado grande. Allá no podés decir éste es mi lugar, me siento como en casa. Florencia y Matías trabajaban en Siemens y consiguieron un traslado a Alemania. Fueron con la idea de probar, cuando los sueldos eran más altos en la Argentina que en Europa, pero al poco tiempo las cosas cambiaron y ahora no piensan en volver. –Afuera extrañás un montón. Todos los argentinos que están allá aprendieron a hacer dulce de leche con la leche condensada. Lo prueban y dicen: ¡No, esto no es dulce de leche! –dice Florencia negando con la cabeza–, pero le dan a la cuchara igual. Nosotros sabemos que somos afortunados porque podemos planificar nuestro futuro. Allá hay un gobierno que se encarga de ordenar las cosas, y eso es lo que nos damos cuenta que falta acá. Padres sin consuelo La Asociación Padres de Argentinos por el Mundo se formó para que los padres se alienten mutuamente frente a la emigración de sus hijos. Ahora existen, sólo en la ciudad, ocho grupos similares y surgen más en el interior. En los grupos tratan de desdramatizar la partida de los hijos. A veces lo logran. Y otras lloran todos juntos. El hijo de Laura Volkis, Gastón, tiene 22 años y decidió irse a Israel en agosto último. –Todavía no puedo levantar las cosas de su cuarto. No cambié las sábanas. A veces me acuesto a la tarde en su cama. Vivimos con miedo porque no sabemos qué le puede pasar y porque no cuenta mucho de su vida. Israel junto con México, Canadá, Australia y nuestros países limítrofes forman parte del mapa de los nuevos destinos que eligen los argentinos para trasladar sus vidas. –Hasta hace pocos años prácticamente no había interés por radicarse en países limítrofes. Ahora, ese interés aumentó notablemente y por eso se firmó un acuerdo de libre residencia con los países del Mercosur, Bolivia y Chile –explica Adriana Alfonso, jefa del área Internacionales de la Dirección Nacional de Migraciones. Alfonso no duda en calificar la oleada emigratoria que comenzó en 2000 como más importante que la que se produjo durante la época de la dictadura militar, y cree que a estas alturas es necesaria alguna campaña oficial de concientización para detenerla. Según Diego Melamed, autor de Irse, cómo y por qué los argentinos se están yendo del país, “ésta es la mayor ola emigratoria de nuestra historia. Se busca una opción de país mejor, pero ya no con las propuestas para realizarlo aquí. Tras 20 años de democracia formal, el país se volvió nuevamente expulsivo”, opinó. Regresar 27 veces Para el trompetista Gustavo Bergalli (de 61), la ceremonia del reencuentro es el momento más esperado cada año desde 1975, cuando se radicó en Estocolmo, Suecia. –Vivo añorando esto. Tengo demasiado acá, pero es un paso bravo el de volver, porque genera mucha incertidumbre. Lo pienso constantemente, me junto con los que volvieron y me dicen qué pasos tengo que dar, pero son decisiones que marcan el rumbo de la vida. Tengo temor de perder todo lo que conseguí allá. Es que el ser humano es un poco superficial... Bergalli emigró a Suecia porque allá el nivel de músicos de jazz es muy exigente, y creía que esa exigencia no le haría mal a su carrera. Y así fue: hoy es el músico más internacional de Suecia y tiene contratos para trabajar durante los próximos dos años. –Me he acostumbrado a algunos cánones de allá. Sin embargo, extraño el afecto de acá. Tocarse, abrazarse, darse besos, que te digan venite a morfar a casa, tocar el timbre en cualquier momento. Allá te saludan así –dice estirando la mano con el codo rígido, como marcando la distancia–; son otros códigos, el idioma es una mínima parte del proceso de adaptación. Bergalli se fue en una época en la que el país comenzó a desfigurarse por motivos políticos. Unos 600.000 argentinos emigraron en aquellos años, de acuerdo con un trabajo dirigido por Enrique Oteiza y Alfredo Lattes en 1984, que analizó los censos de los países de Europa occidental, Canadá, Estados Unidos, México, Brasil, Israel y Australia. En aquella época, la mayoría de los que se fueron se dedicaba a la docencia universitaria y la investigación. Ahora tampoco emigran cerebros poco preparados. Ocurre que para muchos la opción es conseguir un mal empleo acá o buscarlo allá. Según un trabajo hecho por el Gobierno de la Ciudad el año último sobre datos del Indec, el 45% de los porteños está sobrecalificado para su trabajo. –La emigración es cada vez más calificada. Porque los países desarrollados son muy selectivos. El resultado es el drenaje de recursos altamente calificados, y esto es muy costoso para el país porque dificulta la posibilidad de establecer relaciones exteriores valiosas –dice Oteiza, profesor de Sociología de la UBA, investigador del Instituto Gino Germani y presidente del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi). Según una estudio que realiza Gallup desde hace trece años, la tendencia a emigrar bajó entre 1991 y 1994, pero volvió a subir de manera casi constante a partir de entonces. En 1994, sólo 16 de cada cien argentinos querían emigrar, pero ahora esa proporción trepó al 60 por ciento.Texto: Valeria Burrieza
Destacados en el exterior El futbolista Jorge Valdano, el arquitecto César Pelli, la actriz Marilú Marini, el historiador Tulio Halperín Dongi, el especialista en inmunología Julio González Montaner, el escenógrafo Eugenio Zanetti, el filósofo Mario Bunge y los escritores Héctor Bianciotti y Juan José Saer son algunas de las destacadas personalidades que abandonaron el país en los últimos 30 años. Unos se exiliaron durante la época de plomo, amenazados por gobiernos militares. Otros escaparon de la hiperinflación, y algunos simplemente buscaron ampliar sus horizontes. Hoy, la inseguridad y la falta de trabajo los obliga a medir su talento fronteras afuera. –Mi padre era físico y astrónomo. Dirigía el Instituto Argentino de Astronomía y además era judío, dos razones de peso para que te asesinaran en la Argentina de 1977 –dice Martín Varsavsky, empresario, millonario, presidente de la Fundación Educar y embajador itinerante que desde hace ocho años reside en Madrid. –Viví 18 años en los Estados Unidos y, si bien alcancé un considerable éxito profesional y económico y fui aceptado en el establishment americano, me faltaba el tipo de relación que tengo con mis amigos españoles y argentinos. Pudiendo volver, nunca me decidí. En la época de Alfonsín empezaban a funcionar mis negocios y, después, con Menem, tuve la impresión de que el éxito de la Argentina era prestado. Las bases nunca eran sólidas, tampoco con De la Rúa. En 1995 me instalé en Madrid con mi familia porque, en cierta forma, España es como la Argentina que hubiera querido tener. El artista plástico Antonio Seguí se radicó en París a fines de 1962. Hubiera querido vivir en su Córdoba natal, pero en el interior era imposible vender un cuadro. –Lo he pensado muchas veces, pero las circunstancias de la Argentina nunca justificaron la decisión. Tengo demasiadas cosas acá. Puedo vivir de mi profesión, soy reconocido, y mi familia fue sentando sus bases. Córdoba era mi lugar en el mundo, pero siempre dije que es preferible ser un latinoamericano en París que un cordobés en Buenos Aires. Alejandra Roux es artista plástica y jefa de arte de la edición española de la revista Vogue. Es hija del eximio pintor Guillermo Roux, pero quedó en la calle cuando cerró la revista para la que trabajaba en Buenos Aires. –Me considero una argentina que vive en Madrid, y en el fondo conservo la ilusión de volver algún día a mi país. Llegué a España a fines de los años ochenta, en una buena época. Aunque las circunstancias son distintas de las de entonces, ahora también es buena porque acá valoran al argentino. Y eso es bueno, por ahora.. Marina Gambier ¿Cuánto cuesta la emigración? . Por Javier Lindenboim* . Una pista para tal estimación reconoce, como suelen hacer los economistas, la necesidad de estimar un agregado económico a partir de la identificación de las cantidades y los precios correspondientes. En este caso, se trata de medir el número de personas emigradas en un período y cierto valor correspondiente a la disminución de ingreso o pérdida de riqueza asociado con cada uno. Un país históricamente receptor de población migrante no tiene gran experiencia en evaluar los flujos negativos (emigración) cuando los sistemas de registro son tan pobres. Sin embargo, no se trata de un fenómeno absolutamente novedoso. Hubo oleadas originadas en distintas circunstancias y de magnitud diferente. Estudios documentados indican que no más de 600.000 eran los argentinos residentes en el exterior en los años 80. Las mismas fuentes estiman que al 2000 esa cifra puede ascender a 700.000, es decir, un equivalente al 2% de la población del país. Una vía para la estimación del costo de la emigración reciente sería la aplicación de un indicador conocido: el PBI per cápita. Hasta 2001 éste era del orden de los 8000 dólares, y hoy puede estimarse en 3000 de igual moneda, o bien alrededor de 10.000 pesos. De manera que por cada 1000 personas radicadas en el exterior habría una menor aportación al producto del orden de los tres millones de dólares. Si este año hubieran emigrado 10.000 personas, la disminución sería de 30 millones de dólares, cifra similar a la coima detectada en el caso IBM-Banco Nación. Otra vía sería la siguiente. En tanto las probabilidades de emigración se asocian con los niveles educativos, y suponiendo que emigran núcleos familiares donde el jefe es universitario, tendríamos unos 3000 casos. Suponiendo que en esos hogares el cónyuge o alguno de los hijos también haya alcanzado tal nivel educativo, puede llevarse la cifra al doble, 6000 (siempre suponiendo una salida de 10.000 en total). Si un egresado de una universidad pública implica una erogación del orden de los 20.000 (antes dólares), el número ya indicado (6000) llevaría la estimación a 120 millones. Pero más allá de estas u otras estimaciones, no sólo debe computarse como impacto negativo para el país el resultado de un cálculo monetario. Casos como el del premio Nobel César Milstein, emigrado a mediados de los años 70 debido a la crisis universitaria desatada por la represión militar, ilustran sobre un país incapaz de aprovechar y potenciar sus capacidades. Lo que es mucho más que un monto en divisas. * Director del Centro de Población, Empleo y Desarrollo de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA e investigador del Conicet
Políticas migratorias Con la eximición de visas para turistas, Europa tiene desde el vamos una política migratoria menos restrictiva que Estados Unidos.. Sin embargo, a raíz del aumento de inmigrantes argentinos que buscan nuevos horizontes en Europa, en los últimos meses se comenzó a hablar de la figura del falso turista. . Cuando el personal de migraciones sospecha que alguien que dice viajar como turista tiene intenciones de quedarse, comienzan las preguntas como cuánto dinero trae, dónde se va a alojar y hasta cuándo piensa quedarse. . Si la conclusión del funcionario es que se trata de un falso turista, puede devolverlo al país de origen. Para viajar a Estados Unidos, la visa funciona como un primer sistema de selección. Sin embargo, se trata de un derecho en expectativa porque el oficial migratorio puede rechazar al extranjero aunque tenga la correspondiente visa. En Estados Unidos, cuando se descubre un inmigrante ilegal se lo detiene hasta el momento de la expulsión del país. Europa, en cambio, tiene un sistema más benigno y menos persecutorio, aunque también incluye la expulsión. La Nacion, 29 de diciembre de 2002
Una
escasez que afecta sectores clave La Nacion, Jueves 19 de Diciembre de 2002 |
|||||||||||||
|
|||||||||||||
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |