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Por Carlos Ulanovsky El notable trovador Kevin Johansen tiene una fuerte historia de exilios: nació en Alaska, de madre argentina y padre norteamericano. Mientras se volvía el gran cantautor que hoy es, se convirtió en trotamundo del arte y de la existencia. A fines de los años 90, luego de una larga estada en varias ciudades, optó por volver a la Argentina, dejando en estado de perplejidad a miles de personas que ya entonces se querían ir. Por eso, no casualmente, su último disco se llama Sur o no sur y en su letra, de enorme profundidad, dice: "Me voy porque acá no se puede, me vuelvo porque allá tampoco;/me voy porque aquí se me debe, me vuelvo porque allá están locos;/me voy porque aquí no me alcanza, me vuelvo porque allá no hay esperanza/me voy porque aquí se aprovechan, me vuelvo porque allá me echan". Efectivamente, el mundo se ha vuelto un completo agravio porque rige la dictadura de una vida a la más absoluta desmedida humana. A cada paso, una locura; a cada minuto, una necedad incalculable; a cada hoja del calendario, una nueva muestra de refinada crueldad. Brutales matanzas, ataques violentos, desbordes ecológicos y psicológicos, limitaciones, achicamientos, expulsiones, desigualdades, desocupación dramática, hambrunas, inseguridad. El mundo ancho y ajeno se ha vuelto reseco, hostil, desagradable al máximo. Hoy, todos los países se parecen en las peores cosas, y a estos desatinos y desmesuras no siempre los exilios le suman algún reparo. Lo que hoy pasa en la Argentina pasa también en otros primeros, segundos, terceros y cuartos mundos. Sólo que en muchos países existen redes de contención que aquí se devoró la marea. Y algunas cosas son, digamos, más soportables. Hoy, que gracias a Internet y otros prodigios de comunicación, las distancias se achicaron, una brecha desdichada carcome las esperanzas de millones de espaldas mojadas que andan por todos lados a la pesca de un lugar mejor, más tranquilo, más digno para vivir. Pero lo que encuentran, en cambio, es un auténtico mondo cane, donde a veces los perros reciben muchos más mimos que ellos.La Nacion, 29 de diciembre de 2002 |
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