El
corralito frena la emigración de argentinos Detrás de enormes valijas, en silenciosa procesión, los emigrantes marchaban, fundiéndose en una cola que viboreaba casi 100 metros por el espigón internacional del aeropuerto de Ezeiza. Imposible decir cuántos eran entre tanto turista y viajero de ocasión. Pero se hacían sentir a la hora de la última despedida, entre tantas lágrimas, frente al detector de metales que lleva a la puerta número diez, desde donde partían como héroes de guerra, envueltos algunos en camisetas de Boca y banderas de España, empujados por el aliento de los que quedaban atrás. |
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"¡Suerte!" "¡Fuerza!" "¡Vamos a mejorar este país para que vuelvan!" se podía escuchar. ¿Quiénes son estos nuevos emigrantes? ¿Cuántos son? ¿Qué buscan? ¿Adónde van? ¿De dónde salen? Se trata de una migración caótica, de clase media, con apoyo económico desde la Argentina, de mucha gente que parte sin destino fijo "a ver qué pasa" y que, según los expertos, no tarda en volver si las cosas no salen bien. Con los datos disponibles no es fácil saber cuántos se van, pero las estadísticas más recientes se contradicen con el imaginario popular: la última medición del Departamento de Migraciones muestra que entre enero y marzo de este año en Ezeiza, Aeroparque y el puerto de Buenos Aires entró y salió prácticamente la misma cantidad de personas. Estos datos, publicados la semana última por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), sorprendieron a los principales expertos en el tema porque contradicen la tendencia de los últimos dos años. Tanto en 2000 como en 2001, las salidas de ciudadanos argentinos superaron a los ingresos en alrededor de 70.000 personas por año. Los especialistas en el tema reconocen que se trata de un fenómeno muy poco estudiado en un país que, históricamente, se había acostumbrado a observar los flujos de personas desde el otro lado del mostrador: del que recibe gente y no del que la ve partir. "Los saldos migratorios están empezando a mostrar cosas raras", reconoció Jorge Gurrieri, profesor de la maestría de Políticas Migratorias de la Universidad de Buenos Aires (UBA). "Estamos bastante desorientados", confesó el doctor Lelio Mármora, catedrático de la UBA y director del la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). "Es una sorpresa a medias", moderó la doctora Adriana Alfonso, la principal analista del tema en el Departamento Migraciones. En Ezeiza, el momento del adios: Adrian Gonzalez parte rumbo a España y su familia ya sufre el desarraigo
Todos los consultados coinciden en que lo más probable es que la devaluación y el corralito hayan frenado a los emigrantes. "Se trata de una emigración de clase media que, por lo general, tiene apoyo del grupo familiar, que ayuda con los fondos necesarios para comprar el pasaje y mantener durante un tiempo al emigrante, mientras éste busca establecerse. Con el dólar uno a uno era posible mandar dinero afuera, pero ahora es al revés: las remesas llegan a la Argentina desde el exterior", dijo Mármora. "Mucha gente tiene su plata en el corralito, no la puede sacar y no tiene con qué financiar su "aventura", entre comillas" agregó Alfonso. También incide el factor estacional, que hace difícil determinar hasta qué punto el flujo turístico modifica las estadísticas, se atajan los expertos. En diciembre, la cifra de argentinos que salió del país superó en más de 10.000 a los que llegaron. Nadie sabe cuántos volvieron en marzo y cuántos se fueron para siempre, huyendo del caos que se devoró al gobierno de Fernando de la Rúa. En las mediciones anuales también influye mucho el mes en que se hace el corte: si se mide de enero a enero, por ejemplo, el saldo migratorio es más favorable; si se hace de marzo a marzo es más negativo. Por eso algunos expertos estiman que el año último partieron 80.000 argentinos, otros calculan 50.000, algunos mencionan otras cifras. Pero lo cierto es que la gente se va. Se nota en la colas de los aeropuertos. Hay récord de trámites en los consulados. En las encuestas, muchos argentinos dicen que se van a ir. "Es indudable que el fenómeno existe y que está instalado en el inconsciente o el consciente colectivo. Irse ya es una opción de jóvenes y no tan jóvenes. Hay redes familiares que actúan como polos de atracción en el exterior, hay grupos conectados por Internet. Hay un proceso de acumulación en ese sentido. Está claro que nos hemos convertido en un país de emigrantes", sostuvo Gurrieri. Lo que no queda claro es la dimensión del fenómeno. "En general no hay mucha relación entre los que averiguan datos o los que sacan doble nacionalidad y los que se van. Incluso hay una encuesta de Centro de Estudios Laborales en las grandes ciudades que muestra que en noviembre 500.000 personas manifestaban que habían tomado la decisión de irse y estaban haciendo los trámites para hacerlo, pero en los saldos migratorios esas personas no aparecen", dijo Mármora.
Según esa encuesta, el 37%, de los futuros emigrantes había elegido a España como destino final, el 18% a los Estados Unidos y el 11% a Italia. Para la licenciada Alfonso, no caben dudas de que el fenómeno está sobredimensionado. "Hay una especie de imaginario social que agranda la circunstancia, cuando en realidad somos muchas más las personas que nos quedamos." Otro factor que puede haber atemperado los deseos de irse en los últimos meses es la cambiante situación en los Estados Unidos y Europa, destino final de la gran mayoría de emigrantes argentinos.
En el país norteamericano se suspendió el ingreso sin visa y se redobló el control de indocumentados desde los atentados del 11 de septiembre. En Europa crece el sentimiento antiinmigrante y en España se endurecieron los requisitos para trabajar: desde enero se exige un visado emitido en el país de origen del inmigrante. Además, señalan los expertos, en Europa está saturado el mercado laboral que podría atraer a la emigración argentina, que se caracteriza por ser educada y de clase media. Lo que se busca son trabajadores rurales para levantar cosechas, gente para hacer los trabajos que los europeos no quieren hacer. "Hay que ver si se animan a hacer esos trabajos, que no harían en la Argentina," dijo Mármora. El único país que alienta la emigración argentina con créditos blandos y trabajo asegurado es Israel, que en el último año habría facilitado la radicación de cerca de mil familias, según cifras que maneja el OIM. Pero las condiciones son duras y se trata de un país en guerra. Un funcionario de la cancillería argentina que se encarga de temas migratorios dijo a LA NACION que en los últimos meses han aumentado mucho los pedidos de repatriación en todo el mundo. "La gente va a ver qué pasa, se queda tres o cuatro meses, se le acaban los ahorros y quedan en la calle", dijo el funcionario. Pero muchos emigrantes consiguen papeles, contratos de trabajo, becas de estudio y otras ventajas que escasean en la Argentina. Un saldo migratorio negativo de alrededor de 140.000 personas en dos años está lejos de los niveles de Colombia o Ecuador, los países sudamericanos que más sufren el drenaje de emigrantes. Pero no es un número despreciable para un país que siempre se caracterizó por un flujo en sentido contrario, primero con la inmigración europea y después con la de los países limítrofes. "Me voy a ver qué pasa porque acá no hago nada porque no hay trabajo", dijo Gonzalo Osorio, marplatense, de 20 años, doble nacionalidad y parientes en Vigo, mientras empujaba su carrito en la cola que se aprestaba a tomar el vuelo de Iberia. "Voy a ver si puedo quedarme. Podría hacer cualquier cosa." Su hermano, de 22 años, había vuelto a la Argentina tras una frustrada experiencia migratoria el año último que había durado un mes y medio. "Este se queda allá, ponele la firma", dijo el padre de Gonzalo. "El tío tiene un puesto de diarios en las islas y seguro que le consigue trabajo". Por Santiago O´Donnell, La Nacion, 12 de mayo de 2002
Según el investigador Lelio Mármora, la cantidad de emigrantes argentinos no se puede comparar con la de los países latinoamericanos más afectados por este fenómeno, como Colombia y Ecuador. "En Colombia, que tiene una población similar a la de la Argentina, se fueron 500.000 personas en los últimos tres años. En Ecuador, donde la población no llega a los 13 millones de personas, partieron 200.000 en el mismo período. En la Argentina, en cambio, el promedio de emigrantes sobre el total de la población no alcanza ni a la mitad de esas cifras", dijo el experto. A nivel global, el total estimado de medio millón de argentinos viviendo en el exterior palidece si se lo compara con los siete millones de mexicanos que viven en Estados Unidos, según las cifras oficiales de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). |
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