"Ahora tengo un hijo vía mail" Clarin, 16 de junio de 2002 |
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Al cumplir 24 años, Julio Seiler subió a un barco dispuesto a recorrer el mundo. En Zurich quedaba su hogar, su novia y su familia. Visitó puertos, ciudades, países. Pero su periplo terminó cuando descubrió otro amor en Buenos Aires: María Ofelia. Entonces nunca más volvió a su casa. Los años pasaron y hoy su nieto Federico volvió a repetir la historia, pero al revés. En el 2001 no hubo barcos sino varios aviones hasta llegar a la ciudad más grande de Suiza. Y la enamorada, esta vez, se llama Johanna y es polaca. Hasta hace poco, Federico estudiaba ingeniería en la universidad, jugaba al fútbol con los amigos, hinchaba por Independiente. Pero no tenía trabajo y sí una necesidad muy grande de buscar su destino. Pensó que quizás estaba en otro lado, y eligió la ciudad de su abuelo. Allí encontró el trabajo que nunca había tenido en Buenos Aires, y la posibilidad de mantener un departamento y sus gustos con su sueldo de encargado de la bodega de un hotel. Acá quedaron su papá, Juan Carlos, un cirujano plástico de 58 años, su mamá, Graciela, y sus hermanos Verónica y Juan Ignacio. Acá quedaron sus amigos, sus cosas. "Es feo tener un hijo a la distancia. Uno piensa que está mejor, porque ahora vive en el Primer Mundo de verdad, pero no deja de ser triste y uno no termina de acostumbrarse a que esté lejos. Además, antes era más fácil ir a visitarlo. Con mi mujer fuimos tres veces, pero ahora los pasajes se fueron a las nubes y todo es más complicado", dice el papá. "Federico es un chico bueno, sencillo, introvertido y soñador. Está muy bien allá, pero yo sé que no se acostumbra. No puede hablar de fútbol con nadie, no puede compartir un mate. Extraña, la suiza es una sociedad muy fría comparada con la nuestra", cuenta Juan Carlos. Y agrega: "Ahora tengo un hijo vía mail". Habla del último que mandó Federico. Decía: "No se crean que no extraño todo y a todos". Juan Carlos dice que "es doloroso ver cómo la familia se disgrega", y también habla de "la casa vacía". Pero diferencia las cosas: "Mi hija se casó, mi otro hijo se independizó, pero ellos están al alcance de la mano, en cambio para verlo a Federico hay que cruzar el océano", dice. El padre piensa en la situación económica del país: "Si tenía esperanzas de que volviera, a medida de que las cosas se complican veo que mi hijo se aleja cada vez más", dice. Y cuenta que a Federico le mandan libros de Soriano, de Cortázar. El último fue uno de Marcos Aguinis: "El atroz encanto de ser argentinos".
Carta desde Zurich FEDERICO SEILER, 28 AÑOS. VIVE EN ZURICH (SUIZA) Y TRABAJA EN LA BODEGA DE UN HOTEL
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