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La
escena se repite desde hace tiempo frente a las puertas de los consulados
de España e Italia, ubicados en Recoleta y Barrio Norte, donde decenas de
argentinos hacen cola para iniciar el trámite de migración. Son jóvenes y
viejos, hombres y mujeres. Muchos pasan la noche en las veredas de estos consulados
con la esperanza de ser atendidos al día siguiente. No todos lo logran, ya
que los funcionarios consulares están desbordados por la situación. Se entregan
de 60 a 100 números por día, como mucho.
Estos argentinos sueñan con volver al país de sus antepasados. Sus historias
hablan de la crisis económica y la búsqueda de un futuro mejor. El fenómeno
no es exclusivo de la Argentina, dicen los expertos en migraciones. Pero recuerdan
que ya había pasado algo semejante en otros dos momentos críticos: la década
de 1970 durante el gobierno justicialista de Isabel Perón y la dictadura militar
que le siguió, causa de exilio para muchos. El otro momento ocurrió en 1989
y 1990 con la hiperinflación. El tercer momento es hoy.
A fines de diciembre del 2000, el diario madrileño El País dedicó una extensa
nota al tema. Allí decía que, según estimaciones del consulado español en
Buenos Aires, el año 2000 finalizó con 20.000 pasaportes entregados. En 1998
se habían dado 10.600 pasaportes. La cantidad de visas otorgadas aumentó un
77 por ciento: en 1998 fueron 1.114, contra 1.971 en el 2000. Actualmente
se están dando unas 60 visas por día. Se estima que en la Argentina hay 253.000
ciudadanos con pasaporte español. Pero otros 250.000 podrían nacionalizarse
españoles por tener familiares de ese país.
El Consulado de Italia no tiene datos oficiales sobre los argentinos que emigran
con el pasaporte de ese país. Los que se van con visa de trabajo son muy pocos:
la mayoría prefiere el pasaporte. Se estima que en la Argentina hay 600.000
ciudadanos con pasaporte de Italia y la mitad vive en Buenos Aires. En el
Consulado admiten que aumentó un 15 por ciento la entrega de pasaportes con
respecto al año 2000. En el primer semestre del 2000 atendieron a 30.700 personas
que pedían pasaportes y ciudadanía italiana. En 1999 habían atendido a 26.000
personas.
El sociólogo Lelio Mármora, directivo de la Organización Internacional de
Migraciones —dependiente de las Naciones Unidas—, sostiene que "es necesario
poner en contexto lo que está ocurriendo. No pasa sólo aquí sino en toda Latinoamérica.
La causa principal es económica, falta trabajo. Pero también falta esperanza".
Según la Delegación del Gobierno de España para la Extranjería y la Inmigración,
en ese país residen legalmente 18.639 argentinos. Y es incierto el destino
de otros 575. Ayer entró en vigencia la nueva Ley de Extranjería. No hay cifras
de Italia.
Para el sociólogo Mármora, "muchos de los emigrantes que se agolpan ante los
consulados de Italia y España en Buenos Aires son de la clase media educada
y bien instalada en la Argentina, que ahora descubre que el diploma universitario
no garantiza nada. A Europa y Estados Unidos se están yendo los profesionales
y una mayoría de clase media, aunque esta crisis golpeó a todas las clases
sociales y a todas las edades. Emigran personas de 25 a 35 años, pero también
gente de 45. Es erróneo comparar estas migraciones con lo que ocurrió hace
un siglo. Ahora la gente va con una actitud muy flexible, a explorar posibilidades.
El costo de los viajes bajó y hay mejores comunicaciones".
Mármora destacó, sin embargo, que "quienes realmente emigran no superan el
20 por ciento del total de personas que obtienen el pasaporte. Para muchos,
el pasaporte es como una garantía virtual. La gente se siente más segura teniéndolo,
lo sacan por las dudas. El pasaporte es como un salvoconducto para irse".
Mientras tanto, las colas de argentinos se repiten ante el consulado de Italia,
Marcelo Torcuato de Alvear al 1100, y en el de España, Guido al 1700. Como
escribió el diario El País en diciembre último a propósito del tema: "Argentina
fue a principios del siglo XX la tierra promisoria para decenas de miles de
emigrantes españoles e italianos. Hoy vive una increíble paradoja, es una
nación que dispone de recursos naturales interminables, que atrae la confianza
de las mayores empresas españolas que han invertido miles de millones de dólares
y, sin embargo, para muchos ciudadanos no hay futuro".
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Consulado Italiano: "Hay que irse, no queda
otra"
Cuatro
de la mañana en el macrocentro porteño. En Marcelo T. de Alvear 1125, once
personas aguardan en la vereda que el reloj marque las ocho. A esa hora se
abren las puertas del Consulado de Italia.
Fiel al refrán que dice que al que madruga Dios lo ayuda, Luciano Bondanelli
es el primero en la fila: llegó al Consulado a la medianoche. Hijo de un italiano
que ancló en la Argentina en el 45, hace tiempo que decidió reclamar la ciudadanía.
"Las vueltas de la vida. Mi papá vino de Europa y ahora yo trato de ir para
allá", ironiza. "Creo que vale la pena buscar trabajo en Europa. Tengo amigos
que trabajan allá y me cuentan que las dificultades para conseguir empleo
son similares a las que hay en la Argentina, pero el nivel de vida es mucho
mejor". Luciano es empleado de comercio y está convencido de que éste es el
"momento apropiado" para probar suerte en otro país: está casado pero no tiene
hijos. Sin embargo, reconoce que "va a costar" el desarraigo: "Se dejan muchas
cosas: los amigos y la familia, pero hay que irse, no queda otra".
Amelia Bagnatto tiene 28 años y la firme convicción de buscar empleo fuera
de la Argentina: "Mi novio está trabajando en Miami. La idea es ir a Estados
Unidos y después a Italia".
Para eso, Amelia necesita obtener la ciudadanía, a la que tiene derecho por
ser hija de italiano. Llegó alrededor de la una de la madrugada desde Villa
Pueyrredón y, como sabía que la espera iba a ser larga, llevó a su mamá Blanca
para que le hiciera compañía. Sentadas sobre una manta, madre e hija aseguran
que las posibilidades de hacer carrera en consultoría en psicología en Europa
son mayores que en la Argentina. "La idea de irme surgió el año pasado", repasa
Amelia bajo la mirada atenta de su mamá. Sin dejar de sonreír, Blanca confiesa:
"Sí, ya sé que me voy a quedar sola, porque soy divorciada y encima mi otro
hijo también se está por ir a vivir a Estados Unidos. Pero los apoyo porque
veo que acá no hay futuro".
Luciano Disalvo fue previsor: para soportar la amansadora cargó en su mochila
un termo con café, una manta, un libro y los papeles para solicitar la ciudadanía
para él y su familia.
"Soy bisnieto de italianos", comenta al tiempo que levanta la vista del libro
que, a media luz, apenas alcanza a leer. Este joven de 23 años, estudiante
de sociología, sabe que es "muy conveniente" ser ciudadano de la Comunidad:
"Puedo quedarme en Europa, aunque todavía eso no es una prioridad para mí".
"La idea de obtener la ciudadanía la teníamos mi hermana y yo. Los dos tuvimos
oportunidad de viajar a Europa y nos dimos cuenta de que es una ventaja ser
ciudadano europeo. Además se dieron todas posibilidades para que pudiéramos
hacer los papeles, porque hay años en los que rigen algunas leyes que nos
beneficiaban". Los bisabuelos de Luciano se radicaron a principios del siglo
pasado en Rosario. "Estuve en Prani, el pueblito de mis bisabuelos en Italia,
para rastrear sus partidas de nacimiento. Fue todo un trabajo que dejó un
buen recuerdo, porque creo que de otra manera no me hubiera puesto a hurgar
en mis raíces."
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Consulado
Español: "Nos quitaron la esperanza"
"Hoy
hay poca gente. El lunes a esta hora había más de una cuadra de cola", afirma
Luis Carmona Santín, que llegó ayer a la una de la mañana a la vereda de la
calle Guido, entre Callao y Rodríguez Peña, para conseguir un sexto lugar
en la cola.
"Poca gente" son, para Luis, 22 personas, que a las 4 de la mañana desafiaban
el calor de una noche pegajosa. Esperaban que el consulado de España abriera
las puertas a las 8.30. Piden visas de estudio o trabajo. O hacen trámites
para conseguir la ciudadanía española: se están por ir o piensan hacerlo pronto,
para buscar un futuro mejor.
Luis tiene 60 años y mucha bronca por la situación del país. Nació en Barcelona
pero se considera argentino, porque vive acá desde los 6 años. Ahora quiere
volver a España y necesita hacer los trámites para su esposa argentina.
¿"Por qué me vuelvo? Creo que éste es el mejor país del mundo, el más lindo,
pero los políticos y los sindicalistas lo arruinaron. Arruinaron a los trabajadores,
y a la juventud; nos quitaron la esperanza. Me siento argentino, acá hice
toda mi vida, pero me obligan a jubilarme a los 60 años y la jubilación no
me va a alcanzar para mantener lo que logré en mi vida: una linda casa, un
auto y un nivel de vida digno. Acá uno llega a cierta edad y no sirve más",
se queja.
Y agrega: "En España es distinto, hay más respeto por la gente mayor y más
posibilidades. En este país uno es viejo a los 40 años, y deja de ser importante.
Eso no es justo. Yo quiero terminar mi vida feliz", resume.
Luis se va sin perspectivas ciertas, confiado en el seguro de desempleo que
recibirá ni bien llegue, por ser ciudadano español. "Voy a probar suerte en
lo mío. Hace 40 años que soy maquinista de barcos pesqueros, y quiero seguir
siéndolo".
Sus cinco hijos viven en Mar del Plata, y todos tienen doble ciudadanía. "La
menor, de 20 años, quizás venga con mi señora y conmigo", dice, pero aclara
que no incentiva a sus hijos a partir.
Luis habla del "reino del revés" y recuerda la época en que la Argentina era
una tierra promisoria para miles de inmigrantes, como lo fueron sus padres
y él alguna vez. "Llegamos a un país que nos abrió los brazos con generosidad
y ahora nos tenemos que ir. Nos vamos mal porque dejamos una vida, costumbres",
dice mirando alrededor, incluyendo en ese "nos" a todos los que lo acompañan
en la fila. El silencio de los demás le da la razón.
El hombre sabe que va a extrañar."A mí me sacan el tango y el fútbol y me
sacan media vida. Igual me llevo a Goyeneche hasta en el bolsillo".
El de Diego Rodríguez es un caso diferente. Tiene 26 años, es analista de
sistemas y espera un visado laboral. "Llegué de Madrid anteayer. Estuve 3
meses y conseguí trabajo", cuenta. Dice que tuvo 3 entrevistas laborales y
que lo llamaron de todas. "Pude elegir dónde trabajar, eso acá no pasa", aclara.
A las cinco y media de la mañana, cuando el cielo empieza a aclarar, ya son
30 las personas que esperan en la vereda de Guido. Y eso que ayer, como dijo
Luis, había poca gente.
Miércoles 24 de enero de 2001
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