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Francis
Fukuyama
"El siglo XXI será de los países capaces de asimilar
a los extranjeros"
El académico norteamericano destaca la tendencia de sus compatriotas
a no seguir las reglas, lo que provoca altos índices de innovación
e iniciativa empresarial, pero también de criminalidad y familias
disueltas.
WASHINGTON.-
FRANCIS FUKUYAMA -el académico norteamericano que saltó
a primera fila del mundo intelectual con sus teorías sobre el fin
de la historia tras la Guerra Fría- recientemente volvió
a la carga con La gran ruptura , un libro que analiza la decadencia social
sufrida por la mayoría de los países industrializados entre
los años sesenta y noventa. Pero haciendo gala de su optimismo,
a veces utilizado como reproche por sus críticos, Francis Fukuyama
ve indicios de redención al final del vertiginoso e inevitable
salto de una sociedad posindustrial a la era de la información.
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-Usted argumenta que la sociedad está al borde de una nueva era,
en la que la gente vivirá moralmente e insistirá en que
sus líderes e instituciones hagan lo mismo. ¿Cree que después
del año Lewinsky en Washington y por la clase de películas
premiadas con el Oscar estamos muy cerca de esa moralidad?
.
-Mido el comportamiento moral por medio de estadísticas relacionadas
con criminalidad, rupturas familiares, niveles de confianza. Y las estadísticas
sólo dicen una parte de la historia. Aunque haya una amplia tendencia
en una dirección, también pueden ocurrir eventos -al estilo
de los tiroteos en colegios como la Columbine High School, o el caso Lewinsky-
que parecen contradecir modelos generales. Pero en los Estados Unidos
y en otros países que experimentan lo que yo llamo "la gran
ruptura", no hay duda alguna de que la sociedad es cada vez más
ordenada, aunque siempre haya gente que rompa las normas, incluso presidentes.
Por otra parte, la cultura popular permanece muy comprometida con la idea
de tratar de violar normas morales de la clase media. Pero hay un montón
de evidencias que apuntan a que la gente tiene una mayor calma y se encuentra
predispuesta a crear una sociedad con más orden que hace diez o
quince años.
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-Si los norteamericanos no están interesados
por Paula Jones, pero están obsesionados con el Dow Jones, ¿dónde
queda sitio para la moral en una sociedad centrada en torno del dinero
y del consumo?
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-La relación entre las sociedades capitalistas modernas y la moralidad
es realmente muy complicada. Y en ciertos casos obvios, los valores morales
no salen bien parados. El vender y comprar bienes en un mercado, entre
otros efectos, daña muchas veces la lealtad, crea inseguridades
y desestabiliza relaciones morales. Pero creo que la emergencia de una
sociedad comercial moderna también tiene buenas consecuencias para
los valores morales. Por ejemplo, una virtud como la honestidad dentro
de una economía de mercado tiene un valor monetario positivo. Empresas
e individuos están interesados en tener una buena reputación.
Al mismo tiempo, el lugar de trabajo tiende cada vez a ser menos autoritario
y más democrático y participativo.
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-Usted ha documentado el desorden social en Occidente
a partir de la década del sesenta, y sus terribles efectos. Pero
también, empezando en los años sesenta, algunos cosas buenas
han ocurrido en el mundo occidental. ¿Existe una evolución
positiva escondida en este período?
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-Por supuesto. Las cosas buenas que han ocurrido desde los sesenta están
directamente relacionadas con las cosas malas. Todo ha sido liberalizado
en el mundo social durante este período. No solamente reglas sobre
sexo y familia, sino también reglas relacionadas con raza y clase
social. Toda sociedad occidental en los últimos treinta años
se ha hecho más tolerante en el sentido racial y más abierta
hacia las mujeres. Y estas cosas son extremadamente positivas.
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-¿Quién ha tenido más responsabilidad
en la "gran ruptura", la píldora o el microprocesador?
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-Es realmente difícil separar cada factor en una multiplicidad
de causas. Pero creo que los dos avances han jugado un papel importante.
La píldora ha sido clave a la hora de separar reproducción
y sexo. Yo mantengo en mi libro que este fármaco ha tenido la consecuencia
inesperada de no liberar a las mujeres, pero sí a los hombres de
responsabilidades familiares. Y ésta es una de las grandes sorpresas
de este período. El microprocesador ha sido también una
liberación, dando a la gente más poder personal y cuestionando
jerarquías, ya sea en gobiernos, corporaciones u organizaciones.
Creo que el tipo de sociedad que florece en la era de la información
es aquella que tiene relativamente pocas normas.
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-En su opinión, el polo más importante
de solidaridad es la sociedad civil. Pero en Europa todavía se
tiene una fe casi ciega en el Estado. ¿Ve alguna esperanza de cambio
en el Viejo Continente?
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-Sí. Los europeos están empezando a darse cuenta de que
el Estado no va a crecer más. Y en muchos sitios, la principal
agenda es conseguir reducirlo. También creo que la sociedad civil
es algo que tiende a ser producido por el progreso de modernización.
Con gente mejor educada y con capacidad tecnológica para comunicarse.
El mejor ejemplo es el sector de las organizaciones no gubernamentales,
en Europa occidental, que ha explotado en los últimos años.
La sociedad civil, de forma paulatina, se convertirá en una alternativa
al Estado como medio de conexión social, como facilitador de servicios
sociales e incluso como poder paralelo.
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-El siglo XX ha sido descripto como el siglo norteamericano.
¿Cómo se presentan los próximos cien años?
.
-Considero que las sociedades con más éxito serán
aquellas que demuestren flexibilidad política. Si se observan los
problemas actuales de Japón y de Alemania, los dos países
han sido capaces de crear muy eficientes y bien administrados mecanismos
públicos para promover crecimiento económico tras la Segunda
Guerra Mundial. Pero ahora estos mecanismos son una carga porque son demasiado
grandes, demasiado rígidos y han superado su utilidad. Otro factor
creo que es puramente social: tendencias demográficas. España
es un buen ejemplo de esta situación, con una tasa de fertilidad
reducida en forma dramática. La gente piensa sobre este problema
en términos de Seguridad Social y facilitar cuidados para mucha
gente de avanzada edad. Pero esto es sólo la punta del iceberg
. Para mantener absolutos niveles de producto bruto interno será
necesario importar mano de obra. Los países capaces de asimilar
socialmente a los extranjeros y de superar problemas culturales asociados
con la inmigración serán los que mejor encaren el siglo
XXI.
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-A pesar de todo, ¿sigue creyendo que la
democracia liberal y la economía de mercado son la única
opción viable para una sociedad moderna?
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-Se puede ser una república islámica como Irán o
un régimen fascista como Serbia, pero nadie quiere imitar esos
modelos. Hasta los iraníes se están cansando de vivir en
una teocracia y sospecho que en otra generación avanzarán
hacia una sociedad liberal. Como serio competidor de este modelo, solamente
he considerado la forma de autoritarismo suave de algunos países
en Asia, como Singapur, Indonesia o Malasia. Pero después de la
última gran crisis financiera no han mantenido su atractivo. Sus
ciudadanos también quieren democracia y participación.
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-Un pilar decisivo de este nuevo orden económico
y político es el individualismo. Pero entre sus argumentos hay
grandes reparos hacia la supremacía del individuo.
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-El individualismo es una fuente simultánea de cosas buenas y malas
en una sociedad. Ahí está el empresario informático
que quiere romper todas las normas y es recompensado generosamente por
hacerlo. Pero, en cierta manera, es el mismo impulso que motiva a un criminal
para romper las normas de la sociedad y asaltarte en la calle. De este
impulso nace el llamado "excepcionalismo" de los Estados Unidos.
Los norteamericanos detestan conceptos como autoridad y normas. Y por
eso tenemos una alta tasa de innovación, de iniciativa empresarial,
buena tecnología y altos índices de crecimiento económico.
Pero también es la razón por la que tenemos familias rotas,
altos porcentajes de criminalidad, vecindarios marginales. Es el mismo
impulso a no seguir reglas. La gran ruptura ha ocurrido en muchas sociedades,
pero en los Estados Unidos su impacto ha sido mucho mayor.
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-En su libro anterior, Confianza , se explora la
creación de prosperidad como producto de virtudes sociales. ¿Cuáles
son esas virtudes y por qué no parecen tan abudantes en el sur
de Europa?
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-Dentro de la Europa mediterránea, y en el mundo latino católico
en general, la ausencia de confianza de esas sociedades se relaciona con
la Iglesia y con el sistema político formado por Felipe II, Carlos
V y los Habsburgo. Todos estos países comparten similares características.
Por ejemplo, tienden a tener una insignificante sociedad civil, muy bajos
niveles de confianza entre individuos que prefieren organizarse en torno
de fuertes familias y amistades. Una de las razones de esta situación
es el catolicismo, con una estructura muy jerárquica que inhibe
el crecimiento de formas espontáneas de religión, como sí
ocurre en sociedades protestantes más descentralizadas. Una estadística
llamativa es que la tasa de donaciones filantrópicas es mucho más
baja en España, Francia o Italia que en los Estados Unidos, Inglaterra
o los países escandinavos. En estas sociedades latino católicas
el Estado también tiene una gran responsabilidad en la falta de
confianza social, con su tendencia a ser más jerárquico
o autoritario que en otras partes de Europa. La familia se convierte entonces
en una barrera defensiva. Es el patrón cultural que se puso en
marcha hace cuatro o cinco siglos y que todavía persiste en muchas
partes del mundo mediterráneo.
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-¿Específicamente, qué quiere decir con el término
"capital social"?
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-Capital social es la habilidad de la gente para trabajar en grupos, juntarse
en torno de valores y normas compartidos. Es la tercera forma de capital,
luego del capital físico y del capital humano. El capital social
nace de la capacidad para relacionarnos socialmente, confiar en otras
personas o tener normas comunes de honestidad y reciprocidad.
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-Siempre lo veo explicando y volviendo a explicar lo que quiso decir cuando
escribió sobre el final de la historia. ¿Cree que el libro
que le dio fama es también uno de los libros menos entendidos en
los últimos años?
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-Me parece que sí. Por la simple razón de que todavía
me hacen preguntas en tono de reproche cuando pasa algo en Kosovo o en
algún lugar del mundo.
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-¿Cree que la globalización es el
mejor ejemplo de sus tesis sobre el triunfo de la democracia y el capitalismo?
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-Sí. La agenda de la política internacional se centra ahora
en la cuestión de la globalización. Y este proceso significa
la globalización de aquellas instituciones que yo defiendo en El
fin de la historia . Economías de mercado y democracias liberales.
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-¿Y qué le parece la resistencia a
la globalización que de forma tan llamativa quedó demostrada
en Seattle, en diciembre último?
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-Hay que ver cómo avanza esa situación. La izquierda se
enfrenta todavía a sustanciales problemas para retornar con fuerza.
En la izquierda todavía existen demasiadas divisiones que no han
sido solucionadas. Incluso entre los sindicatos y ecologistas que vimos
en Seattle. En el momento en que la defensa de las tortugas marinas amenace
empleos ocupados por trabajadores con afiliación sindical, los
dos sectores se van a enfrentar. La situación es muy complicada
y por eso creo que la izquierda tendrá una considerable dificultad
para crear un movimiento político unificado en la esfera internacional.
Por Pedro Rodríguez
De ABC
.El optimista
.
LA obra de Fukuyama suele ser definida como la de un optimista. "En
El fin de la historia soy optimista sobre el futuro de los sistemas democráticos.
Pero la democracia contiene en sí misma ciertos problemas sin solución:
¿qué ocurre con el espíritu humano, con las aspiraciones?
En La gran ruptura , mi visión de la sociedad norteamericana es
mucho más positiva que la que tienen muchos conservadores. Pero
al mismo tiempo el problema nunca termina, porque los avances tecnológicos
y el cambio económico continúan ocurriendo. El reto de la
disrupción moral es continuo.
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-¿Le tienta caer en el pesimismo?
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-Ese es el tema del libro que voy a empezar a escribir, sobre biotecnología
y sus implicaciones para el futuro de la política. Para una respuesta
adecuada, tendrá que esperar a que lo termine.

Perfil
Francis Fukuyama nació en Chicago hace 48 años.
Es doctor en Ciencias Políticas en la Universidad de Harvard.
En 1989 su nombre recorrió el mundo cuando publicó el ensayo
El fin de la historia , con el que capturó titulares y generó
polémicas. A causa de este trabajo fue llamado para ocupar un puesto
en la Oficina de Planificación del Departamento de Estado de los
Estados Unidos.
Actualmente se desempeña como profesor de políticas públicas
en la Universidad George Mason, en el Estado de Virginia.
Su último libro se llama La gran ruptura .
La
Nacion, 16 de Abril de 2000
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