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Una tendencia en baja
Los jóvenes no piensan tanto en emigrar
Menos pedidos en consulados extranjeros
Los jóvenes están preocupados por la crisis que atraviesa
el país, siguen escépticos de las instituciones y de la
política, pero ya no tienen tantas intenciones como antes de irse
a vivir al exterior.
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Así se desprende de un estudio realizado por el sociólogo
Alejandro Piscitelli Murphy, de la Universidad Austral, entre 400 estudiantes
de universidades estatales y privadas, que revela que bajó el porcentaje
de jóvenes que tiene intenciones de emigrar al exterior. En mayo
de 2002, el 40% estaba de acuerdo con establecerse en otro país,
y un año después -en mayo último- esa proporción
bajó al 28 por ciento.
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El informe refleja la misma percepción, medido al revés:
aumentó también casi un 30% el número de estudiantes
que no quiere radicarse en el exterior. Del 46% que no quería hacerlo
en 2002, se pasó al 58% en 2003.
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Estos datos se corresponden con lo que ocurre en los consulados extranjeros
en la Argentina, donde ahora son menos los compatriotas que tramitan la
ciudadanía europea, en comparación con los datos de 2002.
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La Consejería de Educación de la embajada de España,
por ejemplo, atiende actualmente unas 180 personas diarias que quieren
homologar sus títulos profesionales. A principios de 2002, la cifra
no bajaba de 300 o 400. "A comienzos del año pasado enviábamos
a España unos 50 kilos semanales de expedientes en valijas diplomáticas.
Hoy no llegamos a 30 kilos", dijo el consejero Pedro Caselles, en
diálogo con LA NACION. Además, disminuyó el número
de personas inscriptas para rendir el examen de selectividad, indispensable
para ingresar en cualquier universidad de la península y que ofrece
la Conserjería. En junio de 2002 se anotaron 84 personas; en el
mismo mes de este año, 66.
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Aunque no difundieron números, fuentes diplomáticas de la
embajada de Italia coincidieron en que descendió la afluencia de
jóvenes interesados en emigrar "porque la gente vislumbra
mejores perspectivas para la Argentina".
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También en Emplear, agencia que tramita visas para Australia y
Nueva Zelanda, bajaron las solicitudes un 40% en un año. En 2002,
se tramitaron 220 visas; en 2003, unas 130. Es menor, además, el
público que hoy frecuenta las reuniones explicativas mensuales:
de 1000 que concurrían en 2002 hoy registran 120. "Hay menos
jóvenes desesperados que buscan irse a cualquier país. Hoy,
la emigración es más racional y mejor planificada",
comentó Martín Szurman, director para América latina.
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Uno de los que estuvieron a punto de irse es Eduardo Seewald, que a los
25 años está terminando la carrera de arquitectura en la
Universidad de Buenos Aires (UBA).
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A principios del año pasado, cuando la crisis argentina atravesaba
su peor momento, Seewald consideró irse a Australia. "Estaba
muy descreído del futuro, tenía un par de proyectos en marcha
y no quería llegar así a los 30 años", explicó.
Buscó trabajo mientras iba y venía con la idea de irse.
Este año finalmente entró en un estudio. "Estoy muy
contento, tengo un futuro por delante. No pienso más en la idea
de irme. Quiero a mi ciudad, mis amigos. En otro país sería
siempre un extranjero solitario", agregó.
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Las razones
Los jóvenes tienen sus razones para no irse "corriendo".
Sostienen que la Argentina se activó un poco; que mejoró
el ánimo colectivo.
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La encuesta de la Universidad Austral indica que tienen una visión
más optimista. El 48% cree que el país mejorará en
cinco años, y el 68% considera que su situación personal
también será más favorable. En los últimos
meses, muchos lograron insertarse laboralmente, aunque sea a través
de contratos temporarios. Y, lo que no es menor, vieron que sus amigos
que se fueron "no la están pasando bien y desean volver".
"Toda la vida quise irme a vivir afuera y de hecho partí unos
meses el año pasado. Me capacité en baile y ahora estoy
trabajando para un coreógrafo internacional aquí en Buenos
Aires. Hoy estoy asentada, y no tengo las mismas ganas de salir que antes",
dijo Marina Almeda, estudiante de la Universidad Argentina de la Empresa
(UADE) y una de las que participaron en la encuesta de la Universidad
Austral.
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Alexia Campos, licenciada en cinematografía, se recibió
el 21 de diciembre de 2001, el día de mayor caos. "No bien
me dieron el título empecé a buscar trabajo. Busqué
durante un año y no encontré nada. Como tengo pasaporte
norteamericano pensé seriamente en irme a EE.UU. Finalmente en
marzo de este año me contrató aquí una distribuidora
de cine. Estoy contenta. Quiero vivir en mi país", contó.
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Para ella, la crisis tuvo su lado positivo. "Entendimos que los problemas
del país deben ser nuestros. No queda otra", dijo. Además,
reflexionó: "Creo que no es fácil radicarte afuera.
Acá tenés mucho: tu familia, tus amigos, tus costumbres,
tus calles, tus bondis".
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El riesgo de idealizar
Para Sebastián Morales, estudiante de abogacía de la UBA
y otro de los participantes del sondeo de la Universidad Austral, muchos
jóvenes idealizan la vida en el exterior. "No creo que te
abran las puertas tan fácilmente, que uno consiga laburo así
nomás, que ganes más plata que acá. El costo de vida
afuera es alto", señaló, con sus 19 años, convencido
de que prefiere pelear la crisis en la Argentina.
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"El año pasado, cuando todo estaba bastante feo, mis amigos
que se habían ido a vivir a México y a EE.UU. me insistían
en que fuera a vivir con ellos y que buscara trabajo allá. Lo pensé
seriamente, pero al final decidí quedarme. Hubiera significado
dejar mi carrera por la mitad. Tenía miedo de volver a los pocos
años a la Argentina y tener que empezar de cero", explicó
Juan José Giorgis, de 21 años, que cursa tercer año
de la carrera de relaciones públicas de la UADE y hoy trabaja como
pasante en una consultora. "Hoy muchos de mis amigos que se fueron
quieren volver y se les complica", agregó.
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Sebastián Montalamber, de 27 años, licenciado en administración
de empresas por la Universidad Di Tella, vivió en el exterior y
decidió volver. Trabajó durante tres años y medio
para JP Morgan, en Nueva York ("una excelente experiencia",
explicó), y regresó hace cuatro meses.
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"Llega un momento en que te planteás: o me quedo en EE.UU.
y hago carrera allí o vuelvo a Buenos Aires. Quiero a mi país,
me interesa que progrese. Me parece importante que quienes tuvimos la
oportunidad de formarnos en un país del Primer Mundo volvamos para
aplicar algo de lo que aprendimos", comentó Montalamber, muy
conforme con su decisión de quedarse en el país.
Por Agustina Lanusse
Para LA NACION
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Marina Almeda / estudiante
"El año pasado partí unos meses al exterior. Me capacité
en baile y ahora trabajo para un coreógrafo internacional aquí,
en Buenos Aires. Hoy no tengo las mismas ganas de salir"
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Sebastián Morales / estudiante
El costo de la vida afuera es alto. Sería injusto irme. Tengo una
posición estable. No me sobra ni me falta nada. No pienso en irme.
Prefiero pelearla acá, en la Argentina.
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Marina
Almeda, estudiante Foto: Gustavo Seiguer
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La
dirigencia política aún no despierta confianza
Prevalecen signos desalentadores
A juicio de los jóvenes, el país -mejor dicho, los dirigentes-
sigue dando señales desalentadoras.
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En la encuesta de la Universidad Austral, los estudiantes afirman que
los políticos son los principales responsables de la situación
actual, aunque afirman que la sociedad entera tiene su cuota de responsabilidad.
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No ven a los partidos políticos como canales posibles para participar,
y en cambio sí perciben a las organizaciones sin fines de lucro
como una alternativa. Sin embargo, el 75% no participa en ellas de manera
activa.
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Señalan que los principales problemas son la desocupación
(44,9%), la educación (23,2%) y la inseguridad (14,4%). Depositan
muy poca confianza en los sindicatos y la policía y algo en los
medios y en la Iglesia.
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Para el sociólogo Piscitelli, el sondeo muestra ciertas contradicciones.
"Creo que los universitarios quieren participar para generar cambios
en la sociedad, pero aún no toman cartas en el asunto", señaló.
Además le resulta llamativo que los jóvenes tengan una visión
más positiva sobre su situación personal futura que la que
avizoran para el país. "Sigue vigente la idea de que a mí
me puede ir bien, independientemente de lo que ocurra en la Argentina."
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El compromiso social
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Al ser consultados sobre el grado de participación de los jóvenes
en la crisis, algunos profesores universitarios concluyeron que:
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Los universitarios participan poco en la vida social y política.
"Los noto encerrados en sí mismos. Creo que en parte es una
falla del sistema educativo, que no forma ciudadanos cabales", dijo
Luis Lima, ex presidente de la Universidad Nacional de La Plata.
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Tienen algunos conceptos confusos sobre lo que significa la vida política.
"Igualan la participación política con la social. Pero
no es lo mismo. La sociedad civil no reemplaza el involucramiento en la
vida política, que es esencial para una democracia", dijo
Carlos Floria, profesor en la Universidad de San Andrés y la Facultad
de Derecho (UBA).
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Existen dos grupos muy diferenciados entre quienes participan cívicamente
y los que no. "Nuestro alumnado es bipolar. Un 30% de nuestros estudiantes
participa en foros, debates, concursos. Otro grupo numeroso manifiesta
una apatía total por la cosa pública, no tiene incentivos
y no se siente parte del proyecto país", comentó Mariano
Fernández, director de Admisiones de la Universidad de CEMA.
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Los jóvenes son inteligentes y desconfiados, pero sensibles a las
demandas sociales. "La autoridad hay que conquistarla. No son complacientes
con la ignorancia, no están dispuestos a que se los manipule. Percibo
una acción de resiliencia, es decir, la búsqueda de la energía
positiva para reaccionar frente a los golpes de la crisis", concluyó
Floria.
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Entre el 20 y el 30% que participa en las ONG trabaja en el área
de derechos humanos, ayuda social y ecología. "La participación
en el sector social es bastante alta. Allí ellos pueden ser más
protagonistas que en los partidos políticos y logran influir con
sus decisiones", explicó la socióloga Beatriz Balián,
de la Universidad Católica Argentina.
Opinión
La clase media ya no sufre la amenaza de la expulsión
Por Guillermina Tiramonti
Para LA NACION
A fines de 2001 y en la primera mitad del año siguiente la sensación
de habitar un país en derrumbe y la amenaza de ser arrollado por
las tendencias expulsoras del sistema alentaron a muchos argentinos a
probar suerte en otros países. Según el Indec, entre los
años 2000 y 2002 se fueron 140.000 personas, un gran porcentaje
de ellos jóvenes con estudios superiores.
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La encuesta que ahora se presenta muestra que actualmente la amenaza ha
cedido y que los jóvenes creen hoy, en una proporción mayor
que la del año pasado, que el país mejorará, y por
lo tanto ha disminuido la intención de irse.
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De acuerdo con las respuestas, no son las expectativas en la política
ni en las instituciones a ella asociadas lo que explica este cambio de
planes. Los nuevos aires de confianza provienen seguramente de la dilución
de la amenaza de expulsión que pesaba fuertemente sobre las clases
medias a fines de 2001 y en los meses sucesivos.
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Una investigación realizada en esa época encontró
que la razón más frecuentemente esgrimida para justificar
esta decisión era "en este país no hay lugar para las
clases medias". Lo que pendía sobre estos sectores era una
amenaza de desplazamiento descendente en la escala social. Es el aflojamiento
de esta sensación de amenaza, la pérdida del miedo a caer
en la situación de pobreza, lo que anima a los jóvenes a
quedarse en el país, aunque mantengan su escepticismo por la política
nacional y sus instituciones.
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Futuros privados
Las investigaciones sobre jóvenes son insistentes en señalar
que éstos descreen de la política y construyen para sí
futuros privados, en los que las acciones colectivas están poco
presentes, y cuando lo hacen están más motivados por las
luchas ecologistas o las acciones humanitarias que por cambiar el destino
de las masas.
.Al mismo tiempo se articulan de un modo particular con el mundo globalizado
y en ellos el "irse del país" adquiere connotaciones
diferentes de las que tradicionalmente se han asociado a la inmigración.
Sin embargo, no todos habitan del mismo modo el mundo globalizado.
.Hay un grupo de chicos para los que no existen las fronteras. Para ellos
el mundo es un espacio disponible para hacer turismo, aprender idiomas,
cursar una carrera o visitar amigos. Para ellos irse del país no
existe, todo es un ir y venir en el territorio globalizado.
.Entre los sectores medios, en cambio, la situación es más
variada. En algunos casos se planea emigrar con un objetivo de "estar
mejor" o "tener condiciones de vida más gratificantes".
En este irse no hay dramatismo y sí búsqueda de bienestar.
Es un irse para tener una vida mejor, más acorde con las aspiraciones
personales y para obtener aquello que debería postergarse o sacrificarse
si se quedaran en el país.
.Para otro grupo de chicos, en cambio, irse no es una elección
sino una compulsión a la que los somete el estrechamiento del mercado
laboral. Finalmente, los chicos más pobres están anclados
en lo local y no consideran la posibilidad de irse. Para ellos su futuro
depende de que el país mejore. Estos jóvenes reclaman dramáticamente
a la política la construcción de un futuro que los incluya.
La
Nacion, 7 de septiembre de 2003
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