Radicarse al margen de la ley en otro país, después del 11 de septiembre, se ha convertido para muchos en una pesadilla La
imagen de la gente arrojándose desde las torres gemelas nos interroga:
¿es posible tratar de sobrevivir mediante ese salto desesperado?
Quienes han emigrado en busca de una vida mejor y hoy permanecen en la
ilegalidad, ¿nos invitan a preguntarnos lo mismo? En esta comparación
exagerada hay un rasgo similar: ya se trate de la Argentina devastada
o las torres atacadas, la permanencia en el lugar les parecía insoportable. Los emigrantes que hoy permanecen en la extranjería sin documentación han dado ese salto desesperado. Se estima que hay casi 200.000 argentinos en Florida, 80.000 de los cuales habrían llegado en los últimos tres años vía Miami gozando del beneficio del waiver, es decir, la posibilidad de entrar sin una visa especial, a condición de permanecer hasta 90 días como turista, sin trabajar. Como para emplearse es necesario estar inscripto en el seguro social, compran el popular "social trucho". Esta falsificación es un delito federal con una pena de entre 5 y 10 años de prisión. A días del primer aniversario del atentado a las torres y trabajando en un lugar tan sensible como un aeropuerto, seis argentinos fueron arrestados en Palm Beach. Entre ellos, Marcelo Saldaño cuya esposa, Natalia Muesa, estaba prófuga y se entregó el miércoles último buscando ser deportada sin caer en prisión. Sobre la base de los datos del censo norteamericano 2000, el Mon-thly Labor Review del Departamento del Trabajo señala que "los trabajadores nacidos en el extranjero ganaron cerca de 75,6 centavos por cada dólar ganado por nativos". Son empleados que ganan cerca de 2000 dólares mensuales y pueden mandar cerca de un 10 por ciento de esa cifra a sus seres queridos. Según datos de Western Union, los envíos de dinero de Miami a Buenos Aires pasaron de 5500 transferencias en 1998, a 62.000 en 2001. Los emigrantes buscan desde acá asesoramiento y trabajo en el exterior vía Internet. Una vez allá reciben fotos por mail, chatean con amigos y la Web se trasformó en el gran bálsamo para este nuevo destierro. Sucede que, cada vez más, los argentinos nos encontramos en el aire, en el ciberespacio. A la intemperie en ambos casos, aquí eran ciudadanos sin trabajo ni esperanzas y allá son trabajadores indocumentados. Desgobernar es despoblar El grueso de este fenómeno lo producen hijos y nietos del ascenso social de aquel país floreciente, conscientes del derrumbe de la clase media y de las buenas herramientas que aún tienen. Cada vez más gente queda afuera -sin irse-, como 1.200.000 jóvenes que no estudian ni trabajan ni buscan empleo. Tienen entre 15 y 24 años y la sociología los define como "inactivos absolutos". Una categoría que creció un 25 por ciento en los últimos tres años. En este contexto, el caldo de cultivo para la emigración sigue creciendo. Por su parte, los candidatos para las próximas elecciones no despiertan grandes esperanzas. De cumplirse el reciente pronóstico de la consultora Catterberg y Asociados, el 27,5 por ciento de los ciudadanos no elegiría a ningún postulante y así el "voto protesta" se quintuplicaría en comparación con los comicios presidenciales de 1999. Este voto protesta puede ser visto como el caldo de cultivo para "el voto valija". La elección que hacen los que optan por cambiar de país y ya no ven cómo cambiar el país: votan con los pies. En agosto de 2000, un 43 por ciento de los jóvenes quería irse y cuatro meses más tarde un 76 por ciento de los argentinos confesó que lo haría si tuviese posibilidades. Hoy, un 20% tiene planes concretos para emigrar. En los últimos dos años, 150.000 argentinos han salido en busca de un futuro mejor, algunos por las vías legales, otros a la aventura y muchos han saltado desde las torres del desempleo y el pesimismo. Con 587.000 argentinos viviendo en el exterior, este éxodo es el más vasto que ha sufrido nuestro país. Y está sucediendo en democracia. Ya no por los tormentos de la dictadura, sino por el desgobierno de los políticos elegidos. Si gobernar fue poblar -como dijo Alberdi hace 150 años-, hoy volver a gobernar significa reescribir las bases para que, entre otras cosas, mañana quieran volver. Nos vamos los mejores, me dijeron algunos desde la angustia del destierro. Quizá no sea cierto que sólo se van los mejores. Pero parece urgente la retirada de los responsables del desgobierno, es decir, de esta despoblación. Que se vayan ¿todos? "Estamos colaborando con el Departamento de Justicia para ver cómo podemos confiscar los bienes de esa gente corrupta", afirmó el subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, Otto Reich, el mismo 6 de septiembre, al explicar por qué les negaban visas a los funcionarios corruptos de America latina, y agregó: "Están destruyendo vidas, quitándoles comida de la boca a los niños y los pobres. Los fondos públicos deben dedicarse a la salubridad, la educación, la nutrición y la vivienda". Esas vidas destruidas explican la actitud de los ilegales; no disculpan su infracción. Han comprado documentación y ahora los espera el castigo. Más aún, en casos como el de Natalia es conveniente declararse culpable para evitar el juicio y tener la alternativa de ser deportada. Quienes han malgastado recursos y esperanzas parecen ser, en el fondo, los culpables de esta emigración. Son los destinatarios de la consigna "que se vayan todos" que señala, por ejemplo, a los integrantes del sospechado Senado. Pero lejos de irse o disminuir sus privilegios, han aumentado sus dietas bajo el irónico concepto de "desarraigo". El desarraigo real continúa. No se trata del de los políticos que necesitan fondos públicos para mantener dos casas, sino del que protagonizan miles de ciudadanos que no pueden mantener ninguna. O no quieren mantenerla aquí. Hoy, deportistas, empresarios e inversores salen de la inseguridad, trasladando oficinas y negocios, buscando exportar y autoexportarse para ganar dólares, incluso en países vecinos. Ahora prevalecen las salidas planificadas hacia países con políticas abiertas para inmigrantes, como Australia, Nueva Zelanda o Canadá, país que recibió un aumento de consultas del 1000 por ciento en el transcurso de este año. O un aumento del 400 por ciento en la emigración a Israel para este 2002. "Vivir en la Argentina es un lujo que hoy no me puedo dar", me comentó un profesional emigrado. "Vine a trabajar como ilegal, pero no te creas que pude elegir. Ya no me quedaban ahorros", dijo un hombre que vivía con sus dos hijos en una pequeña habitación del Adams Hotel, en Miami Beach. Que se vayan todos parecen decir con sus actos quienes empobrecieron el país. Y se fueron. Algunos eran excluidos acá y hoy son culpables allá.
¿Hay
seres humanos "ilegales"?
"Nuestra organización y también otras han venido librando una batalla para educar a la prensa de este país con el fin de que dejen de utilizar esa palabra", dijo a LA NACION desde Washington Pedro Cavallero, coordinador de proyectos del National Council of La Raza: "Ilegales son los actos. Esa palabra pone irremediablemente la problemática inmigratoria en el plano de la política criminal o de seguridad. Pero se trata de inmigrantes, en muchos casos empujados por las necesidades más urgentes". Los argentinos indocumentados hacen trabajos que los nativos no quieren hacer, comparten departamento con demasiadas personas, no pueden acceder a los servicios de salud ni al crédito y por ello no logran entrar al primer mundo pese a transitar por sus calles. Es cierto que hacen trabajos que aquí no harían, pero comprueban que el esfuerzo inicial tiene su recompensa. Prefieren empezar de cero, dicen, que seguir en cero toda la vida. Hacen un aporte singular al multiculturalismo miamiense. Pueblan locutorios y cafés hasta altas horas de la madrugada. Traen sabores y colores nuevos, desde los pantalones de tiro bajo para las mujeres hasta el pelo largo y el arito en los hombres. Consumen teatro, cine y literatura en español. Pero este andar celeste y blanco se ha vuelto cuesta arriba desde el 11 de septiembre del año último, porque ya no renuevan la licencia de conducir a los indocumentados y trabajar en Miami sin auto es casi imposible. Los empleadores americanos destacan sus múltiples habilidades. Sin embargo, esta capacidad puede ser un arma de doble filo: la "viveza criolla" es conveniente siempre y cuando no lleve a cometer actos ilegales.
|
|||||||||||
|
|||||||||||
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |