|
Vivir
en Quebec
En
los últimos cinco años, 300 argentinos emigraron a esta próspera región
de Canadá, gracias a una política de sus autoridades. LA REVISTA estuvo
allí, pudo comprobar la alta calidad de vida del lugar y habló con compatriotas
que eligieron vivir en aquella tierra
En
los últimos cinco años, 300 argentinos –que se suman a los varios
miles que residen allí desde hace décadas– fueron admitidos para
trabajar o desarrollar una empresa en Quebec, fruto de un plan del gobierno
de esa región canadiense.
La
región francófona de Canadá es un lugar próspero, democrático y multicultural,
donde la expectativa de vida supera los 75 años para los hombres y los
80 para las mujeres, y cuyo PBI sobrepasa los 18.000 dólares por habitante,
frente a los 3500 que hoy tiene la Argentina.
.
En
medio de tal bonanza, Quebec enfrenta hoy el problema de su baja densidad
demográfica. Siete millones de personas francófonas son muy pocas en el
subcontinente norteamericano, donde viven más de 300 millones de anglohablantes,
con una cultura protestante. Por eso no es extraño que –mientras
otros países diseñan mecanismos de exclusión– las autoridades de
Quebec hayan concebido una política inmigratoria receptiva a gente joven
y emprendedora.
.
Las
posibilidades son escasas porque no aceptan a cualquiera, sino preferentemente
a jóvenes entre los 20 y los 40 años, francófonos o con buen manejo del
francés y, sobre todo, con una formación apta para insertarse en un marco
laboral sofisticado: biotecnología, aeronavegación espacial, farmacología,
tecnología multimediática, además de emprendedores capaces de demostrar
su solvencia económica en esas áreas, y gente con determinados oficios,
de los cuales la demanda supera a la oferta local.
.
A
las exigencias profesionales y el idioma –que permiten calificar
mejor o peor según los parámetros de un riguroso examen previo–,
se suma el escollo de un clima poco hospitalario, con un invierno largo
durante el cual el sol se ausenta y las temperaturas pueden superar los
20º bajo cero. Para los quebequeses, se trata de una temporada de rigores
matizados por el esplendor de la nieve y sus rituales. Pero los recién
llegados suelen carecer de medios para tener un auto o practicar esquí
y, también, de amigos o familiares a quienes recurrir.
.
El
aislamiento provocado por el clima, la opacidad inicial de una cultura
cercana pero diferente y las zancadillas del idioma pueden vencer a más
de uno. Ni que hablar de aquellos argentinos profesionales que no le perdonan
al resto del mundo su prescindencia de la viveza criolla, el fútbol y
el asado con cuero: Quebec puede tolerarlos, pero no los estimula.
.
La
Revista estuvo allí para comprobar la notable calidad de vida de la región,
la modernidad cosmopolita de Montreal, la pintoresca vitalidad de Quebec
y la pujanza de Sherbrooke. También habló con argentinos que aceptaron
el desafío de vivir en una sociedad diferente; y recogió la opinión de
Jorge Riaboi, cónsul general de la Argentina.
|
Una
calle de Quebec. La ciudad conserva el encanto del pasado y vive
básicamente del turismo
|
Anestesia
total
Para
Saúl Ciecha, un comerciante de 46 años, que se fue de Buenos Aires a Montreal
con su mujer y sus hijos 12 años atrás: “No hay secretos ni recetas:
todo depende de cómo está dispuesto uno a negociar internamente su integración.
Si uno no está dispuesto a trabajar durante varios años en otra actividad
para mantenerse hasta que aparezca la ocasión de ejercer su oficio, no
va a tener éxito. Yo me anestesié por cuatro años cuando llegué”.
.
Además
de ventajas objetivas –un salario mínimo que permite satisfacer
las necesidades básicas y el hecho de que la educación y la salud sean
gratuitas–, Ciecha rescata una diferencia más elemental: “En
América del Sur, las cosas sólo funcionan bien cuando el líder –de
un hospital, de una biblioteca, de una escuela– es muy bueno y responsable.
Aquí no es necesario, porque las cosas están organizadas como para que
uno no tenga que ser ni excepcional ni agresivamente competitivo para
que le vaya bien. Acá no tenés que esperar el milagro de que te descubra
el jefe de una empresa privada y te saque de la Universidad estatal. Si
sos medianamente bueno, aunque seas tímido o no sepas disfrazarte, de
todos modos vas a tener cabida”. Lo dice un hombre que hoy hace
buenos negocios en el rubro del vestido, mientras su mujer ha alcanzado
el mismo nivel profesional que tenía en la Argentina –directora
de un jardín de infantes–, y sus hijos tienen una sólida base profesional.
La
madre del candidato
Mónica
Viaña llegó desde su Tucumán natal a Montreal, perseguida por la Triple
A, a comienzos de 1976. “A través de unos amigos, logramos que nos
invitaran a mi marido y a mí como profesores y, más tarde, obtuvimos la
condición de asilados políticos. Los primeros tiempos fueron durísimos:
el clima, en invierno, es realmente espantoso, y no saber francés y no
tener amigos ni parientes, en esas condiciones puede ser terrible. Eso
sí, en Quebec han sido siempre muy hospitalarios. Y ahora, además, el
servicio de acogida a los inmigrantes es extraordinario.”
.
Viaña
lo sabe por experiencia ya que, desde hace años –luego de una exitosa
inserción que supuso el aprendizaje de la lengua, la revalidación de su
título en pedagogía y maestrías en psicología y servicio social cursadas
en Quebec–, ella misma participa de un organismo para refugiados
latinoamericanos en la pequeña y apacible ciudad de Sherbrooke, donde
hoy vive. Y si de adaptación se trata, basta con decir que otro de sus
hijos es hoy el candidato más firme a ocupar la presidencia del Partido
Liberal canadiense.
.
“Algunos
creen que uno llega a América del Norte y se hace rico –afirma ahora,
con cara de haber pasado por casi todo–. No es así, hay que romperse
bien el lomo. Eso sí, aquí todo sacrificio en ese sentido tiene su premio.”
Chinchulines
no
Mario
Nemirovsky, profesor de inmunología, estaba dando clases en una universidad
estadounidense y, en 1971, le atrajo la posibilidad de trasladarse a Sherbrooke,
donde buscaban docentes extranjeros que hablaran francés. Al poco tiempo,
él y su esposa tenían el estatuto de inmigrantes residentes. Hoy, ya jubilado,
sigue estrechamente vinculado a la Universidad y es fácil creerle cuando
dice que está contento de vivir allí: “Nada es regalado, todo es
producto del esfuerzo de cada uno. Pero Quebec sabe recibir muy bien,
con respeto y mucho calor humano. A veces se habla de xenofobia aquí.
Existe, sin duda, en algunos niveles, pero no es una política oficial
y no se puede comparar con lo que pasa en Estados Unidos, donde los latinos
son considerados material descartable”.
.
María
Nemirovsky, la mujer de Mario, comenta con humor su propia integración:
“Siempre me sentí muy bien aquí. Hice muchos esfuerzos, porque todo
es muy diferente: Sherbrooke no es Buenos Aires, hubo que adaptarse, pero
fui muy bien recibida. Fui una de las que inauguró el servicio de acogida
a refugiados, donde trabaja Mónica Viaña ahora. Yo tenía mis estudios
y quise revalidarlos. Estudiar aquí es muy fácil. Yo cursé en Sherbrooke
Educación de Adultos. Estoy contenta de vivir aquí, pero voy a Buenos
Aires todos los años porque sigo sintiéndome argentina. Y trato de mantener
rituales: escuchar tango, comer dulce de batata y dulce de leche, tomar
mate... Encontré un carnicero al que le enseñé los cortes de carne argentinos
e incluso a hacer chorizos. Pero hasta ahora no he conseguido que quiera
hacer chinchulines”.
|
Imagen
aérea de la parte antigua de la ciudad de Quebec en invierno:
la nieve es bella, pero el frío suele ser terrible - Foto:
J-F. Bergeron, Enviro Foto
|
Reglas
de juego
"El
principal problema para nuestros inmigrantes –dice el cónsul argentino,
Jorge Riaboi– es entender la cultura nueva en la que se insertan.
Por ejemplo, hemos tenido casos de gente que protagonizó episodios de violencia
familiar; algo que tal vez en la Argentina no sería encuadrado de esa forma,
como amenazar a la pareja de viva voz, aquí significa ir preso y someterse
a un proceso. En general, hay un orden distinto, con reglas que se cumplen
rigurosamente. La salud es garantizada por el Estado, pero un turno para
el médico puede suponer tres meses de espera. La lengua es otra cuestión
para tener en cuenta: el francés que se aprende en la Argentina es diferente
del que se habla aquí, un francés regional con giros y significados distintos.
Las relaciones laborales también son muy diferentes, y las posibilidades
de trabajo dependen de la profesión y el nicho en que se la ejerza. A pesar
de estas salvedades, creo que en comparación con otros países, los argentinos
tienen pocos problemas de adaptación. Esta es una sociedad fácil de integrar
si uno está dispuesto a aceptar sus reglas. No esperen un paraíso, pero
sí un lugar donde el esfuerzo rinde sus frutos.”
Pasos
para emigrar
Para
iniciar el trámite de inmigración, los interesados deben bajar de Internet
el formulario Demanda Preliminar de Información (DPI), en la página en
español: http://www.inmigracion-quebec.ca/ . Una
vez completada, la solicitud debe ser enviada a la oficina del Servicio
de Inmigración de Quebec en la Argentina –Tucumán 1321, piso 12,
Capital; 4371-6003–, donde se la analiza gratuitamente. Si el resultado
es positivo, el solicitante recibe una respuesta en un máximo de 3 meses,
que incluye el formulario de Demanda de Certificado de Selección (DCS).
Este debe ser entregado junto con la documentación probatoria de su condición
profesional, y del pago de los derechos exigidos para el estudio de su
expediente. Si el resultado es nuevamente positivo, recibe un Certificado
de Selección de Quebec (CSQ) o bien es convocado a una entrevista personal
para decidirlo. Una vez obtenido el CSQ, el interesado debe tramitar en
la embajada de Canadá la visa de inmigración, que se obtiene tras un examen
de salud y la averiguación de antecedentes penales. Una vez aceptado,
el futuro inmigrante debe abonar nuevamente un importe. La página de Internet
mencionada incluye estas y otras explicaciones útiles. También puede recurrirse
por teléfono o personalmente a la oficina del Servicio de Inmigración.
Revista
La Nacion, 24 de noviembre de 2002
|
Escuela
en Montreal: la educación en todo Quebec es gratuita y los niños
son muy estimulados /
Foto: J-F. Bergeron, Enviro Foto
|
|