España: cómo sobreviven los argentinos sin radicación Aceptan cualquier ocupación y tratan de subsistir ocultos |
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MADRID.- La política migratoria europea, que discrimina flujos según el tipo de documento que se posea, obliga a miles de argentinos que sólo tienen su pasaporte a vivir de changas y trabajos temporales que apenas si les permiten subsistir. El golpe les resulta más duro en España, donde muchos llegan convencidos de que tendrán mayores posibilidades. Y no son pocos los que terminan mintiendo a los familiares que quedaron en la Argentina sobre su real situación, sin dinero para prosperar aquí ni para regresar. Con el agua al cuello, se las rebuscan como pueden. Estas son algunas de sus historias. Pablo, un porteño buen mozo, de 27 años, no tiene qué comer esta noche. Pero allí está, en una vereda de lo que vendría a ser el Barrio Norte madrileño, invitando a tres chicas españolas a tomar unos "chupitos" -un trago gratuito- en un bar cercano. Ellas parecen encantadas y una se anima a pedirle: "Háblanos como Marcos... el de la película Nueve Reinas". El se esfuerza todo lo que puede. Si las seduce con su dejo argentino, las chicas llegarán al bar, entregarán allí una tarjetita con su nombre, y él cobrará 60 centavos de euro (cerca de medio dólar) por cada uno de esos cartones que se deposite en la barra. En una buena noche saca cerca de 10 dólares. "Si lo administrás bien, te da para comer dos veces", dice. Ignacio y Patricia, que dejaron la UBA en tercero de Arquitectura y llegaron hace cuatro meses, están en las gradas de un estudio de canal 7, de Madrid. Integran un coro que, ante la señal de un hombre con auriculares, comienza a gritar: "¡Guarro... macarra... sucio.... vete!" Abuchean con toda la convicción que pueden ante un relato que no les importa y que está tan armado como su reacción. Luego, con otra señal, aplauden. O se callan y vuelven a sentarse en su sitio. Varias veces durante los 90 minutos que dura un "reality show" en el que son extras. Ganan 7,50 euros (cerca de 6 dólares) por programa. "Yo aplaudo", dice Ignacio cuando cuenta de qué vive. Francisco, un profesor cordobés de 38 años, jura que de chico se enojó con su madre porque lo obligó a estudiar acordeón a piano y exhibía su pericia en cuanta reunión familiar había. Hoy le agradece, porque vive de eso: toca tangos sentado en un banquito de estación de metro (subte), con la funda de su instrumento por delante, a la espera de monedas. "Si las mafias del metro no me corren y no desafino mucho saco para la comida del día. Y un poco más", dice. A ninguno le falta humor cuando cuenta su historia. Pero no tanto como para ocultar la desesperación que les crece de a poco, en la medida en que el agua sube y les llega al cuello. Son sólo parte de la legión de argentinos que se largaron a España sin papeles, con un bolso y pocos ahorros, a la espera de encontrar algo de qué vivir. Ahora la plata que trajeron se les está acabando. Sin documentos, están condenados a no tener trabajo regular y, casi como en una nueva versión del tango "Anclado en París", quedaron "varados en la capital de la Madre Patria", donde su expectativa decrece al ritmo de los anuncios del gobierno de impedir el blanqueo de inmigrantes "sin papeles". Un grupo de argentinos hace cola en Barajas, puerta de entrada a una ilusión que no siempre se cumple Infinitos rebusques ¿De qué viven? ¿Cómo se las ingenian para comer? Los rebusques son infinitos. Y tienen un denominador común: como los oficios medievales, que se transmitían de generación a generación, las changas madrileñas pasan de argentino a argentino ("A mí el dato de aplaudidor me lo pasó otro pibe que se volvió a Buenos Aires", dice Ignacio). Ellos mismos se adiestran entre sí. "Fue un flaco de Lomas de Zamora el que me enseñó a repartir tarjetas con la filosofía del chupito ", cuenta Pablo. Se enteran de lo que pueden hacer tanto por azar como por cumplir un rito cotidiano: "Salir de rotation ", como dijo el cordobés Francisco, al aludir a la versión moderna del tanguero "yirar un poco". O, dicho de otro modo, frecuentar los bares del centro donde abundan argentinos, hablar. Y ver qué hay. "No queda otra cosa. El gobierno español se puso muy duro con quien contrate a extranjeros sin papeles, como nosotros. Lo único que nos queda es este tipo de changas, donde el empleador no corre riesgo", dice Patricia, la frustrada arquitecta. "Traté de que me tomaran como camarera, pero ni siquiera", explicó. Le preocupa su futuro. Las changas no dan para mucho. "Apenas si podemos pagar el hostal. Ni hablar de enfermarse o de lo que pasará cuando se nos gaste la ropa", añade. Algunos, como el porteño Pablo Rojo, dicen haber encontrado la forma de ahorrar un poco en alojamiento. "Dos noches a la semana duermo en el Circular", dice. Se refiere al metro madrileño de la línea 6, que -como su nombre lo indica- tiene un recorrido continuo. "No te bajan para cambiar de tren. Abre a las seis de la mañana, cuatro horas después de que termino de repartir tarjetas para chupitos", dice. Todos son típicos exponentes de clase media. Algunos, con estudios universitarios. Tienen buenos modales y, por gastada que esté, llevan ropa de marca. "Yo, cuando duermo en el metro, paso por un español más que se quedó dormido un rato. Nadie sospecha nada", dice Pablo. "Pero no lo recomiendo. Estoy deshecho", añade. Sus historias son el reflejo de un mundo que discrimina inmigración según el tipo de pasaporte. La contracara de los "otros" emigrantes, los argentinos que tienen ciudadanía europea y entonces sí pueden aspirar al mercado de trabajo formal. Los que aquí hablan son como la hermana fea del cuento infantil. Los "ilegales", como se los define en España. Sin derecho alguno. Y, por varias razones, la mayoría pide no ser identificada con nombre y apellido. La reserva no responde sólo a una cuestión de seguridad. Algunos admiten que, para suavizar las cosas, mienten a sus familiares y amigos en Buenos Aires. "Yo les dije que trabajo como encargado de un pub. Si mi vieja se entera por el diario de lo que me está pasando se vuelve loca. Y bastante ya tiene con todo el drama argentino", dijo uno de los repartidores de tarjetas. Pero como todas las mentiras ésa también peca de pata corta. "El problema es que ahora ella me pide que envíe dinero para ayudarla. No sabe que yo aquí apenas si como", dice. Mientras, su mentira -como la de muchos otros- alimenta la fantasía de quienes sueñan con emigrar a un mundo mejor. Cuadro de situación Dos tipos: España reconoce dos tipos de emigrantes argentinos: el que tiene ciudadanía y es aceptado como un español más, y el que no tiene esa condición ni tampoco puede acceder al restringido visado de trabajo. Este es llamado "ilegal" y la recomendación oficial es que se vaya. Sin cifras: no hay cifras ciertas sobre cuántos son los ilegales. En Galicia se admitió que en los últimos meses llegaron allí casi 9000 argentinos. Changas: la condición de "ilegal" cierra las puertas del mercado de trabajo. Eso condena a subsistir con changas o empleos precarios. Esto hizo que proliferen las entidades que tratan de ayudar a los que carecen de papeles. Facilidades: durante la visita de Duhalde a Madrid se aseguró que el gobierno español prometió facilidades para emigrantes argentinos. La Argentina no tiene convenio de inmigración con España. Denuncia MADRID (EFE).- La asociación española Iniciativa Papeles para todos presentó una denuncia judicial contra las autoridades o funcionarios públicos que, por acción deliberada retrasan la tramitación de permisos de trabajo y residencia de inmigrantes en la región madrileña. El retraso sería ya de 33 meses. foto espana: Un grupo de argentinos hace cola en Barajas, puerta de entrada a una ilusión que no siempre se cumple La Nacion , 16 de junio de 2002 |
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