La
clase social es lo que cuenta La xenofobia es selectiva. Lo demuestra un estudio de la socióloga María Ángeles Gea, que recoge la aparente contradicción de que siendo Baleares y Canarias las comunidades con mayor densidad de población extranjera, que disfruta en las islas de la hospitalidad de los lugareños, figuran a la vez entre las que registran más rechazo a la inmigración. El concepto de extranjería es confuso e inconcreto. Según a qué extranjeros se les recibe con los brazos abiertos y según a cuáles se les rechaza. Es lo que ocurre en las dos regiones insulares. Se acoge al nórdico o al alemán, aunque sean rubios, como parientes lejanos de la gran familia española, mientras que se rechaza al vecino de pelo negro y ojos oscuros que llega del otro lado del estrecho. Ni siquiera el concepto de europeo es definitorio como receptor de un trato correcto. Hay una Europa rica, a la que acogemos con un abrazo, y hay una Europa pobre por el Este a la que recibimos con una patada en el trasero. Discrepo en el hecho de que la patada en el culo se explique como una consecuencia de diferencias étnicas y culturales. Habría que buscarla, en todo caso, en diferencias socio-económicas. Tan moro es el jeque petrolero que tiene una mansión en Marbella, al que nadie le pide papeles, como el que llega en una patera con la intención de quedarse. Tan negro es el futbolista famoso de origen africano como el recolector de fruta de las tierras de Lleida. Frente a unos y otros, tenemos comportamientos antagónicos. Los estereotipos condicionan nuestra conducta. Extranjero de clase alta equivale a cultura, aseo y trato amable, merecedor de abrazos y de puertas abiertas. Al extranjero pobre, en cambio, lo identificamos con incultura, falta de jabón y robo de gallinas, lo que se traduce en xenofobia. Enlaces |
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