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UN
20% DE LOS JUDIOS ARGENTINOS VIVE BAJO LA LINEA DE POBREZA
La comunidad judía argentina, ante un momento difícil
En los últimos
años, el número de sus miembros decreció en un 35%. Por
falta de trabajo, muchos emigran a Israel. Crearon un comité de crisis.
Nuestros abuelos
construyeron las escuelas, los templos, sacrificaron horas de trabajo, pusieron
plata y ahora...". Oscar Man, 59 años, no termina la frase. En un mes se irá
a vivir a Israel porque aquí ya no tiene nada. Ni sus negocios, ni protección
estatal, apenas una magra jubilación. Y el orgullo de haber mandado a su hijo
a una escuela judía "para que conociera de dónde viene".
Una historia puede contar a muchas. El 20% de la comunidad judía está viviendo
bajo los límites de la pobreza, con algunos de sus miembros viviendo por primera
vez en villas miseria, escuelas que cierran, clubes tradicionales como Hebraica
y Hacoaj que deben fusionarse para efectivizar recursos, duplicación de las
consultas para emigrar a Israel. La comunidad judía argentina declaró el estado
de emergencia e instaló un comité de crisis para centralizar esfuerzos.
Todo, en una colectividad que, en los últimos 35 años, vio decrecer su número
de miembros en un treinta y cinco por ciento: de 310.000 en la década del
60 (la década de oro de la comunidad) pasó a tener hoy 200.000.
Aunque durante muchos años estimaciones algo entusiastas hablaban de 500.000
judíos en la Argentina, lo cierto es que nunca se realizó un censo. "Los datos
más confiables son los arrojados por el estudio que organizó la Universidad
Hebrea de Jerusalem, que habló de un máximo de 310.000 en los años 60", asegura
Iaacov Rubel, un estudioso del tema en Argentina, recientemente designado
por la Agencia Judía para relevar datos en nuestro país.
El estudio de la Universidad Hebrea se realizó en base al censo nacional argentino
de 1960, que fue el último en el que se preguntó la religión de las personas.
Por entonces ya habían llegado los refugiados de la Segunda Guerra Mundial
y ya existían hasta terceras generaciones. Un problema nunca resuelto fue
determinar, a la hora de los censos, qué se entiende por judío o hasta dónde
se extiende generacionalmente ese origen, cuando hay matrimonios mixtos en
las familias. Así y todo, la argentina aún sigue siendo la comunidad más grande
de Latinoamérica.
¿Por qué y cómo bajó tan abruptamente una colectividad tan pujante? Por un
lado, una baja en la natalidad que no alcanza a garantizar la reposición generacional.
Por otro, una creciente asimiliación a través de los casamientos mixtos. Y,
finalmente, un alto nivel de emigración en distintos períodos como los 70
durante la dictadura militar o las diferentes crisis económicas.
"El judío se mimetiza en todos los países, porque es más cómodo", se lamenta
Oscar Man. Como viejo "ascan" (persona que trabaja para la comunidad) a Oscar
le duele comprobrar la pérdida de las tradiciones. Y hace un razonamiento
contundente: "Los cristianos perseguidos por los romanos rezaban en las catacumbas,
los judíos acosados por la Inquisición se reunían en sótanos y hoy, que las
iglesias están abiertas, no va nadie".
A la disminución natural, se suma la crisis socioeconómica. "Esta crisis afectó
como nunca a la clase media y, como la mayor parte de la comunidad está en
esos estratos, se ve más afectada", asegura León Cohen Bello, secretario de
Acción Social de la Asociación Mutual Israelita Argentina, AMIA.
La historia es así. "Hasta 1995 la comunidad sólo tenía pobres estructurales
a los que atendía la AMIA", explica Alejandro Kladniew, director del Joint
en Latinoamérica, una institución de la comunidad judía de Estados Unidos
que apoya a las comunidades judías del mundo.
A partir de 1995 se empieza a detectar el empobrecimiento de la clase media.
Y en 1997 se crea una red de ayuda llamada Alianza Solidaria, impulsada por
el Joint, y la Tzedaka, una asociación nacional.
Alianza Solidaria comenzó asistiendo a 3.000 personas. Hoy los beneficiados
son 17.000. "De ellos, 14.000 pertenecen a la clase media empobrecida", explica
Kladniew. Hombres de negocios que alguna vez tuvieron hasta casas de veraneo
en Mar del Plata, personas con másters realizados en el exterior.
Se trata de centros de asistencia instalados en escuelas, clubes, congregaciones.
Hay 20 centros en Capital y Gran Buenos Aires y 18 en el resto del país.
Del 20 de diciembre hasta hoy los pedidos se incrementaron vertiginosamente.
Comparado con enero del 2001, en enero pasado la Farmacia Centralizada de
la comunidad cuadruplicó la entrega de remedios. "Hoy tenemos una demanda
insatisfecha —explica Kladniew—, pero no sólo por un problema económico sino
de atención, no hay tiempo para escuchar a la gente". Por eso, en un mes,
abrirán un Centro de Asistencia Inmediata en Once.
La educación es uno de los aspectos clave de la crisis, "porque es ahí donde
las nuevas generaciones aprenden el hebreo y la historia de sus antepasados",
explica Daniel Berliner, director del diario comunitario Iton Gadol.
Ante la imposibilidad de pagar las cuotas de esos colegios, muchos padres
deben cambiar a sus hijos a escuelas públicas. En 1991 los alumnos de jardín
de infantes, primario y secundario de la red de escuelas judías en Capital
y Gran Buenos Aires sumaban 17.800, en el 2001 pasaron a 14.900. "Y este año
se espera una merma quizás del 20%", explica Noe Davidovich, secretario general
de la AMIA.
Al mismo tiempo aumentó el nivel de becas, algo habitual en el sistema de
educación judía en el que los que más tienen susbsidian a los que no pueden
pagar. "De representar un 35%, el nivel de becas pasó a un 50% y esto algunos
colegios no lo pueden mantener", asegura Pini Sofer, director general de CUJA,
Campaña Unida Judeo Argentina. Además la AMIA ya no puede seguir con los subsidios
que aportaba. Suficiente para alertar a Israel y para que las comunidades
judías de otros países ayuden a armar proyectos.
"Con todo, la red de escuelas judías en Argentina continúa siendo la mejor
después de la de Israel", asegura el israelí Drori Ganiel, representante por
Educación de la Agencia Judía en Argentina.
Otra consecuencia de la crisis es el abandono del espacio comunitario. "La
pobreza se vive de puertas adentro —asegura Cohen Bello de la AMIA—, la clase
media aún viste la ropa de la opulencia aunque ya no pueda pagar la luz".
Este aislamiento resulta peligroso en una colectividad en la que la noción
de lo comunitario es tan vital que el verdadero rezo sólo se realiza si hay
diez personas.
Consternada, asombrada pero unida: así podría definirse a la comunidad judía
argentina hoy. Quizá, sorprenda la rápida reacción de ayuda de las comunidades
judías de otras partes del mundo.
Iaacov Rubel intenta explicar la inmediatez y la preocupación. "Cualquier
pérdida es vivida por nosotros como algo muy grave al saber que en todo el
mundo no hay más de 13 millones de judíos".
Domingo 10
de marzo de 2002
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