En la ciudad de Ravenna Tres historias de argentinos que eligieron irse a trabajar a Italia Viajaron con empleo asegurado; ahora piensan en llevar también a sus familias Dicen que tienen una calidad de vida inalcanzable en nuestro país Pero extrañan y, además, encuentran trabas burocráticas La Cámara de Comercio local los ayuda a instalarse M. Bonfiglia: Maximina, de 47 años, dejó en Salta a su marido y a tres hijos y se instaló en Ravenna: trabaja como asistente de base en un geriátrico y gana 1000 euros por mes. Serafina Tita: Ella tiene 42 años, también es salteña; tiene trabajo, pero se queja: "Acá es muy difícil tener amigos". Envía mensualmente dinero a sus parientes en la Argentina. R.
Albini: Se
llama Renato, es argentino, tiene 52 años y de alguna manera es
el ángel de la guarda de otros argentinos que llegan a esa zona
de Italia, en la Emilia Romagna. RAVENNA.- A Maximina Bonafiglia se le llenan los ojos de lágrimas cuando cuenta su historia. Salteña, de 47 años, como cientos de argentinos obligados al exilio por la crisis económica Maximina dejó todo -su marido, sus tres hijos y sus afectos- para venirse a trabajar a esta ciudad del centro de Italia, famosa por sus bellísimos mosaicos bizantinos. En un país próspero, en el que cada vez hay más viejos y en el que falta mano de obra para aquellas tareas que los italianos ya no están dispuestos a hacer, Maximina fue contratada por seis meses para trabajar como ADB (asistente de base) en un geriátrico de esta ciudad, con un sueldo básico de 1000 euros por mes. Después de conseguir un diploma de asistente domiciliaria para ancianos, en un curso para hijos de italianos organizado en nuestro país por un instituto de salud de la península, Maximina llegó a Ravenna el 18 de enero último, junto a otras 15 personas de Salta, Córdoba y Buenos Aires, todas con doble ciudadanía y, por lo tanto, con pasaporte italiano. Ayudados por iniciativas varias de la región de Emilia Romagna, por la Cámara de Comercio de Ravenna, que creó una Unidad de Crisis para ayudar a ítalo-argentinos que buscan trabajo en su tierra de origen, a Maximina le pagaron el pasaje de avión y durante el primer mes tuvo alojamiento, ropa y cursos gratis, como para adaptarse. Después la tomaron para trabajar en un geriátrico -seis horas por día- y la ayudaron para alquilar una casa. "Como acá es muy difícil y carísimo conseguir vivienda, vivimos cuatro chicas juntas: otra salteña, una cordobesa y una de La Plata. Por seis meses nos ayudan; nosotras pagamos mitad del alquiler y la cooperativa la otra mitad", cuenta Maximina. Aunque tiene obra social, jubilación, médico, cajero automático y hasta crédito en el banco, algo impensable en su adorada Salta, Maximina cuenta que vive "con lo justo". Igual que su amiga y compañera de trabajo, Serafina Tita, también salteña, todos los meses Maximina manda 200 euros a su familia: "Para ellos 200 euros por mes es mucha plata", dice. En Salta, Maximina era dueña de un almacén: "Tenía fiambres, lácteos, y vendía mil pesos por día, hasta que llegó la crisis y lo tuve que cerrar". Un poco de desilusión A seis meses de haber llegado a Italia, para Maximina no es fácil trazar un balance. Por un lado, dice que "está contenta" y "muy agradecida" por el empleo que consiguió y por la ayuda que recibe. Pero por otro no oculta su gran decepción: no sólo porque "la vida es muy dura", sino también por las trabas burocráticas con las que se ha topado. "Me habían dicho que no me preocupara, que en tres meses podía traer a toda mi familia, y ahora descubro cientos de miles de problemas con la documentación", afirma. "Soy italiana y tengo pasaporte italiano porque mi papá nació acá, en el Sur, pero no logro traer a mi hijo José Alejandro, de 25, que todavía tiene pasaporte argentino. Ya tenía trabajo como ayudante de camarero en un balneario", explica. Su amiga Serafina, de 42 años, que querría traer a su hermano, también está desilusionada: "Pensábamos que Italia era otra cosa, pero hay miles de impedimentos", afirma, al contar que cada vez que va a la policía para hacer un trámite le resulta complicadísimo entender qué es lo que hace falta, y que le miran con lupa su pasaporte italiano, "como si fuera falso". Más allá de las dificultades burocráticas, es el desarraigo lo que más les pesa. "Tenemos que aprender la forma de vivir de los italianos, la cultura, que es muy distinta. Es muy duro adaptarse después de 40 años de costumbre argentina", asegura Serafina. "El tema es que acá es muy difícil tener amigos -interrumpe Maximina-. Además, tengo que ir aprendiendo a vivir como viven acá: caminar donde corresponde, manejar donde corresponde y cruzar la calle por donde corresponde... Yo en Salta iba y dejaba el auto estacionado donde quería, en triple fila. Ellos tienen mucho respeto por la gente, y a mí eso me gusta. Estoy aprendiendo." Tanto Maximina como Serafina extrañan horrores. Pero aguantan. Lo que las diferencia es la posible vuelta a la Argentina. Serafina no tiene dudas: "No me gusta Italia, no me siento cómoda. Mi idea es quedarme dos o tres años, perfeccionarme bien en mi trabajo y después volcarlo en la Argentina", asegura. Maximina, en cambio, por ahora no piensa en dar marcha atrás: "Fue muy duro tomar la decisión, pero si veo que es para bien, me quedo acá. En la Argentina no hay futuro, y espero poder traer a mi familia. Por supuesto, extraño a mi gente". Un ángel guardián Renato Albini, un argentino de origen italiano que vive en esta ciudad desde hace 26 años, es una suerte de ángel de la guarda para todos aquellos argentinos con doble ciudadanía que buscan suerte en Italia. Economista, de 52 años, Renato es el titular de la Unidad de Crisis que la Navidad pasada, cuando la TV mostraba imágenes de caos y muerte en nuestro país, decidió crear el abogado Pietro Baccarini, presidente de la Cámara de Comercio de Ravenna, para ayudar a los ítalo-argentinos que quisieran regresar a la tierra de sus padres. El teléfono no para de sonar en su oficina: argentinos que necesitan saber qué hay que hacer para conseguir el "permesso di soggiorno" (el fatídico permiso de estada), la libreta sanitaria o el documento de identidad, o representantes de alguna fábrica de la zona que le dicen que necesitan 200 operarios en los próximos tres meses. En los últimos seis meses Renato logró colocar a unos 250 argentinos (con pasaporte italiano) en empresas que necesitaban mano de obra, con contratos temporarios. A Renato, que ayuda y orienta a los cientos de miles de argentinos, se lo puede contactar en el 0039-0544-481417 o por e-mail a renatoalbini@antennaitaliana.it . Por Elisabetta Piqué, Corresponsal en Italia , diario La Nacion, 1 de julio de 2002 |
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