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"Despojada
de sus inhibiciones oratorias, afirmaba en cada actuacion aptitudes tribunicias
latentes: la apariencia, el ademan, el tono de voz, el enfasis declamatorio,
las pausas de efecto, la diatriba, el apostrofe, la ironia, eran ahora los recursos
empleados para subyugar a las multitudes que acudian a verla y adorarla. Resultaba
evidente que el impetu renovador y revolucionario habia anidado en su indomito
espiritu, con agonica urgencia.
Encendida
por su propio fuego, sus discursos eran violentos y apasionados, cargados
de rencor contra la oligarquia y de afirmacion solidaria con el destino del
pueblo. Incurria aun en uno que otro dislate gramatical, inadvertido y ahogado
por el clamoroso "¡Evita! ¡Evita! ¡Evita!" que
-como bramidos de mar- remontaba hasta ella desde las calles y plazas colmadas
de gente vociferante. Su aparicion en cualquier sitio publico despertaba estentoreas
aclamaciones, en especial por parte de las mujeres, quienes solian esperarla
largas horas para contemplar por unos instantes su sonrisa radiante, sus deslumbrantes
joyas y sus elegantes vestidos.
Mas
de una vez, ironizo el propio Peron:
-"Para ser una descamisada, ¿no esta mal, no?"
Siendo
evidente que Eva gustaba vestirse con lujo ("Soy una trapera") su
rebuscamiento dimanaba de una motivacion politica concreta: demostrar que
"una mujer del pueblo" podia rivalizar con las emperifolladas oligarcas.
Las mozas proletarias se sentian vindicadas por ella; las acusaciones que
vertian sin cesar los opositores, inculpandola de dilapidar fondos publicos
en tales fruslerias, lejos de perjudicarla, acrecentaban su popularidad. El
desafio se llamaba Evita. Luego sobrevino el cambio.
Anota
un testigo: "Fue sorprendente. Eva Peron habia experimentado una total
transformacion. Era distinta su diccion, su vocabulario, su manera de moverse".
Sin renunciar a su innata coqueteria, Eva modifico gradualmente el corte de
sus trajes, los simplifico sin que perdieran elegancia y aprendio a vestirse
de acuerdo al canon de cada ocasion. Llego a acumular un guardarropa fabuloso,
que tornaba lividas de envidia a muchas damas del Barrio Norte; sus fulgurantes
apariciones en publico suscitaban invariablemente una estela de comentarios
en el mundo femenino atento a los menores detalles de su atavio.
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Con
frecuencia reemplazaba a Peron en actos publicos tales como inauguraciones
de congresos internacionales, asambleas de trabajadores o visitas de personajes
extranjeros. No tenia reservas ni inhibia sus impulsos. En una recepcion
en honor de sindicalistas norteamericanos, Eva ofrecio champaña
a uno de los huespedes. Cuando este rehuso, Eva ordeno whisly. Excedida
ante una nueva negativa, espeto a uno de los ordenanzas: "Entonces,
traingale un vaso de leche al mister". Que este hubo de beber, sin
chistar.
Alfonso
Crespo, "Eva Peron, viva o muerta", 1978
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