Hacia
el mediodía unas cincuenta mil personas se hallaban ya congregadas
frente a la Casa Rosada, mientras continuaban afluyendo columnas densas
de hombres sudorosos y fatigados, vestidos algunos con simples mamelucos
y alpargatas, muchos con los torsos desnudos o los pies descalzos que
refrescaban en las fuentes ornamentales de la Plaza de Mayo.
Sin
cesar, la muchedumbre se desgañitaba en canciones, estribillos
y "slogans" cuyo único lema era Perón: "Yo
te daré. Te daré Patria hermosa. Te daré una cosa.
Una cosa que empieza con P: Perón!"... "Queremos a
Perón"... "¡Libertad, libertad!" "Pe-rón,
Pe-rón, Pe-rón", bajo la percusión acompasada
y sorda de los bombos convocatorios.
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"¿Quien
es esa gente... de donde viene?" ("Miss Mary",
de Maria Luisa Bemberg) |
Espectadoras
de su propio drama, las clases altas de Buenos Aires, engaritadas en
sus apartamentos, observaban estupefactas a esos ríos humanos
que inundaban las arterias de la ciudad, en dirección a la Plaza
de Mayo.
Nunca
los porteños asistieron a espectáculo semejante: miles
y miles de "cabecitas negras", hombres de over-all, hasta
entonces relegados a los extramuros, señoreando ahora en el corazón
de la urbe, pisoteando sus atildados parques y sirviéndose del
agua cristalina y rumorosa de sus fuentes esculpidas en Francia.
Era
una invasión ruidosa y pacífica que capturaba Buenos Aires
por sorpresa, sin asaltos ni depredaciones. Por medida de precaución
los comercios habían cerrado; pero nadie apedreó los escaparates
ni saqueó las mercancías.
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"Espectadoras
de su propio drama, las clases altas de Buenos Aires, engaritadas
en sus apartamentos, observaban estupefactas a esos ríos
humanos que inundaban las arterias de la ciudad, en dirección
a la Plaza de Mayo..." |
Numerosos
manifestantes agobiados por el calor de la tarde, optaron por despojarse
de sus camisas. Este desvestirse en público -hecho inusitado
dentro de los acartonados reglamentos municipales- dio origen a que
al día siguiente, "La Prensa" calificase a los infractores
como "descamisados". El despectivo apelativo fue invocado
por los peronistas como etiqueta identificatoria.
En
adelante, ellos se auto denominarían "descamisados",
parodiando a los "sansculotte" de la revolución Francesa
y, con similitud menos distante, a los "camisas negras" de
Mussolini. El vocablo de obvia intencionalidad demagógica fue
incorporado al folklore político y aunque legítimamente
aplicable a los estratos inferiores del pueblo, resultaba incongruente
su referido a los dirigentes sindicalistas, siempre muy bien vestidos
con camisas de popelina o seda inglesa cuando no asistían a reuniones
gremiales.
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"Ella
es la insurgencia de clases sociales hasta entonces preteridas,
la discípula que sobrepasa al mentor y que empieza a volar
al impulso de sus propias alas. Ella es la intransigencia, el
rechazo del compromiso. Ella es lo absoluto..." |
Eva
popularizaría el apelativo: "Ese nombre, que quiso ser infamante,
envolvió como una bandera la obra del general Perón y
de sus fieles compañeros". Sus futuras arengas estarán
precedidas de las palabras: "Mis queridos descamisados"...
o "mis queridos 'grasitas'", denominación esta última
probablemente acuñada por ella.
Alfonso
Crespo, "Eva Peron, viva o muerta", 1978 |