El Jockey Club jamás invitó a la pareja presidencial
a "clásicos" en los cuales la asistencia la asistencia
del primer mandatario de la Nación estaba consagrada por
la costumbre.
Cometiendo
el mismo error que Eva , su hermano Juan Ramón presentó
su candidatura para ingresar como socio al mismo Jockey Club, y
recibió la bolilla negra simbólica del rechazo. Eva
cobró venganza haciendo instalar un puesto de venta de pescado
putrefacto en la puerta frontal del club.
En
un reportaje periodístico, el cronista pregunta a Eva:
"¿Y que piensa de las damas de la Beneficencia?"
"Que
son todas viejas y feas y por eso se dedican a eso como un "hobby"
más o menos aburrido. Ellas son las que dan limosnas. Los
niños que ellan intentan salvar no olvidarán jamás
que ellas fueron sus verdugos. Por eso mis hogares serán
generosamente ricos. Más aun, quiero excederme en eso. Quiero
que sean lujosos. Precisamente, un siglo de silos miserables no
se puede borrar sino con otro siglo de hogares excesivamente lujosos".
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"Lo
que eriza la pudibundez de esa sociedad es la amenaza implícita
contra el régimen y estilo de vida privilegiados que
son su privanza..." |
Como
ocurre con frecuencia, la acrimonia de sus palabras está
atemperada por un hecho redimente. A poco, hace esta declaración:
"Mañana
serán habilitados en todo el país cuatro mil comedores
escolares instalados en las escuelitas del interior, a fin de que
los niños que a ellas concurren reciban una abundante alimentación.
Estos cuatro mil comedores escolares beneficiarán a quinientos
mil niños a quienes también mi obra de ayuda social
hará llegar nuevamente equipos de ropa, calzado, medicamentos
necesarios para atende su salud, golosinas y juguetes, de modo que
esas criaturas, que tienen aún una visión imprecisa
de las cosas no recojan por herencia la amargura que provocan las
necesidades".
El
incidente con la Sociedad de Beneficencia aguijoneó en Eva
la decisión de expropiarla de sus vastos recursos y sustituirla
por otra entidad concebida bajo otros cánones. Ansiaba, asimismo,
desvanecer la imagen que la oligarquía se empeñaba
en atribuirle: la de una mujer resentida contra una sociedad que
se negara a satisfacer sus ambiciones arribistas.
Eva
fue muy sensible a esta campaña: "Dicen que soy una
resentida social. Y tiene razón mis críticos. Pero
mi resentimiento no es el que ellos creen. Mi resentimiento social
no viene de ningún odio, sino del amor: del amor por mi pueblo,
cuyo dolor ha abierto para siempre las puertas de mi corazón".
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"Estos
cuatro mil comedores escolares beneficiarán a quinientos
mil niños para que no recojan por herencia la amargura
que provocan las necesidades..." |
A
partir de entonces, Eva comprendió cuál era su senda.
Al regresar de Tucumán, habló por radio: "Experimenté
algo vivo, práctico, ansioso de vida y calor... Un mandato
imperativo de ayuda al que sufre, de asistir al caído. De
acuciar el vencido. De alentar al bien intencionado, al digno".
A través del contacto físico con las multitudes, va
cristalizando su destino.
Y
entonces las gentes advirtieron que en la Argentina ocurría
algo inesperado y fascinante: sin buscarlo y sin desearlo, Eva compartía
ya con Perón el centro de la escena, bañada por la
luz de los reflectores de la celebridad.
Ella
es la insurgencia de clases sociales hasta entonces preteridas,
la discípula que sobrepasa al mentor y que empieza a volar
al impulso de sus propias alas. Ella es la intransigencia, el rechazo
del compromiso. Ella es lo absoluto. Tal es la causal inconfesada
por la que la aristocracia la condena a una cuarentena social y
la convierte en blanco de sus ataques.
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