El
exodo de la familia Duarte es signo de un trasplante masivo que se opera durante
esos años en la Argentina.
Afectada
por la crisis economica mundial de 1929, ha decrecido la actividad rural;
al escasear el trabajo en el campo, se generan corrientes espontaneas de migracion
hacia las ciudades, Buenos Aires en particular, donde va creandose la industria
manufacturera. Tal es el trasfondo economico que induce a las Duarte -asi
como a miles de familias campesinas- a emigrar a los centros urbanos. Asisten
a las Duarte otras motivaciones que les son propias: para sus hijas, Juana
anhela esposos y no amantes.
Mas
atractivo que General Viamonte, con poblacion numericamente superior y dinamico
comercio, Junin se aparejaba con aquel en cuando al espiritu parroquial y
comadrero de sus vecinos, tambien gente de campo. Al tropezar con esa sociedad
pacata, prejuiciada y adicta a la maledicencia, de la que creian haber huido,
las Duarte sufrieron un desencanto advirtiendo el vacio social que las envolvia,
procurando ignorarlo y adaptarse a las nuevas peculiaridades de su existencia
erratil.
Se
instalaron en una vetusta casona de la calle Moises Levensohn (en aquella
epoca, calle Vasquez), y Juana reabrio su taller de costura. Trabajaba hasta
altas horas de la noche, arrimada a su maquina "Singer". Eva atesoro
para siempre esa imagen de su madre y años despues, cuando el azar
de su destino la metamorfoseo en hada madrina de la Argentina, hallo deleite
en obsequiar maquinas de coser a millares de humildes mujeres.
Zanjado
el incidente de Los Toldos, Elisa reasumio su puesto en la oficina de correos;
Juan Ramon desempeño sucesivamente varios oficios, entre ellos el de
vendedor a domicilio de productos para el hogar (cera para pisos y jabon "Radical");
graduada de maestra, Blanca encontro trabajo en una escuela primaria; Erminda
cursaba el sexto grado.
Eva
confirmo sus escasas inclinaciones hacia el estudio. Inscrita en el cuarto
grado de la Escuela Comun Urbana Nº 1, sus examenes arrojaron resultados
mediocres.
Un 3 de calificacion en aritmetica le valio un nuevo aplazo que estropeo sus
vacaciones veraniegas. El 23 de enero de 1932 volvio a presentarse ante el
tribunal para aplazados y logro "in extremis" aprobar la materia
e ingresar al quinto grado.
Era
en "Historia" que obtenia sus mejores calificaciones.
Aisladas
por una clase media pueblerina que nunca les abriria sus puertas, las Duarte
afiataron su solidaridad en un comun y obstinado empeño por mejorar
su nivel de vida y adquirir respetabilidad. A mediados de 1932, gracias a
los aportes de Elisa y Juan Ramon, la familia pudo mudar a un mejor barrio,
en la esquina de las calles Alfonso Alsina y Lavalle; luego sobrevino un tercer
traslado, a la calle Winter, numero 90. Lujo inusitado: la nueva casa contaba
con tres dormitorios y un salon comedor.
Esta
comodidad indujo a Juana a instalar una pension, que era propiamente un restaurante,
pues la exiguidad de dormitorios no habria permitido admitir alojados. Solo
se recibia comensales o se les enviaba comida a clientes externos. "Las
Duarte eran tan humildes que tenian que dar de comer para poder subsistir",
atestigua una vecina, Renata Coronado de Nuosi.
Aun
se debate en la Argentina sobre la indole de la pension de la calle Winter.
Los
enemigos politicos que mas tarde mancillaran el honor de Eva y su familia,
afirmaran que tras la fachada inocua de la pension se disimulaba una casa
de citas bajo el celestinaje de las Duarte, madre e hijas. Versiones escandalosas
de esta laya son dificiles de extirpar, como las Duarte comprobarian con tormento
a lo largo de sus respectivas vidas. Nadie osara acusarlas en publico; pero,
las murmuraciones infamantes reptaran a sus espaldas, con la pertinacia e
inasibilidad de las sombras nocturnas.
Ningun indicio autoriza para aseverar que este no fuese otro de los expedientes
propios de las pasiones politicas en el Continente. Las Duarte, Eva en especial,
no habrian de sustraerse a esa ley, pese a que muchos hechos concretos testimoniarian
en su defensa. Uno de ellos: la persistente pobreza de la familia hasta 1945,
cuando Eva labraria la fortuna de todas. Mientras ese dia llegara, las humildes
ocupaciones de Blanca, Elisa y Juan Ramon, maestra de escuela, empleada de
correos y vendedor a domicilio respectivamente, serian convincente aval de
su honestidad.
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