Llovia
en la pampa argentina cuando, a las cinco de la madrugada del miercoles 7
de mayo de 1919, una madre soltera llamada Juana Ibarguren, asistida por la
comadrona de la tribu indigena vecina, dio a luz a una niña de raza
blanca, en la estancia La Union, a trescientos kilometros al oeste de Buenos
Aires.
Ese
fue un dia como cualquier otro en la Argentina.
Agonizaba el otoño y el viento del sur anunciaba ya al invierno cercano.
Los campos estaban en barbecho y en sus fertiles pastizales apacentaban
millones de vacunos, indolentes y mansos
En
Buenos Aires una huelga de actores paralizaba los espectaculos teatrales
mientras la ciudad ignoraba, con su habitual indiferencia, un cese de labores
del gremio de peluqueros y del personal de la casa comercial "Gath
y Chavez". Los conflictos sociales se reducian a eso, pese a que la
desocupacion afectaba ese dia a unos 450 mil trabajadores de todo el pais,
como secuela de la depresion de exportaciones de carnes y trigo, producida
al finalizar la primera guerra mundial
Que
esa quietud era precaria y engañosa, Buenos Aires habia tenido oportunidad
de comprobarlo cuatro meses antes -exactamente el 7 de enero de 1919- durante
la "Semana Tragica", hecatombe iniciada en una huelga de los trabajadores
de los talleres metalurgicos Vasena, que culmino con centenares de muertos
y heridos desparramados por las calles de la ciudad.
Seria
necesario el transcurso de un cuarto de siglo para que los obreros volvieran
a irrumpir en las calles en defensa de sus derechos. Mas en esa nueva ocasion
-todavia lejana- no se verteria sangre porque subrogandose al crepitar de
los fusiles de la represion, resonaria la bronca voz convocatoria de una
mujer. Aquella que habia nacido en La Union esa madrugada fria y lluviosa.