Nacionalismo, socialismo y
tiranía, o legitimidad
Gerardo Prendes
Los acontecimientos de los días 26 y 27 de
marzo iluminan, cual relámpago en noche oscura y tormentosa, la meta del camino
por el que se está conduciendo a España. Resumámoslos:
Estos hechos se producen menos de un mes
después de la excarcelación por el Gobierno del etarra José Ignacio de Juana
Chaos, que sigue jactándose de sus veinticinco asesinatos; y sólo unos días
después de que la Fiscalía General del Estado retirase la acusación por
enaltecimiento del terrorismo contra Arnaldo Otegui, contra quien la propia
sala de la Audiencia Nacional afirma en la sentencia que «existe prueba de
cargo directa, objetiva, suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia,
lícitamente obtenida y practicada» en el juicio, y que la retirada de la
acusación por parte del fiscal, «única parte acusadora», impidió al tribunal
«dictar cualquier otro tipo de resolución que no sea la absolución del
acusado». Horas después, el portavoz de Batasuna, Pernando Barrena, exigió al Gobierno de la nación que cumpliese los
compromisos adquiridos —«firmados», dijo— con ETA.
En Cataluña, simultáneamente, el
vicesecretario general de coordinación interna de Esquerra Republicana de Catalunya, Xavier Vendrell, ha ofrecido el
gobierno autónomo a la coalición nacionalista CiU si Artur Mas se compromete a
convocar un referéndum sobre la «autodeterminación» de Cataluña. ERC, que está
en coalición con el PSOE, afirma que «la vía autonomista está agotada».
Este resumen está incompleto y se fija sólo
en algunas cuestiones llamativas y recientes. Podrían añadirse muchas otras.
Como el primer caso público y legal de eutanasia activa en España; un asesinato
(o suicido asistido) llevado a cabo nada menos que en un hospital de los
Hermanos de San Juan de Dios. O la totalitaria imposición de la «ideología
de género» con la aprobación también este mes de la llamada Ley Orgánica
para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres.
De la ilegitimidad de origen de este régimen
no vamos a ocuparnos, pues la damos por sentada. La ilegitimidad de ejercicio
—si falta hiciera considerarla— ha sido constante y creciente desde sus
inicios. 1985, cuando el Herodes sucesor de Franco firmó la ley despenalizadora
del aborto, puede considerarse el año en el que la convivencia pacífica entre
españoles se hizo imposible. La situación actual de aceleración revolucionaria
(cuyo penúltimo episodio ha sido la anulación de cualquier tutela o garantía
judicial efectivas) bajo el Gobierno de Rodríguez Zapatero, en alianza con
nacionalistas y comunistas, pone a todos ante la necesidad de optar. Incluso si
aceptáramos los principios del sistema vigente, estaríamos ante una situación
que exige resistencia y rebelión. No falta sólo la legitimidad: es que no queda
ni sombra de legalidad.
Frente a la tiranía de los socialistas y sus
aliados, la opción
no es el Partido Popular y los suyos. El PP ha estado también en alianza o
coalición con nacionalistas vascos y catalanes. También les ha hecho toda clase
de concesiones. También ha negociado con ETA. También ha ampliado el genocidio
del aborto provocado. El PP es la otra cara de la moneda del PSOE. Moneda en
euros, por supuesto.
La opción es el Carlismo. Porque el Carlismo,
la Comunión Tradicionalista, representa
la supervivencia de España. La historia de la España contemporánea ha sido la
de la lucha entre Tradición y legitimidad —Carlismo— y Revolución —liberalismo,
constitucionalismo, socialismo, nacionalismo—. Tanto es así que, a pesar de su
aparente debilidad actual, no faltan las operaciones destinadas a presentarlo
como opositor dócil y legalista, que estaría buscando su integración en el
sistema, al que reconocería. Por ejemplo, tras la manifestación del 17 de marzo
en Pamplona «Fuero y libertad. Navarra no se negocia», una sedicente «Junta
Carlista de Navarra» emitía un comunicado que entre otras lindezas contenía la
siguiente: «la [supuesta] CTC no puede menos que felicitar a los
organizadores (Gobierno de Navarra) y a todos los participantes que a título
particular o colectivo han apoyado la manifestación y entre los cuales ha
destacado la presencia de cientos de carlistas que han tenido un comportamiento
disciplinado y ejemplar», además de ataques contra el Abanderado
de la Tradición y contra la Dinastía legítima. Hemos de interpretarlo como
muestra de que el sistema se toma en serio al Carlismo, al cual trata de
desactivar. Ladran, luego cabalgamos. Hagámoslo más rápido, para librar a
nuestro pueblo del abismo al que el Gobierno y el régimen lo conducen.
© 2007 Agencia FARO
Servicio de Prensa y Documentación de la Comunión Tradicionalista
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