Introducción
(1a. de 2 partes)
Esta sección fue tomada
del libro Información y telecomunicaciones, publicado por
el Fondo de Cultura Económica, México 1997, con la autorización
de sus autores Federico Kuhlmann y Antonio
Alonso Concheiro

Las palabras "comunicación"
e "información" pertenecen al lenguaje cotidiano; se usan
y se conoce su significado en forma intuitiva, nadie subestima su
importancia, pero pocas personas podrían definirlas en forma precisa.
Desde el punto de vista
etimológico, la palabra "comunicación" proviene de la
raíz latina communicare, es decir, "hacer común"
algo. Por otra parte, "información" tiene su origen en
las palabras in y formare, es decir, "instruir
hacia adentro". A partir de estas dos palabras, y debido a
la importancia que en épocas recientes han cobrado, se ha generado
una enorme cantidad de variantes, cada una con un significado muy
preciso, aplicable a determinadas situaciones. Por ejemplo, "telecomunicaciones"
significa comunicar a distancia, "informática" (que proviene
de "información", auto y mática) supone el procesamiento
automático de la información; "telemática" es la conjunción
de "telecomunicaciones" e "informática", e implica
la transmisión y el procesamiento automático de la información.
En una de las obras
de mayor repercusión sobre las telecomunicaciones modernas, A
Mathematical Theory of Communication, de C. E. Shannon y W.
Weaver, editada por la Universidad de Illinois en 1949, se define
el concepto de comunicación de una manera muy sencilla: "comunicación
son todos aquellos procedimientos por medio de los cuales una mente
afecta a otra". Esto incluye voz, texto impreso o escrito,
música, artes, teatro y danza. En la misma obra se amplía la idea
anterior para incluir la posibilidad de comunicación entre máquinas:
"comunicación son todos aquellos procedimientos por medio de
los cuales un mecanismo afecta la operación de otro", y se
menciona explícitamente, como ejemplo, el control de aviones.
Volviendo a las dos
palabras originales (información y comunicación) es necesario mencionar
que ambas tienen una gran cantidad de acepciones, y sus significados
pueden ser sorprendentemente distintos, como veremos a continuación.
La información es coleccionable,
almacenable o reproducible. Se utiliza para tomar decisiones, conduce
también a conclusiones acertadas o equivocadas, puesto que puede
ser interpretada de diversas formas por distintos individuos, dependiendo
de muchos factores subjetivos y del contexto en que se encuentre
la persona que la recibe e interpreta. Así como es posible comunicar
una noticia, también se comunican los estados de ánimo, opiniones
o conocimientos. Citamos un caso a manera de ejemplo: el 19 de junio
de 1815, en la Bolsa de Valores de Londres, un mensajero proveniente
de Ostend, Bélgica, entregó en secreto una noticia a Nathan Rothschild.
De inmediato, Rothschild vendió todas sus acciones. Los observadores,
enterados de que Rothschild tenía fuentes confiables de información,
lo imitaron porque supusieron que ello se debía a una victoria napoleónica
en Waterloo, lo cual pondría en serios problemas a la prosperidad
británica y su hegemonía sobre Europa. Hacia el mediodía, en un
mercado de valores totalmente deprimido, Rothschild compró nuevamente
todos los valores que él y todos los que lo imitaron habían vendido,
a sólo una fracción del precio de las ventas originales. Horas más
tarde llegó la noticia de la victoria de Wellington, con lo cual
los valores no sólo recuperaron su precio de la mañana, sino que,
al estar en manos de una sola persona, éste aumentó... y con ello
Rothschild ganó una fortuna en pocas horas, por tener y manejar
adecuadamente información que nadie más poseía.
Todo lo relacionado
con las comunicaciones, es decir, las técnicas, la ciencia, la tecnología,
se ha visto fuertemente impulsado por las necesidades militares
de cada época. Una infinidad de hechos históricos documentan el
derrumbe de personajes, la derrota de ejércitos y la pérdida de
enormes fortunas, porque alguna de las partes en pugna contaba con
información estratégica que las otras partes no poseían.
La mayor influencia
sobre las comunicaciones la tuvo la Segunda Guerra Mundial: en esa
época la humanidad ya se encontraba en la frontera de la revolución
tecnológica, misma que las actuales generaciones hemos tenido la
oportunidad de presenciar desde hace algunos años. Muchos de los
sucesos que condujeron a la conclusión de la guerra, con el resultado
que todos conocemos, estuvieron relacionados con la disponibilidad
de información oportuna o con la intercepción ingeniosa de información
del enemigo. Los requerimientos de comunicaciones instantáneas,
seguras y privadas de esa época fueron determinantes para que las
comunicaciones sean lo que son hoy en día. Recientemente, un almirante
retirado de la Real Armada Británica describió cómo su conocimiento
de los códigos con que se enviaban órdenes a los submarinos alemanes
le permitió conducir convoyes de los Aliados alrededor de buques
enemigos, y cómo esto condujo finalmente a una victoria en el Atlántico.
Este tipo de espionaje militar también dio a los Aliados las primeras
pistas sobre las armas alemanas basadas en bombas V, por lo cual
se decidió el bombardeo del centro de desarrollo estratégico alemán
en Peenemünde. También se sabe que, en los últimos días de la guerra,
Churchill y Roosevelt se comunicaban telefónicamente sólo si existía
la seguridad de que nadie los escuchaba o de que si alguien lo hacía,
no los entendería; esto se resolvió con el siguiente esquema: después
de establecer una perfecta sincronización entre los equipos de ambos
líderes, se usaban dos copias idénticas de grabaciones de ruido.
Entonces, en las habitaciones
donde iban a realizarse las conversaciones se activaba el inicio
de las grabaciones idénticas, con la mayor precisión de tiempo posible,
(por ejemplo a las 00:00 horas GMT). Con esa ruidosa "música
de fondo" transmitían su conversación: mientras uno de ellos
sumaba el ruido a su voz antes de la transmisión, el otro lo restaba
de lo que recibía (o sea, de la suma de voz y ruido); con esta última
operación quedaba sólo la voz en el receptor. Cualquier intercepción
de las transmisiones sólo hubiera sido capaz de reproducir el ruido,
totalmente ininteligible, debido a que su volumen era mucho mayor
que el de la voz.
Se sabe de muchos escándalos
financieros en los cuales las personas que poseen información confidencial
antes que otras, la usan a su favor, y ganan grandes capitales (este
uso personal de información confidencial es ilegal en muchos países).
En estos días es difícil
pensar que alguien niegue conscientemente que la información tiene
un valor; la información ha ido ganando importancia conforme la
gente que toma decisiones está convencida de que ésta se puede asociar
a un valor real, frecuentemente ligado a un valor material o económico.
Esto es distinto de lo que ocurría en otras épocas, en que predominaban
otros bienes y servicios, que tenían mayor valor económico. A las
épocas de grandes cambios en la historia de la humanidad, se les
han asignado nombres especiales: el Renacimiento, la Ilustración,
Revolución Industrial... En nuestros días, última década del siglo
XX, es de tal importancia poseer, administrar y transmitir información,
que toda la humanidad se ve y se seguirá viendo afectada, influida
y posiblemente dominada por quienes tienen, administran y transmiten
este recurso, razón por la cual a esta época se le han impuesto
los calificativos de "sociedad de la información" o de
"revolución electrónica", éste último debido a la facilidad
con que se transmite la información por medio de los sistemas modernos
basados en dispositivos electrónicos.
Uno de los aspectos
más abstractos e importantes de la información es que su valor puede
disminuir a lo largo del tiempo. Es decir, en un momento determinado
a alguien le puede interesar contar con cierta información, pero
ese interés puede decrecer o incluso desaparecer algún tiempo después.
Por otra parte, es necesario que la información sea de interés para
el individuo que la adquiere o recibe, quien, además, no debe conocer
a priori su contenido; en caso contrario, dicha información
le resultará irrelevante. Es evidente que este estado de incertidumbre
no necesariamente tiene que ser consciente ni voluntario.
La información se origina
en una fuente y se hace llegar a su destinatario por medio de un
mensaje a través de un canal de comunicación; el destinatario generalmente
se encuentra en un punto geográfico distante, o por lo menos, separado
de la fuente. La distancia entre fuente y destinatario puede variar
desde pocos centímetros (al hablar frente a frente a un volumen
normal) hasta cientos y aun miles de kilómetros (como es el caso
de transmisiones telefónicas intercontinentales o de transmisiones
desde y hacia naves espaciales).
Esto constituye precisamente
el problema central de las telecomunicaciones, ya que al haber una
fuente que genera información en un punto y un destinatario en otro
punto geográfico distante del primero, se trata de saber cuál es
la mejor manera de hacer llegar al destinatario la información generada
por la fuente, de manera rápida (por la dependencia temporal de
la importancia de la información), segura (para garantizar que la
información no caiga en manos de alguien que haga mal uso de ella,
o a quien simplemente no estaba destinada), y veraz (para garantizar
que en el proceso de transmisión no se alteró el contenido de la
información). En nuestros días, influidos fuertemente por aspectos
de tipo económico, intervienen además otros factores, tales como
el costo de hacer llegar la información de la fuente a su destino.
Si el costos no fuera determinante, con seguridad conversaríamos
telefónicamente con amistades o parientes en otros países sin importar
la duración de las llamadas.
El problema central
de las telecomunicaciones también fue definido con claridad por
Shannon, nuevamente con una sencillez asombrosa, quien estableció
que un sistema de comunicaciones consiste en cinco componentes:
1) una
fuente de información
2) un transmisor
de información cuya función consiste en depositar la información
proveniente de la fuente en un canal de comunicaciones
3) un canal de comunicaciones,
a través del cual se hace llegar la información de la fuente al
destino
4) un receptor que
realiza las funciones inversas del transmisor, es decir, extrae
la información del canal y la entrega al destinatario
5) un destinatario.
Un mensaje se usa para
hacer llegar información de fuente a destino, y no es lo mismo un
mensaje que la información que éste contiene. Considérese el siguiente
ejemplo: Una persona (A) desea enviar cierta cantidad de dinero
por medio de un giro telegráfico a otra persona (B). En este caso,
A es la fuente, B el destinatario. La información es aquello necesario
para conocer la cantidad de dinero y para originar la entrega del
mismo a B, y el mensaje es el conjunto de palabras o símbolos telegráficos
necesarios para que B conozca la intención de A y para que B pueda
disponer del dinero que A le envía.
Desde los orígenes
de la humanidad, la forma natural en que la información se transmite
entre personas es a través del lenguaje oral. (En la actualidad,
también existe la necesidad de transmitir información entre máquinas).
Debido a la naturaleza efímera de los mensajes orales (hay que recordar
el dicho popular de que "las palabras se las lleva el viento"),
siempre existió el deseo y la necesidad de que la información no
varíe en el transcurso del tiempo. Ello dio origen a los mensajes
escritos, los cuales han evolucionado desde las pinturas rupestres,
la escritura cuneiforme, los pictogramas, los jeroglíficos y el
lenguaje fonético de los fenicios en el siglo XI a. de C., hasta
los distintos conjuntos de símbolos con que hoy se cuenta. Los precursores
de las memorias electrónicas, magnéticas u ópticas de la actualidad
son precisamente el papel y los muros de las cavernas. A lo largo
del proceso, para pasar de los mensajes escritos a los símbolos
codificados, el hombre inventó y perfeccionó sistemas que son frecuentemente
utilizados en la actualidad, tales como la imprenta y la fotografía.
Desde la Antigüedad
se reconocía la necesidad de transmitir información a distancia.
Desde entonces, las soluciones a este problema han estado íntimamente
relacionadas con el desarrollo cultural, social y político de la
humanidad. Para transmitir información entre dos puntos, primero
debe ser "envasada" en un contenedor", que posteriormente
se enviará a través de un canal; dicho proceso es tan abstracto
como el de la misma información, pero se explica con la ayuda de
algunos ejemplos: si la información consiste en ideas, decisiones
o estados de ánimo, las maneras de enviarla a distancia por medio
de palabras, texto impreso, imágenes, ondas acústicas, ondas electromagnéticas
o señales intermitentes de humo, por mencionar sólo algunas, y los
canales de comunicación para cada uno de ellos son respectivamente
el aire, el correo, un cable de televisión, el aire y la atmósfera
en todos los casos se observa que el medio o canal a través del
cual se transmite la información es un elemento que impone restricciones
sobre los "contenedores" de la información: una onda acústica
sólo puede ser transmitida por un canal que conduzca ondas acústicas
y una eléctrica, por medio de un conductor de señales eléctricas.
Afortunadamente, ''hoy en día, con ayuda de la tecnología, es posible
solucionar estas limitaciones y convertir señales de un tipo a otro:
el precursor de esto es el micrófono, por medio del cual se convierte
una señal acústica en eléctrica.
El mensaje fue creado
por el hombre para comunicarse, es decir, para hacer común algo
que en este caso específico es la información. Esto es una muestra
palpable del ingenio humano: la creación de un mensaje forzosamente
implica la necesidad de codificar la información para que sea susceptible
de ser enviada o transmitida; no sería posible transmitir una idea
sino se utilizara el lenguaje oral, el corporal, el escrito, o algún
otro; estos lenguajes son precisamente las versiones codificadas
de la información. Es posible explicar las funciones del codificador
de la siguiente manera: así como no se puede enviar una carta (es
decir, un sobre de papel que contiene otros papeles en su interior,
cuyos símbolos o texto contienen la información que se desea transmitir)
a través de un canal telefónico o de la atmósfera (esto último sólo
es posible si se lanza el sobre como proyectil y su alcance es de
unos cuantos metros), tampoco es posible enviar señales de humo
utilizando para ello un sobre de papel. Por tanto, es indispensable
adaptar el mensaje que contiene la información al canal por el que
será transmitido. Ésta es precisamente la función de un codificador.
Para que se complete el proceso de comunicación, se requiere que
tanto el que origina el mensaje como el que lo recibe conozcan la
forma en que fue codificada la información (esto es, el código que
fue empleado); en otras palabras, para que dos personas se comuniquen
por la vía oral, es indispensable que ambas hablen el mismo idioma,
y para que dos personas se comuniquen por vía telefónica, se requiere
que, además de hablar el mismo idioma, ambas tengan a su disposición
un aparato telefónico y que ambos estén unidos por medio de conductores
de señales.
El hombre, al querer
cubrir distancias cada vez mayores, empezó a utilizar sistemas cada
vez más complejos, conforme se lo permitían los avances científicos
y tecnológicos. Como consecuencia, también comenzó a usar sistemas
de codificación tan abstractos como la escritura misma: símbolos
basados en señales intermitentes de humo, o en diversas combinaciones
de señales de fuego generadas por medio de antorchas. Éstos fueron
los precursores de la codificación de la información. El historiador
griego Polibio (204-122 a. de C.) relata que la manera en que se
codificaban las 24 letras del alfabeto griego era colocando cada
una de ellas en una retícula cuadrada de 5 x 5 unidades: por ejemplo,
el código de la letra "alfa", colocada en el primer espacio,
era "primer renglón, primera columna". Se puede afirmar
que también fue Polibio quien diseñó el primer sistema digital de
comunicaciones sincronizadas. En este caso, se trabajaba en la misma
línea visual, de una isla a otra, con dos recipientes cilíndricos
de igual tamaño llenos de agua. Ambos tenían un pequeño orificio
por donde salía un chorro de agua. Dentro de los recipientes se
contaba con una regla que tenía un conjunto de símbolos convencionales:
"necesito refuerzos", "necesito alimento", "manden
barcos", etc. Por medio de una antorcha se señalizaba (se informaba)
de una isla a otra el instante en que debía ser abierto el orificio,
y por medio de otra antorcha se señalizaba el instante en que debía
ser cerrado. El mensaje transmitido era precisamente aquel que se
encontraba a la altura del agua en el momento de cerrar los orificios.
Por supuesto que la sincronía era un factor extremadamente crítico;
si ésta fallaba podían recibir, por ejemplo, refuerzos de caballería
cuando lo que en realidad necesitaban eran alimentos.