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Inversión inicial: 30 millones de bolívares Capacidad de
llenado: 15 mil unidades cada 24 horas Capacidad de
producción de copas: 14 mil a 20 mil diarias Llenado actual
promedio: 3.000 diarias Stock de copas sin llenar: 20 mil
unidades Facturación: 300 millones de bolívares anuales Costos
operativos: 65 por ciento Margen de utilidad: 25 por ciento
La Operadora Clearwater, C.A., propietaria de la marca Cup of
Water y filial de Expressway de Venezuela, es un claro ejemplo de
optimización de costos sustentados en el outsourcing. Aunque genera
poco más de seis empleos directos, la firma no tiene empleados fijos
y coordina las actividades de producción de envases, llenado y
comercialización de copas de agua mineral desechables. Por ejemplo,
su planta de llenado se encuentra en la sede de un socio
estratégico, la embotelladora D’Evien, que provee de agua de
manantial y horas/hombre para la producción. Otros proveedores se
dedican a la producción de las copas de acuerdo con los moldes
provistos por la Operadora Clearwater y de la impresión del envase
de acuerdo con las peticiones del cliente.
Esto, según el director gerente de la firma, Gustavo
Queremel-Castro, le ha permitido mantener en 65 por ciento sus
costos operativos, que incluyen el personal, costo de las copas,
tapas, troqueles, cajas, guantes, pvc bruto, transporte, pérdidas y
depreciación de los equipos. El margen de utilidades se mantiene en
un piso de 25 por ciento. "Este tipo de organización es algo que
aprendí de los norteamericanos", reveló Queremel-Castro. De esta
forma, mantiene en almacén alrededor de 20 mil unidades de forma que
pueda atender pedidos de última hora.
Como la demanda del mercado –aún incipiente– ha fluctuado entre
80 mil y 100 mil unidades por mes, Queremel ha considerado poco
pertinente la inversión en una planta y manantial propios.
Actualmente, solo en la conformación de un centro de producción
tendría que invertir un mínimo de 500 millones de bolívares. Sin
embargo, la expansión masiva de la demanda podría conducirlo a la
ejecución de desembolsos de ese volumen.
De momento, su facturación se mantiene en el orden de 25 millones
de bolívares mensuales, producidas en un solo turno de trabajo en la
planta de llenado, lo que desemboca en alrededor de 300 millones de
bolívares al año. Esta cifra incluye los ingresos procedentes de la
exportación del producto a puntos del Caribe, como Aruba. En este
terreno, encontró una fórmula para consolidarse en ese mercado
caribeño: exporta, vía ferry, desde el estado Falcón, lotes de 100
cajas –con 50 unidades cada una– a través de un proveedor de
servicios de transporte. Actualmente negocia con firmas hoteleras de
Santo Domingo, Aruba y Cancún, la compra de lotes del producto.
Copa mineral. Todo comenzó un día, en una fiesta ofrecida
en su casa, Queremel-Castro vio la posibilidad de abrir un nuevo
negocio. En esa oportunidad entregó como presente a sus invitados
una copa de vidrio para tomar agua. Pronto comentó a su hijo Héctor
que sería interesante que existiera en el mercado una presentación
similar, esta vez en material plástico, para el agua mineral. El
producto podría estar identificado con las señas del negocio que lo
expendiese y con ello servir de vehículo publicitario. Un detalle
que aumentaría su atractivo y extendería su mercado. De aquella
conversación surgió en firme la intención de desarrollar un proyecto
de tal naturaleza. Para no olvidar nunca cómo surgió la idea, su
hijo propuso que la copa se pareciese a la que regalaron como
recuerdo en el sarao. Luego armó en barro un modelo tentativo para
los moldes.
De allí en adelante, las tareas de padre e hijo se dividieron. El
primero viajó a Estados Unidos, a la ciudad de Clearwater, para
contratar el diseño y realización de una máquina especial para el
llenado y etiquetado de las copas, así como los moldes, basados en
el diseño desarrollado por su hijo. El envase, finalmente, sería una
copa en poliestireno cristal con apariencia de vidrio escarchado,
con una base en color negro de polipropileno y capacidad de 250 ml;
características que pueden modificarse de acuerdo con las
necesidades de los expendedores finales. Esta primera fase se llevó
ocho meses de trabajo y una inversión inicial por el orden de 30
millones de bolívares que dio lugar a la creación de la firma
Operadora Clearwater y la fabricación de la máquina de llenado.
Los Queremel-Castro trataron de patentar el prototipo creado por
Héctor, y, aunque no fue aceptado, lo presentaron, todavía sin agua
ni logos, a su mercado potencial: hoteles y restaurantes. Después de
un largo período de prueba, en el que se realizó el registro de la
marca Cup of Water para el producto final, proceso que consumió
alrededor de año y medio, han logrado su primer período de
operaciones en firme con resultados positivos. Subsistir sin la
patente de la copa modelo representa un riesgo y un reto para
Gustavo Queremel-Castro, director gerente de la firma. Durante el
proceso de adaptación vendían las copas sin agua, identificadas con
el logo del cliente a hoteles, como el Maremares de Puerto La Cruz,
entre otros hoteles de la misma categoría. Hoy el producto se
expende a más de 15 clientes fijos que demandan más de 50 mil
unidades mensuales. El proceso le ha demostrado a Queremel-Castro
que si bien este negocio le absorbe más tiempo que su anterior
actividad (importador de insumos para la industria farmacéutica),
tiene un elevado potencial que generará competencia.
La oferta básica del producto apunta a ofrecer higiene confiable
con un toque de elegancia en el segmento restaurantes, cafés y
hoteles del mercado de agua mineral. Para diferenciarse de otras
presentaciones y afianzar la idea de higiene, el producto llega en
cajas plásticas a los comercios, con un guante desechable para el
personal que lo va a manipular en el tramo del vendedor final. El
tratamiento previo del envase incluye lavado a presión con
detergentes, el paso por un túnel de rayos ultravioleta, llenado y
cierre hermético con etiquetas de aluminio plastificado. La máquina
de llenado pasa por un tratamiento igualmente meticuloso: limpieza
de tuberías con cloro, lavado con agua mineral, prueba de
dortolinina para verificar calidad y, finalmente, se procede al
llenado y termosellado. Este proceso garantiza que el agua,
previamente pasada por un filtro de 0,01 micrones, esté libre de
seudomonas.
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