Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.  Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, amén.
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LAS COMUNIDADES INDIGENAS, A OJO DE PAJARO

Las comunidades indígenas, que conocí apenas por encima, las encontré muy organizadas espacialmente.  Un profundo contraste con las ciudades colombianas.   En estas comunidades cada casa está separada de la otra por un metro más o menos y forman un cuadro alrededor de un espacio común.  Normalmente no exceden las 40 casas, incluyendo la infraestructura social (escuela, maloca, centro de salud).   Cada hogar está habitado por un núcleo familiar de tres generaciones, más o menos, dependiendo de la etnia.  Si la población crece mucho, se crea una comunidad nueva a una distancia considerable pero accesible a pie o a remo.

Lo normal es que se utilicen los bongos (canoas grandes) con motor fuera borda para el transporte de personas y de mercancías.  Las curiaras, o canoas más pequeñas, se utilizan normalmente para la pesca, la puesta de trampas para tortugas y para llegar a las zonas donde se suelen encontrar las piezas de caza.

El corazón de cada comunidad es la maloca, una edificación grande (20 x 40 m de base por unos 9 o 10 metros de altura) elaborada por la comunidad misma en bahareque, guadua o madera, con techo de hoja de palma.  En ella se realizan todas las reuniones importantes, como son las religiosas, las políticas, las informativas y en las que se discuten y toman las decisiones comunitarias.

El indígena curripaco y puinave es muy pulcro en su espacio público.  No tira basura al piso y lo barre a diario.  La mayoría de las comunidades han construido canchas deportivas en el espacio común.  Los niños son los que más lo utilizan, correteando y jugando.  Los hombres y las mujeres se ocupan en las labores cotidianas, divididos sexualmente.  Las mujeres cocinan, cuidan el conuco (tierra comunal de labranza), hacen la comida, lavan la ropa y crían los niños.  Los hombres cazan, pescan, construyen las casas cuando se necesitan, comercian y se encargan de la administración y las relaciones que tienen que ver con el estado colombiano y hasta venezolano.

Tuve escaso contacto con las mujeres.  Un líder indígena me presentó dos señoras, líderes curripaco.  Ellas me hicieron una crítica profunda y puntual de la labor del estado.  Lo que ellas me decían que no estaba hecho, que ni siquiera estaba empezado, los funcionarios decían que sí, que ya todo estaba bien.

El estado supone que las comunidades, sean barriales, sean de campesinos, colonos o indígenas, ya están organizadas y la realidad es lo opuesto.  Los grupos humanos de la nación están en franca dispersión.  La cultura hegemónica está centrada en el individuo, no en la comunidad.  La forma comercial de relacionarse con las personas entra en colapso si se tiene que relacionar con una comunidad.  Enfrentarse a un cliente, con sus caprichos, sus gustos, o lo que sea, es más fácil que a una comunidad.  Con el colectivo se tiene que esperar a que haya una reunión, que todos asistan, que la decisión no sea muy reñida, que los que no hayan asistido sean informados y consultados, que el líder a cargo no sea sectario y no beneficie únicamente a los suyos, que se venzan desconfianzas creadas por los mandatarios anteriores y así sucesivamente.

Las comunidades indígenas, por el hecho de ser más pequeñas, tener lazos de parentesco entre sí y una tradición de colaboración interna, consideran el egoísmo un defecto.  Su forma de ver la vida es más cercana a las culturas del extremo oriente que a "nuestro" mundo occidental.  Es normal que las personas que están en dificultades no sean mirados como "ellos" sino como parte del todo, como un miembro de la familia, no como un sujeto aparte (ni mucho menos un objeto, como a ratos pasa en las ciudades).  Eso, sumado a sus condiciones históricas de aislamiento, en regiones naturales excepcionales si se comparan con el resto del país, hace que esos vínculos se den espontáneamente.  Aún si no se dieran, serían terriblemente necesarios para ellos.  Una comunidad que no los tenga, o está desapareciendo o ya se alienó culturalmente.

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Don Mauricio, un indígena yeral que trabajaba cortando pasto en el Safari.  Hablaba cuatro lenguas nativas, además del español y el portugués...  Y no sabía nada. 
 

Las comunidades de los alrededores de Inírida consiguen mercancías más fácil, pero sienten la presión del colectivo hacia la vergüenza de ser indígena. Se les empuja a reconocerse como lo que no son y a sentirse por debajo de una sociedad más avanzada, que sabe hacer cosas que ellos no.

No ceso de comparar con lo que nos sucede a nivel nacional, pues mi familia vive casi toda en los E.U.  y los procesos de olvido y vergüenza cultural son muy similares.  El estadinense tiene la creencia extraña de que los latinos son todos perezosos y tramposos, cuando no delincuentes.  Los medios mantienen ese estereotipo, hasta en las caricaturas (véanse los amigos de Speedy González, de Warner Bros.).  Eso genera actitudes por parte de los empleadores y de los organismos de seguridad que muchas veces desembocan en injusticias.  En el caso nuestro la cuestión está mediatizada en el sentido contrario, pero los prejuicios con respecto al indio son más orales que otra cosa.  Se transmiten a través de chistes de corrillo o expresiones como "eso es duro para el campesino" o "¡Usted parece montañero ¿No?!" usadas para señalar lo tonto que es el otro.  Es común oír referencias casi o claramente despectivas a "los indiecitos", o cómo se le recomienda a tal o cual persona que no haga eso, que "parece un indio".  La conciencia general es que ser indio es un defecto, no una virtud, o, lo que debería ser, algo que no es ni defectuoso ni ventajoso, pero sí diferente.

No se trata de ponernos en un nivel de igualdad, porque sería un error.  Somos diferentes y tenemos el derecho y la obligación de respetar, aprovechar y enriquecer esas diferencias.  Cada grupo humano tiene aspectos en los que lleva una considerable ventaja con respecto a los demás y otros en los que se ha quedado rezagado, no porque sea inferior, sino porque las condiciones culturales, históricas, naturales, no dieron para otra cosa.  El avasallamiento de culturas enteras y, lo que es peor, grupos de culturas enteros nos hace perder algo que es imposible de recuperar, con virtudes que desconocemos, pero que sentimos en la medida en que nos acercamos.

La sociedad informatizada de Occidente se preocupa mucho por la extinción de especies animales, pero los idiomas desaparecen a una velocidad todavía mayor y hacen parte del mismo problema.  Antes de 1492 el número de lenguas utilizadas por el género humano era descomunal; hoy día la tendencia es a afirmar sólo unos pocos, que han surgido de procesos de dominación cultural anteriores.  Hasta las mismas Naciones Unidas tienen sólo 6 lenguas oficiales: Inglés, francés, ruso, chino, español y árabe.  En el momento de firmar la carta de San Francisco el árabe no figuraba.  Las naciones musulmanas tuvieron que poner el grito en el cielo para que el idioma sagrado del Corán se considerara en un nivel mínimo de igualdad.  Pero las lenguas reflejan la estructura de poder que hay al interior del organismo y no una realidad mundial millones de veces más diversa y más compleja.

La simplificación para la administración genera que las "pequeñas" diferencias se borren como si se tratara de un error de ortografía.  El estado colombiano reconoce en su constitución que «las lenguas indígenas serán oficiales en los territorios habitados por dichos grupos», pero todas las leyes, incluso las que afectan directamente a esos territorios, son publicadas únicamente en español.  Se supone que la Dirección de Asuntos Indígenas del ministerio de gobierno se encarga de corregir ese defecto, pero hacerlo con un presupuesto pírrico y con un terrible desinterés por parte de los legisladores, es otra cosa.

Un líder indígena del río Guainía tuvo que poner una tutela en Inírida para que le permitieran hablar en su lengua por el radioteléfono.  Las autoridades se lo impedían esgrimiendo razones de seguridad.  Aseguraban que se podían transmitir mensajes a la guerrilla en un idioma desconocido, aprovechando que ellos no lo entendían.  La tutela fue aprobada por la corte constitucional y publicada por el municipio en cartelera; en ella se alegaba que lo mismo podía hacerse con claves elaboradas en el idioma español, y que era de gravedad que quienes se supone deberían proteger la identidad cultural de los grupos, fueran justamente quienes pretendían reprimirla.

Algo tan natural como la lengua, el vehículo espontáneo del pensamiento tradicional, se ataca a diario.  La radio, la naciente t.v. local, los acuerdos, los decretos departamentales y municipales, y todo lo que venga de la administración del estado viene en español; no importa que haya sido aprobado y generado en la misma Inírida o, aún peor, en una comunidad indígena.  La identidad territorial es manejada por quienes menos están interesados en afirmarla.

El colono se resiente al decirle que las tierras donde están sus fincas, que ha labrado durante tanto tiempo, no puede ser vendida ni comprada.  Que es "inajenable, imprescriptible e inembargable", según la constitución.  Pero no para el criterio del campesino de la "frontera agrícola", que simplemente toma y trabaja lo que él considera baldío.  «¡Esa tierra estaba desocupada, no era sino rastrojo! ¡Nosotros la trabajamos y la pusimos a producir! ¡Y producimos los alimentos que las mismas comunidades no son capaces de sacar!» me decían.  Creen que los indígenas son perezosos, y que por eso "no tienen nada".  

Las concepciones de la tierra, ambas tan distintas, no se enfrentan, pues no están en condiciones de igualdad.  La una depende de la caza y la pesca, considera la tierra como parte de la vida, la morada de todo lo sagrado, una extensión de la familia.  La otra ve en ella una oportunidad de mejorar la propia vida, de dar una esperanza a sus hijos por medio del trabajo, que sólo puede potenciarse a través de la iniciativa y la propiedad individual.  Sabe de productos para fertilizar, del mercado de alimentos y cosas así.  Considera que sólo el tipo que es capaz de cuidar y cuidar es capaz de producir los alimentos, algo para los demás.  Esa última visión es la del estado, la sociedad occidental, el campesino, el colono y el profesional bogotano.

Las urbes imponen una manera de pensar, de relacionarse con la tierra y no dejan lugar a otra cosa.  La estética del citadino sólo considera el campo bello cuando se le parece a un campo de golf; lo demás es una ruptura del orden, es rastrojo, es descuido.  No se trata de la morada de los animales, ni de un lugar lleno de fuerzas desconocidas a las que hay que pedir permiso para cortar un árbol o para sembrar.  Los pueblos de la región llaman al payé, jaibaná o su equivalente para que ore y le pida permiso al espíritu del árbol para cortarlo y hacer una embarcación.  La probabilidad de que el tronco de un bongo se raje es mucho mayor si no se reza.  Lo mismo con el conuco, la porción de tierra para el sembrado comunal:  La cosecha no es la misma si no se baila, si no se le hace la ceremonia que corresponde al principio del cultivo o no se regulan cosas tan importantes como la entrada de las mujeres embarazadas, vírgenes o con periodo.

El tiempo, la luna, el nivel del río, el humor de las personas, la planta que originó la semilla, las señales que dan los animales, todo está regulado por una creencia o una técnica especial.  Sólo los jóvenes, o los que han sido influenciados por otras formas de pensar, las pasan por encima y utilizan los productos que vienen por aire o por planchón.  Muchos de estos últimos han sido probados en condiciones climáticas y químicas muy diferentes.  Pueden dar una cosecha con un cambio visible, pero sus consecuencias sobre un medio ambiente tan prolífico y lleno de formas de vida puede generar cambios inesperados a largo plazo, e incluso en el corto.  Los hábitos y las habilidades de los insectos y de los animales de esta región no se conocen en otras partes, hay especies acorraladas que ni siquiera se sabe que existen.  Las gentes de las culturas amazónicas tienen costumbres igualmente desconocidas, fundadas en su universo simbólico, que les hacen actuar de una manera muy distinta.  Todo eso puede hacer que un producto químico funcione al revés, o genere cosas difíciles de prever.

 

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Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.  Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, amén.