Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
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El agua que llega por el acueducto no puede tomarse sin hervirse y la energía eléctrica se raciona 2 o 3 veces por semana.  La planta diesel de las afueras se apaga todos los días a las 12 de la noche, para evitar que se recaliente, y se prende a las 8 a.m.  El agua no es tratada propiamente, sólo se deja asentar un poco.  Se bombea desde el río hasta moto-bombas más grandes y llega a cada casa a través de tubos de PVC.

A los guainieños les toca dejar la tubería en la superficie de las calles, porque la tubería no puede enterrarse en suelos de pura roca.  Se ven ahí, como una tentación.  En algunos de los barrios llegaron a robarse un tubo madre y dejaron a todo el mundo sin agua.

El suelo iniridense es un extremista: Es arena o rocas inmensas, nada más.  No se encuentra un guijarro o rocas redondas como en los ríos del Valle.  Toda esa zona de la amazonia se levanta sobre el Escudo Guyanés, una sola roca descomunal que va desde el sur de Venezuela, el noroccidente del Brasil hasta las zonas amazónicas de Ecuador y Perú.  En algunas calles sale la roca al aire en medio de la arena porque de otro modo habría que volarla con dinamita o gastar taladro a la lata para rebajarla.  En la Zona Indígena, un barrio cercano a uno de los caños, las rocas afloran en medio de las casas y hasta dentro de ellas.  De un momento a otro se ve surgir ahí, entre la habitación y la cocina, o en la parte de atrás, como si fuera un muro.  Hace parte del paisaje e irrumpe en sus dominios.

Cuando se construyó el aeropuerto, se voló la roca con dinamita y varias fueron las ancianas indígenas que advirtieron que de ahí en adelante se vendrían todos los males, que era mejor dejar la roca quieta.  Y la roca se voló y por avión llegaron los políticos, los comerciantes, los mineros, las prostitutas, nuestra civilización, nuestra modernidad a medias...  Hoy día hay una cantera camino al aeropuerto, y el suelo se carcome para construir, como en Bogotá o Cali.

Las basuras comienzan a acumularse hacia el sur, más allá del aeropuerto.  Inírida, inocentemente, ha iniciado su basuro.  Sólo unas pocas familias indígenas (se pueden contar con los dedos de una mano) se dedican al reciclaje, de la misma manera como lo hacen nuestros indigentes.  Aún así, lo normal es que toda la basura producida por una familia se queme justo en frente de la casa, cuando el tarro de basura se llena.  Hay un camión pagado por la alcaldía que pasa cada que puede y lleva las cosas al basuro, pero son varios los barrios que no lo conocen.

Inírida ve correr el agua de las lluvias por sus calles amplias, en abundancia en la temporada de lluvias.  Sólo la calle principal y la calzada en frente de la iglesia están pavimentadas.  Apenas siete cuadras, entre la gobernación y el puerto, tienen alcantarillado.  Hay otros dos pequeños tramos con tubería enterrada, pero no tienen ninguna conección entre sí, como si el pueblo se hubiera hecho a retazos.  La mayoría ve pasar las aguas residuales frente a la casa, cómo recorren a placer su camino al río y se estancan en lugares planos.  Gracias a , las que salen de las casas no son aguas negras, sino las que quedan de lavaderos y lavaplatos.  Muchos hogares tienen pozo séptico.  La gente lo cava entre los agujeros que aparecen en medio de la roca, o lo levantan en una casita fuera de la casa.

 

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Padrenuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  Venga a nosotros tu reino.  Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.  Dadnos hoy nuestro pan de cada día.  Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.  No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, Amén.  Dios te salve María, llena eres de gracia.  El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.  Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.