Nota de/para los amigos que me escriben:
De: Michel Balivo
Asunto:
El maravilloso mundo de la relatividad
(Poder mediático vrs. sentido común)
Soy de los que piensa que se exagera el poder de los medios de
comunicación. Reconozco por supuesto que tienen cierto poder
sugestivo, dada su capacidad de influenciar simultáneamente por la vía
visual y auditiva la imaginación de la conciencia humana. Pero eso es
sobre todo en sectores que tienen momentáneamente resueltas sus
necesidades.
Entonces se preocupan de si son infelices sexualmente y de cómo serán
más felices que perdices, adónde viajarán en sus próximas vacaciones y
cuando comprarán un vehículo o casa más grande, etc. Pero cuando
sucede lo que está sucediendo a nivel mundial y escucho que en los
próximos dos años, solo en EEUU de cuatro a cinco millones de familias
perderán su hogar, no creo que haya modo en que los medios puedan
mantener su poder sugestivo.
En la relatividad de la imaginación, con la barriga llena y sin tener
que preocuparse por qué se ha de comer mañana, todo juego de imágenes
es posible. Que si se termina la historia, que si la derecha o la
izquierda, que si es mejor la mono o la poligamia, el sexo físico,
virtual, las muñecas de goma o masturbarse, el catolicismo,
protestantismo o mahometanismo, etc.
Pero cuando los dolorcitos de barriga nos hacen acordar que además de
imaginación y jueguitos mentales, tenemos un cuerpito que nos impone
sus necesidades, cuando la tierra tiembla y los huracanes azotan y
arrasan casas y sembradíos, todo el resto pasa a ocupar el lugar
secundario y relativo que le corresponde.
Eso demuestra la ignorancia de los que ejercen el poder, porque
llevaron su avaricia al punto de realizar el robo más grande,
descarado e impune de la historia humana. Con lo cual inclinaron la
balanza dramáticamente hacia el lado de la pobreza y la consiguiente
sensatez que imponen los dolorcitos crecientes de barriga, sobre todo
con bajas temperaturas.
De ese modo terminaron con la posibilidad de seguir sugestionando a la
gente con sus barrigas llenas. Que vayan ahora a hacerles cuentos de
que son los liberadores del mundo y de los maravillosos paraísos que
los esperan en el futuro, de lo que la tecnología ha de llegar a
producir. El cuerpito y sus sensaciones operan en presente, exigen y
disparan acciones aquí y ahora, ya.
Cuando sufres hambre o frío está fuera de tema el ayer y el mañana.
Con lo cual queda demostrado que la acumulación o concentración de
capital y bienes en cada vez menos manos, es un tropismo o automatismo
histórico, es un proceso mecánico donde la conciencia y la
inteligencia integral están ausentes, brillan por su ausencia. Del
mismo modo que no se hace nada para resolver o aminorar al menos, el
ritmo de contaminación atmosférica y ambiental.
Todas las tonterías ideológicas que se discutieron en la última
centuria, cuando se daba por cierto que evolucionábamos mecánicamente
hacia un mañana siempre mejor, quedan derogadas por los presentes
hechos. Ahora sabemos que todo mañana depende de las direcciones que
elijamos y conductualicemos hoy, a cada momento, concientemente.
Nadie puede hacer eso por nosotros, como tampoco puede respirar, comer
o dormir por nosotros. No son funciones delegables, por lo cual la
democracia representativa es solo un cuentito, un buen argumento para
películas, pero de tiempo limitado.
En Venezuela por ejemplo más allá de tontas relatividades las cosas
están muy claras. Hay una clase que ostentó el poder y se resiste a
aceptar que lo hizo tan mal, que generó las fuerzas que la desplazaron
para nunca más volver.
Porque en el juego de la democracia representativa, en tiempos de
revolución económica y cultural, con poderosos medios de producción,
transporte y comunicación, cuando predominan por el tiempo suficiente
los que tienen hambre y dificultades para satisfacerla, se acerca ya
la democracia participativa.
Y si no lo hacen los pobres, lo harán los que se compadecen de ellos.
Porque así de tonta, sentimental e idealista es la especie humana.
Siente en si misma el dolor y sufrimiento ajeno. Afortunadamente lo
hace, porque así mismo funciona todo el ecosistema, todo lo existente.
Sí no tuviésemos la sensibilidad y capacidad de hacerlo ya no
existiríamos.
La insensibilidad tiene sus umbrales de tolerancia, su tiempo, porque
dentro de un sistema de libre elección es necesaria para generar la
conciencia, el reconocimiento de lo que somos, lo cual sería imposible
sin afrontar las consecuencias de cada uno de nuestros actos. Por ello
toda acción egoísta, diferenciadora, excluyente, genera su contra
fuerza de igual carga pero opuesta intención, neutralizándose. Por eso
giramos en círculos en lugar de avanzar.
Eso se manifiesta como dialéctica generacional, histórica, de género,
clases, etc. Pero como todo tiene su tiempo, llega un momento en que
los que soñaban que algún día treparían por la pirámide del poder,
para hacerse iguales a los dioses o al menos recibir sus favores, se
dan cuenta de que esa posibilidad se esfuma ante sus ojos.
Cuando su relativo bienestar se convierte en quedar vagando por las
calles durmiendo en sus vehículos y buscando que comer, se termina la
relatividad de los sueños y la imaginación y despiertan súbitamente.
Ya saben que alguien les tomó el pelo y les robó todos sus sueños y
esfuerzos. Ahora hay que empezar de nuevo y hacerlo de otro modo.
Eso es ineludible, aquella etapa ya se terminó, un nuevo modo de hacer
las cosas ya está en camino en medio del desmoronamiento creciente de
lo ya agotado. La etapa de las relatividades intelectuales,
ideológicas, imaginarias, ya pasó a la historia. La fuerza de los
hechos desencadenados se encargó de poner las cosas en su correcto
lugar.
En este sentido muy diferentes son las situaciones de conflicto social
que se viven en Colombia o Perú, donde aún mantienen el poder oficial
las clases dominantes y tratan de reprimir bajo múltiples apariencias
y discursos justificativos, las manifestaciones de descontento social.
Que las que se viven en Bolivia y Venezuela por ejemplo, donde las
clases que ostentaban tradicionalmente el poder y se repartían la
cartera pública, han sido desplazadas del mismo y luchan también bajo
variadas apariencias por reconquistarlo.
Hoy más allá de leyes e ideologías de moda, como la igualdad de
géneros, razas y clases sociales, se exige una igualdad de derechos en
los hechos concretos, salud, educación, distribución de los
superhábil. Y tras todas las experiencias y eufemismos con que se las
describe, esa es la dialéctica que se dirime y abre paso.
Un momento se terminó y otro gana terreno. Yo no tengo la menor duda
de que lo que se está muriendo va a terminar de morirse y lo que da
señales de parto va a nacer. Lo único que está por decidirse, son las
resistencias que habrá de superar ese nuevo ser que intenta venir a
ser, impulsado por la presión interna de la vida.
Es decir, habrá que ver si lo que muere puede hacerlo en paz o si se
aferra a la continuidad imposible ya de su vida, generando resistencia
a la evolución natural de las cosas e innecesaria violencia. Parece
inevitable entonces que la muerte de una instancia sicológica entre en
escena pública y por consiguiente en conciencia.
Si un cuerpo tiene leyes, que de no respetarlas duelen, enferman y
desintegran su organicidad, matan, ¿seremos tan ingenuos como para
pensar que la vida es una casualidad en la que da lo mismo hacer una
cosa que la otra? Me parece que es todo lo contrario, que la vida es
una estructuralidad orgánica que impone su condición a todos los
elementos.
A nadie se le ocurre que en un cuerpo las funciones, los órganos, los
miembros, las células se pongan a hacer cada una lo que se les da la
gana. Todo respeta un plan orgánico, y cuando de hecho por un motivo u
otro no sucede así enfermamos, se desintegra la unidad sicofísica y
sobreviene la muerte.
Por muy alienados que estemos en esta época de predominio de
abstracciones intelectuales y relatividades, no podemos dejar de
reconocer que todo en la vida, todo lo viviente es orgánico. Por tanto
los momentos, las coyunturas históricas ni se generan ni se deciden
por la voluntad de personas o grupos, por muy poderosos que estos
puedan ser social o económicamente.
En el mejor de los casos, las personas son buenos representantes de
una corriente de vida que ya cumplió su función o de una nueva
sensibilidad que ya se deja sentir. En momentos como estos, comienza a
ponerse en evidencia la estructuralidad y la simultaneidad de lo
viviente, tanto en su repercusión social como en la natural.
En Venezuela por ejemplo, se realizan elecciones regionales este
domingo 23 de noviembre en medio de copiosas lluvias, derrumbes y
accidentes de todo tipo. En ellas se podrá apreciar si aún tiene
influencia y cuanta, la vieja forma de hacer politica. Sin sudar, sin
salir siquiera a la calle, sin programas de nación.
Simplemente se emiten programas de TV, en los que predomina movilizar
los temores y emociones más bajas de la gente, como la inseguridad y
desabastecimiento de alimentos, la futura quiebra del país de seguir
gobernado los que ahora lo hacen. Se les paga a grupos de gente para
que hagan bastante ruido y alteración del orden, siempre filmados por
la infaltable y oportuna cámara.
Si la gente aún resulta suficientemente sugestionable, podrán
seguirlos manipulando por un tiempo más. Sin embargo se enfrentan a
nuevos modos de hacer política en que los aspirantes se autopostularon
y fueron elegidos por las bases populares, los programas fueron
elaborados junto con las comunidades con el compromiso firme de
realizarlos o ser apartados de sus puestos por referéndum popular
constitucional.
Está en juego y debe dirimirse entonces, la condición de la conciencia
de los venezolanos que ya llevamos casi diez años en este proceso. Se
predice, aún la gente con un poco de sensatez de la oposición, que en
el mejor de los escenarios podrían ganar un 10% de las gobernaciones,
es decir 2 o 3 de 23 que están en juego. Por lo cual 20 o 21, el 90%
sería para el gobierno.
Pero, una vez más, esto no es casual ni local. Esta es una condición
mayor, orgánica, estructural, que resuena planetaria y humanamente.
Como es evidente ni el llamado primer mundo está a salvo de ella. No
importa si parece que es el descalabro económico el motivo de las
crecientes protestas sociales en esos lugares.
Cuando hablamos de organicidad y simultaneidad no podemos seguir
pensando lineal o temporalmente. Aquí se trata de que todo repercute
sobre todo, sin importar donde parezca originarse o comenzar. Por ello
la aceleración e intensidad de los hechos desencadenados, desborda la
capacidad de nuestro pensamiento preventivo y sus instituciones.
Una condición estructural, orgánica, planetaria, humana; impera y se
deja sentir. Nada más alejado de nuestras queridas concepciones de
relatividad e impunidad. No son los intereses de grupos de élite los
que habrán de decidir futuros, sino las direcciones de conductas y
hechos que los grupos sociales elijan afirmar.
Del mismo modo que si eliges no respetar los principios de tu
organismo, experimentas dolor y desintegración, sucede cuando eliges
direcciones de conducta colectivas que irrespetan las condiciones de
la existencia. Simplemente experimentas en carne propia las
consecuencias acumulativas de tus decisiones acertadas o erróneas.
Es ante esa reacción de la condición de vida a las direcciones de
acción elegidas y conductualizadas, consumadas repetitivamente en
hechos, como caemos en cuenta y podemos establecer aquello que afirma
y expande la vida, como lo que la contrae y limita. ¿Acaso no es del
mismo modo como se establecen las leyes científicas? ¿O es quizás
ensimismados en relatividades mentales?
Si metes la mano en el fuego o en la electricidad tienes la clara
experiencia de por qué no es conveniente hacerlo. En todo ello
participa el cuerpo en relación con su entorno. Y es justamente cuando
perdemos de vista esa condición estructural, relacionante,simultánea
de la vida, igual para todas sus criaturas, cuando caemos en
abstracciones y relatividades ideológicas.
Entonces comienzan todo tipo de inventos y aberraciones, que no tienen
el menor asiento ni comprobación en la sencillez y sinceridad de la
vida esencial, que todos experimentamos y comprendemos directamente
sin necesidad de ser eruditos. Que si yo soy superior y tu inferior,
que si tengo derechos divinos
y tu eres hijo del diablo y condenado a
someterte a mi, etc.
Que si el hombre fue creado primero y la mujer de su costilla y por
eso es más inteligente y la domina. Será todo lo que tu quieras que
sea, pero no es posible la existencia sin el sexo opuesto y el
ecosistema natural, y hasta allí llegan todos los cuentos. Es a esta
condición de vida esencial que nos retrotraen las presentes
circunstancias desencadenadas.
Puedes declamar todo lo que se te ocurra, tienes todo el derecho de
disentir, pero las leyes de vida son las leyes de vida e imponen su
condición. Lo que siembras cosechas y no hay tu tía, no hay a quien
quejarse. O mejor dicho, puedes quejarte a quien quieras pero eso no
corrige tus elecciones erradas. Solo caer en cuenta y hacerlo de un
nuevo modo lo posibilita.
Así pues, cada nuevo paso que vamos dando, pone en evidencia la
condición de vida que a todos se impone sin importar jerarquías
sociales, hábitos ni creencias acumulados en el largo camino de la
historia y sus actividades económicas. Cada paso que damos va quedando
atrás toda una mentalidad artificial, que se alejó de los caminos
esenciales de la vida, simples y sinceros, cubriendo con un manto de
irreal complejidad lo que a todos es evidente.
Así pues, el domingo se decide en Venezuela si el grado conciencia
colectiva permite que se nos siga sugestionando para manipular por
temor nuestras más bajas pasiones, o si hemos ganado la capacidad para
discernir cuales son nuestros más elevados intereses. Y lo que
decidamos repercutirá, resonará en cadena planetaria.
En sencillo, decidimos si damos un nuevo paso en la libertad de elegir
ampliar las posibilidades de mayor calidad de vida y derechos, o si
retrocedemos camino de la barbarie y la violencia inevitable. Pero una
vez más, no será lo circunstancial lo que decida.
Sino nuestro choque con la condición existencial, que sufriéndola o
gozándola nos hará concientes de su inevitabilidad y capaces de ir
ajustándonos, acompañándola, haciéndonos uno con ella. Solo en
sintonía esencial con la dirección creciente de la vida, puede
revolucionarse y se revolucionará la conciencia humana.
|