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                  Mensajes
                desde Cuba: 
                
 De: Natalia 
                R 
                Asunto: Polémica sobre el humor hoy en Cuba -
                Revista cultural El 
                Caimán Barbudo 
                ¿Humor cubano?
                 
                 
                Es difícil conceptuar el humor. En todo caso resulta mucho más 
                fácil definir sus variedades dentro del amplísimo espectro que 
                abarca la comunicación humana. Porque el humor es, más que nada, 
                eso: comunicación.  
                Entretener y hacer reír, tanto como poner a pensar, constituyen 
                sus presupuestos. Todas son cualidades exclusivas de la raza 
                humana, lo que nos obliga a afirmar, sin temor a equivocarnos, 
                que si algo le corresponde sobre esta tierra al hombre, es el 
                humor.  
                La risa nerviosa originada en el subconsciente; la sátira o la 
                ironía; la sonrisa inteligente o la estentórea carcajada, no son 
                sino el efecto con que nuestra subjetividad reacciona frente al 
                hecho humorístico.  
                La comicidad, en definitiva, proviene de gestos, palabras, 
                situaciones, caracteres o repeticiones, pero siempre de la 
                capacidad del ser humano de reír —suerte de catarsis— frente a 
                sus propios absurdos y paradojas cotidianas. Y los cubanos no 
                somos —no podemos darnos el lujo de ser— menos. Este dossier 
                pretende responder algunas de las preguntas que el lector 
                pudiera tener pendientes sobre el humor facturado en Cuba, 
                gráfico, teatral o televisivo.  
                Quedan aplazadas las conclusiones: ¿tenemos o no, en definitiva, 
                el sentido del humor que se nos atribuye? 
                
                Lanzarme a 
                fondo 
                Adonis Sánchez Cervera 
                 
                
                 Osvaldo Doimeadiós es un hombre que prefiere el riesgo y las 
                cosas que lo ilusionen: "Trato de vivir a plenitud cada momento 
                y la plenitud empieza por ser sincero con uno mismo, así que no 
                me río por compromiso y cuando no tengo deseos de hacer chistes, 
                no los hago".  
                Sencillo, martiano, noctámbulo, bohemio de profesión y corazón; 
                nació el 26 de noviembre de 1964, en Holguín; sagitario, se crió 
                y creció en el reparto Alex Urquiola, más conocido por sus 
                moradores como "La Colorá"; y ahora despierta todas las mañanas 
                saludando a la calle Ayestarán, en el Cerro, Ciudad de La 
                Habana.  
                Ha obtenido innumerables premios: en festivales de humor, de 
                dirección; Premios Villanueva, de los críticos de la Unión de 
                Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), de puesta en escena; 
                Premios Caricato, nominado al Premio Nacional del Humor; fue 
                director del Centro Promotor del Humor; se le ha visto en las 
                tablas con el grupo de teatro El Público: La puta respetuosa, 
                Santa Cecilia , en Ceremonia para actores desesperados… Vive 
                para el teatro.  
                Tiene la virtud de conmovernos, hacernos pensar y a la vez 
                desmollejarnos de la risa: anda a cuestas con Margot, Feliciano; 
                y ahora Pipo Pérez le ha reservado un puesto en el espacio Deja 
                que yo te cuente, de la televisión cubana.  
                Su DVD de reciente estreno, Aquicualquier@ , que contiene un 
                espectáculo unipersonal que grabara en el teatro del Museo 
                Nacional de Bellas Artes, una galería de fotos, el making of y 
                cinco temas musicales, marca un cambio en la vida del actor y 
                también director: "Es una forma de revisitar mi trabajo de estos 
                años, y espero que constituya un punto de giro en los propósitos 
                que tengo en torno a los espectáculos de humor."  
                Aunque le gusta que en su ambiente de trabajo siempre haya 
                alegría, Osvaldo Doimeadiós es un hombre muy serio. 
                "Descubrí mi vocación a muy temprana edad. Describirlo me sería 
                imposible, pero te aseguro que son sensaciones de certeza en 
                algo en lo que uno cree. Fui un niño muy enfermizo y quizás todo 
                ese tiempo que pasaba en cama, pues lo llenaba con personajes 
                imaginarios y todas las fantasías que un pequeño se inventa. A 
                los 6 años me vinculé a la radio de mi ciudad natal: Holguín, y 
                mi primera experiencia fue en una versión radial de la novela 
                Cumbres borrascosas; interpretaba el personaje de Hindley niño. 
                Luego trabajé en muchos programas de la emisora de corte 
                infantil y también me vinculé con grupos de aficionados al 
                teatro. Ese fue el principio.  
                "En 1987 me gradué del Instituto Superior de Arte (ISA) en la 
                especialidad de Actuación." 
                —¿Por qué un artista con gran talento para el arte dramático, 
                escoge primero el humor?   
                
                 —Estando en el ISA, en el último año, junto a otros estudiantes 
                de mi facultad fundamos el grupo humorístico Sala-Manca, en el 
                que estuve hasta 1996 y que sin lugar a dudas fue una fructífera 
                experiencia para mi profesión. Recuerdo que desde el ISA, muchas 
                personas me miraban con recelo por el inofensivo hecho de hacer 
                humor, pero eso forma parte de prejuicios culturales heredados y 
                no es un fenómeno solamente cubano. Ocurre en muchas partes del 
                mundo. Sin embargo lo considero una fiesta desacralizadora y 
                vivificante, de la cual nunca voy a arrepentirme. El humor no 
                fue para mí una cuestión de elección, fue un hecho orgánico, 
                casi un reflejo y siempre he mirado la profesión del actor sin 
                prejuicios. En cualquier género o manifestación hacemos cosas 
                buenas y malas...  
                —El humor creo es una de las manifestaciones artísticas donde 
                existen más zonas vedadas, tabúes, sobre todo a la hora de 
                tratar temas sociales. ¿Cómo salvas estos obstáculos?   
                —Subirse a un escenario o aparecer en cualquier medio 
                audiovisual genera una responsabilidad. Pero pienso que ningún 
                tema o hecho debe ser un tabú, aun cuando cualquier momento 
                histórico o cualquier sociedad genera sus propios tabúes. La 
                sátira social es un hijo legítimo del humor y un hijo que no 
                podemos esconder. Hay que hacerlo con nuestros mejores 
                sentimientos y sin re–sentimientos, con conocimiento de causa, y 
                las cosas cuando están bien hechas no tienen discusión. Creo en 
                los mensajes que funcionan sobre la base del placer estético y 
                la cultura. Hay que llegar al límite y devolver al espectador al 
                punto inicial. Es simplemente un juego.  
                —¿Cómo definirías el humor que haces? ¿Qué es lo necesario, la 
                cuota, el resultado, para que Doimeadiós se sienta complacido 
                con una función, un chiste? Tu premisa…   
                —Me resulta difícil definir el humor que hago, será porque no me 
                gustan mucho las clasificaciones. De hecho trato de huir de 
                ellas. Cuando salgo a actuar, salgo a jugar y trato de 
                divertirme (aunque no me ría explícitamente) para que el público 
                disfrute, y uso recursos que son tan viejos como la comedia 
                misma, sólo que con la mirada en el presente. Me gustan los 
                juegos de palabras, el humor blanco e ingenuo, la ironía, la 
                caracterización de personajes, la música, etc.… No me gusta 
                subvalorar al público, prefiero estimular su agilidad mental, su 
                inteligencia. Me inclino más hacia un tipo de humor "implosivo" 
                porque pienso que dura un poco más en el tiempo.  
                "Me siento satisfecho cuando la comunicación fluye y abandono 
                mis tensiones. Sucede que soy extremadamente tímido y esa es la 
                primera barrera que debo franquear cuando actúo. Me voy contento 
                si percibo al público feliz."  
                —¿Dónde encuentras a tus personajes? 
                —Mis personajes me han sorprendido donde menos los esperaba, en 
                el juego, en las conversaciones con mis amigos o en la soledad 
                de la casa. A lo mejor ya habitaban en mí y no los percibía. Hay 
                que trabajar y trabajar todos los días, sólo así ellos vienen.
                 
                —En el tema del transformismo, los personajes femeninos de 
                Doimeadiós han tenido una excelente acogida: desde la simpática 
                Margot hasta la genial Santa Cecilia. Conociendo la 
                idiosincrasia del cubano, ¿por qué te interesas por esta 
                modalidad (por llamarlo de algún modo) y qué experiencias has 
                tenido en esta parte de tu trabajo, tanto para tu desarrollo 
                como actor como en la interacción con el público?  
                —Un actor tiene que ser como un mago y hacer ante los ojos de 
                los espectadores posible lo imposible, con su cuerpo, su voz, su 
                cultura, sus vivencias, por ello tiene que interpretar un niño, 
                un pez, un árbol, una anciana y qué se yo cuantas cosas más. He 
                interpretado muchos personajes en diversos géneros. Por supuesto 
                algunos me están vedados. No podría nunca haber sido el galán de 
                una telenovela, a no ser que fuera en tono de farsa, tampoco eso 
                me duele, porque esos personajes suelen ser aburridos. Lo que 
                quiero dejar claro es que nunca he mirado con prejuicios ni 
                machismo ningún personaje. He interpretado personajes 
                masculinos, femeninos, andróginos, pero no sé por qué extraña 
                razón los femeninos, que han sido los menos, han tenido gran 
                aceptación. Han sido un reto, sin lugar a dudas y quizás por 
                ello me he lanzado más a fondo, tal vez los he explorado más en 
                aras de no equivocarme, y por sobre todas las cosas los he 
                realizado de la manera más natural posible, sin afectaciones ni 
                complejos. El público es un lector voraz, que va leyendo una 
                caligrafía visible y otra invisible, y al que le tienes que 
                entrar con respeto y sin tapujos. He tenido muchas experiencias 
                con este tipo de personajes, pero soy dichoso porque siempre he 
                recibido el mayor respeto.  
                —El Público es uno de los grupos de teatro de punta a nivel 
                nacional. ¿Cuánto ha aportado este grupo, su director Carlos 
                Díaz y el teatro para tu carrera? Esa confrontación con los 
                códigos propios del teatro y el humor, me imagino sea muy 
                fructífera. ¿Cómo asumes ese cambio de atmósferas, qué traes 
                aquí o llevas allá, hasta qué punto se marcan las diferencias?
                 
                —Trabajar con Carlos Díaz y su compañía de teatro El Público ha 
                sido una experiencia definitoria en mi carrera. Lo respeto 
                muchísimo por su talento y trabajo, que han dejado una huella en 
                el teatro cubano en todos estos años. Con él he aprendido a 
                lanzarme a fondo, a estructurar el trabajo en toda su totalidad 
                y a interactuar con otros lenguajes dentro de la puesta en 
                escena.  
                "Carlos te sube la barrera todos los días un poquitico más, y si 
                le pones más, pues te exige más. Es una mina de asombros. 
                Trabajar con él es una fiesta y un juego, por eso en su grupo me 
                siento pleno. Santa Cecilia ha sido para mí un antes y después, 
                por el reto que implicó cada ensayo y cada función. Siento que 
                crecí con ello. Carlos sabe aprovechar para el tejido de la 
                puesta además de la historia del personaje, la historia del 
                actor, quizás por eso los recursos del humor se hayan 
                complementado tan bien con los dramáticos, eso da un mejor 
                equilibrio y abre un abanico de posibilidades. El trabajo del 
                actor debe ser como un río que contenga todos sus afluentes y 
                desemboque en el mar."  
                —Explícame ese antes y después de Santa Cecilia… ¿cuánto de reto 
                y de reconocimiento te trajo esta obra que tanto nos conmovió, 
                además del éxito de la crítica?  
                
                 —Te confieso que nunca me motivó mucho la idea de hacer 
                unipersonales. Sucede que siento el teatro en compañía de otros 
                actores, será que así fue como empecé a hacerlo o así es como 
                más lo imagino. Carlos Díaz me propuso hacer ese texto y creo 
                que no lo pensé dos veces. Es un texto de una belleza y una raíz 
                inmensa, pero tenía muchas cosas en contra. Primero ya había 
                sido llevado a escena con mucho éxito por Vivian Acosta en los 
                años 90. Segundo era un personaje femenino (y no uno más) y esto 
                era un riesgo por el temor a repetir otros recursos empleados en 
                otros personajes de esta naturaleza que ya había hecho antes, y 
                además suponía un desgaste físico por todo el tránsito del 
                personaje por diferentes estados de ánimo, y por último había 
                que apresar en esa hora y cuarto de espectáculo muchas cosas que 
                tienen que ver con el alma de esta ciudad y esta nación. Pero el 
                trabajo no se piensa tanto. Se hace. Y decidimos correr el 
                riesgo y trabajar bien duro, y hay muchas cosas que técnicamente 
                un actor conoce desde la teoría pero que a veces el tiempo o las 
                propuestas en las que te involucras no te dan tiempo a 
                emplearlas y este espectáculo era de todo o nada. Creo que es el 
                reto más grande que he tenido en mi carrera. Le estaré 
                eternamente agradecido a Abilio por escribirlo, a Carlos por 
                dirigirlo y a Gilda Bello que fue la asistente de dirección por 
                toda su paciencia, así como a todos los especialistas que 
                pusieron su talento en el trabajo.  
                "Cada función de esta puesta ha sido un reto en si misma, y 
                siempre sólo pienso en vivir la plenitud de cada momento del 
                personaje, en llegar hasta el fondo y regresar. Es un personaje 
                de muchas rupturas o quizás muchos personajes habitando en uno.
                 
                "El reconocimiento vino después y por supuesto me trajo muchas 
                satisfacciones, entre ellas el ver a un público muy joven viendo 
                más de una vez la puesta, o a personas que regularmente no van 
                al teatro y verlos a tu lado compartiendo la experiencia. Cuando 
                se puso en la TV estaba muerto de miedo, porque era estar más de 
                una hora en pantalla, pero todavía salgo a la calle y personas 
                muy sencillas, que están lejos de los círculos intelectuales, se 
                acercan y me hablan con mucho amor de ese trabajo. Para un actor 
                ese es un regocijo inmenso."  
                —Leí de tu preocupación por la preservación de la memoria y la 
                ciudad. ¿Cómo te sentiste al interpretar a la ciudad misma? 
                —Interpretar de alguna manera esta ciudad donde uno vive, donde 
                respiras, es un compromiso y una responsabilidad muy grande, 
                sólo se logra si uno la ama y le duele. Efectivamente, aquí vivo 
                hace 25 años, aquí estudié mi carrera, aquí he fundado muchos 
                sueños y aquí tuve mis hijos... cada cosa que se pierde, cada 
                lugar que se olvida o se destruye es sin lugar a dudas un duro 
                golpe.  
                —De tu paso por el Centro Promotor del Humor, ¿qué experiencias 
                tuviste al haber ocupado posiciones opuestas: el que dirige y el 
                dirigido? ¿Cuánto enriqueció tu visión del género, en todos los 
                sentidos, y por qué ya no ejerces el cargo?  
                —El Centro Promotor del Humor fue un proyecto al que le  
                los mejores años de mi vida. Sobran las anécdotas cuando de 
                fundar algo se trata. Un proyecto que nació en un momento muy 
                difícil en nuestro país. Tocar tantas puertas, consensuar 
                posiciones, opiniones, y sobre todo tratar de aglutinar lo mejor 
                del talento nacional en el género y darle cauce. El centro 
                además surgió con una fórmula económica y de comercialización 
                diferente a lo que hasta el momento se hacía en el sector de la 
                cultura, y de sus resultados positivos surgieron luego otras 
                empresas, sobre todo en la música, bajo similares presupuestos. 
                Hoy hay una vuelta atrás, porque las están volviendo a convertir 
                en unidades presupuestadas. Ya sabes como es el son: un pasito 
                para alante, marcas, y un pasito para atrás… Aprendí muchísimo 
                en esos años y se hicieron muchas cosas significativas a mi modo 
                de ver: cursos de superación, festivales, encuentros teóricos, 
                materiales audiovisuales y sobre todo tratando siempre de 
                incidir en los espectáculos teatrales y en los elementos que 
                puedan enriquecer el trabajo de guión y la puesta en escena, las 
                debilidades más grandes que tiene el humor cubano actual. Llegué 
                al punto donde termina la pared y te das cuenta de que ya no 
                puedes hacer más nada. Por una parte incomprensiones y 
                prejuicios de cierto sector oficial, y por la otra 
                irresponsabilidades y acomodamiento de algunos creadores, y 
                comienza el perro a comerse la cola… Decidí entonces reorganizar 
                mi vida y dedicarle todo el tiempo a emplearme más a fondo en mi 
                trabajo como actor y, mira, no me arrepiento.  
                —¿Qué representó para tu carrera el espacio Sabadazo?  
                —Sabadazo fue un momento especial en la vida de este país. Para 
                algunos una tablita de salvación en medio de la tormenta. Para 
                mí la posibilidad de amplificar mi trabajo y de colaborar —¿por 
                qué no?— en algo tan sano como es la felicidad de las personas 
                que te rodean, que son once millones. Guardo momentos muy 
                gratos, porque este no es un trabajo en que se viaje en una sola 
                dirección, porque siempre te retroalimentas.  
                —Independientemente del teatro, el humor, ¿cuál es la rutina que 
                atrapa a Doimeadiós en el día a día, o cuando no hay trabajo? 
                ¿Has sido un hombre con suerte a la hora de proposiciones de 
                trabajo?   
                —Tengo adicción al trabajo. Trabajo casi todo el tiempo y 
                siempre estoy involucrado en varios proyectos, pero saco tiempo 
                para estar con mi familia y mis amigos. Me gusta mucho leer, oír 
                música, ir a exposiciones, ver películas. No puedes quedarte 
                demasiado en tu propio ghetto. Me siento afortunado, porque 
                siempre tengo proposiciones de trabajo, y cuando no las tengo me 
                las invento.  
                —Cuéntanos qué pasó con el CD que hiciste con Pagola la Paga. 
                ¿Por qué se demoró tanto? ¿No temes que esos chistes se hayan 
                puesto viejos, de tanto esperar?  
                —En el 2005 grabé un disco con Pagola la Paga para el sello 
                EGREM, con la producción del músico genial que es David Álvarez. 
                La Máquina del Tiempo, que así se llama el fonograma, salió 
                ahora en el 2007 y parece destinado a ser víctima de su propio 
                nombre. Se le ha dado una escasísima promoción en los medios, no 
                se por qué… Algunas cosas pudieran envejecer, pero se hizo 
                jugando con el tiempo, muchas cosas se pusieron en pasado y eso 
                a lo mejor las puede preservar de la maquinaria terrible que es 
                el tiempo.  
                —En una entrevista para La Gaceta de Cuba , del periodista 
                Leandro Estupiñán, corroborabas que los actores humorísticos se 
                subvaloran; y cito también: "Dentro de cualquier manifestación 
                hay una zona que siempre va a la vanguardia, otra más rezagada y 
                otra es de muy baja calidad. En el humor pasa lo mismo. Pero 
                sucede que, a la hora de juzgarlo, se hace por la zona más 
                rezagada". ¿Crees que algún día se reivindique el humor cubano 
                contemporáneo?   
                —Si el humor se reivindica o no, es principalmente una 
                responsabilidad de los humoristas, dependerá en gran medida de 
                su madurez y su cultura. 
                —Martí dijo que el humor debe ser un látigo con cascabeles en la 
                punta. ¿Se cumple esta máxima del Apóstol en el humor cubano 
                contemporáneo?  
                —Soy martiano y creo que al humor actual le falta, entre otras 
                cosas: látigo y cascabel. 
               | 
              
                 
                Humores compartidos 
                Leopoldo Luis 
                 
                
                  
                El vocablo "humor" proviene de la medicina griega y su teoría de 
                los cuatro humores del cuerpo; según la cual flema, sangre, 
                bilis o bilis negra, eran responsables del estado anímico. Para 
                tales sabios, un individuo flemático carecía en absoluto de 
                sentido del humor, siendo este una condición privativa del 
                carácter sanguíneo. Un tanto cínica resulta la tesis de 
                Nietzsche, atribuyendo al sufrimiento del hombre el origen de la 
                risa. "Reír para no llorar", diría Klatzmann. Lo cierto es que 
                la capacidad de reír nos hace humanos, puesto que ninguna otra 
                especie puede hacerlo sobre la faz de la tierra.  
                 
                HUMOR DE PRIMERA MANO 
                 
                Ulises Toirac no es del tipo sosegado. Tampoco vehemente o 
                compulsivo. Y, mucho menos, sufrido. Luce normal, común y 
                corriente. Alto. Flaco. Con una mirada inteligente y una forma 
                de expresar que revela —más allá de las categorías griegas— el 
                sentido del humor que lo caracteriza. Son días lluviosos, de 
                fines de octubre, y en los estudios de la televisión cubana se 
                está muy bien. El set de ¿Jura decir la verdad? sorprende por su 
                sencillez. Lo imaginaba más aparatoso. Aquí estarán grabando 
                dentro de media hora, no puedo desperdiciar un minuto. La cámara 
                de Linnet nos regala un flashazo…  
                —Ulises, ¿qué justifica una propuesta como ¿Jura decir la 
                verdad?, que tanto recuerda a La tremenda corte? 
                — La tremenda corte es un icono, pero también un referente 
                olvidado del humor cubano. Era importante rescatar ese estilo, 
                que se había ido perdiendo a partir de los 80. Hablo de nuestro 
                humor tradicional, el típico cubano, en una etapa en que 
                florecía un humor mucho más intelectual; si bien ese nivel 
                comenzó a bajar con el período especial. Es que el humor refleja 
                los problemas sociales desde la inmediatez, y las necesidades 
                materiales hacen que la gente deje de atender las espirituales. 
                En Cuba, el humor de los 90 fue de muy poco vuelo. Eso me 
                condujo a hacer ¿Jura decir la verdad? Trespatines y Chivichana 
                son tipos de doble moral. Ni ladrones ni asesinos, sino 
                estafadores. Una especialidad en que la doble moral resulta 
                imprescindible. Y en el momento en que vivíamos la utilidad de 
                un personaje así era evidente.  
                —¿Y en qué se parecen los dos programas? 
                —Desde el punto de vista dramatúrgico La tremenda corte era 
                simple y sólida: la presentación del caso, un nudo en que se 
                desarrollan las partes antagónicas, y el desenlace con la 
                sentencia del juez: eso lo tomamos. Y los antagonismos: 
                juez–acusado y acusado–demandantes; y la forma del acusado, en 
                tributo a ese gran artista que fue Leopoldo Fernández... tomamos 
                todo eso. Por último, los demandantes son, en ambos casos, 
                emblemáticos de la sociedad. Usamos una época pasada como telón 
                de fondo, pero el espectador percibe que los problemas son 
                actuales y vibra con ellos. Entre los demandantes está el 
                intelectual, pero también el guapo, el tipo de la calle, la 
                mujer pizpireta… Y llevan en sí los dramas que enfrentan los 
                cubanos en este mismo instante.  
                —Te has referido antes a la presencia de elementos del bufo en 
                ¿Jura…  
                —Leopoldo Fernández fue un actor que se formó en el teatro bufo, 
                haciendo "el negrito". Con La tremenda corte, que empezó siendo 
                radial, Leopoldo perdió su identidad. No tenía que tiznarse. En 
                Pototo y Filomeno Leopoldo no se pintó. Tampoco cuando llevó La 
                tremenda corte a la televisión, en México. Sin embargo, todas 
                las características de Trespatines: el tartamudeo, la picardía, 
                la intención de enredar a la gente, la satería con las mujeres, 
                son del "negrito". Como objetivo–personaje, el juez es una 
                evolución del gallego. Y Nananina, que aquí se diluye un poco, 
                es la mulata; personaje que Mimí Cal hacía en el bufo. En ¿Jura 
                decir la verdad? se dan esos mismos elementos.  
                —Retomar la idea de un programa famoso del pasado…  
                —Hay dos teorías. Acudir a fórmulas conocidas asegura de 
                antemano el éxito, dice una. Segundas partes nunca fueron 
                buenas, dice otra. Yo digo que todo está hecho. La cuestión es 
                saber retomar esas claves que ya existen y renovar sus códigos. 
                Todo está en la honestidad con que se asume la creación, no 
                importa si se parece más o menos a algo. Yo no quise ponerle 
                trajes a ¿Jura… Quise que se pareciera al original, corriendo el 
                riesgo de que la gente me comparara con un clásico en la 
                historia del humor, no sólo cubano, sino latinoamericano. Quería 
                hacer un homenaje al humor cubano de primera mano, como digo yo, 
                el más pegado a la tierra.  
                —¿Por qué en televisión o teatro y no en la radio? 
                —En Cuba es mucho más potable hacer televisión que radio, al 
                menos desde el punto de vista económico. A la hora de hacer un 
                libreto semanal, con una dramaturgia tan cerrada, tienes que 
                valorar… Yo tenía una historia latente de programas de 
                televisión anteriores, como Sabadazo, ¿Y tú de qué te ríes? Y 
                entonces me pedían un nuevo proyecto. El teatro te permite hacer 
                la misma obra mil veces, y cada vez será única, diferente. Es 
                una maravilla. El encanto de las cosas que pasan en un segundo y 
                ya no ocurren nunca más…  
                —Sobre los escritores… 
                —Para ¿Jura … trabajan varios escritores, a diferencia de La 
                tremenda corte, que dependía del genio creador de Cástor Vispo. 
                Pero ensayamos tanto que las diferencias de estilo no resultan 
                perceptibles. El guión definitivo se parece más al colectivo que 
                a su autor. Ahora escribe Ahmed Otero, con mucho talento. El 
                otro escritor clave sigue siendo Baudilio Espinosa. Ambos son 
                excelentes dialoguistas, saben cómo habla cada personaje.  
                —Tú mismo escribías bastante… 
                —Yo soy un tipo con muchos intereses. Vivo al tanto de todo, y 
                si de pronto me falta algo en mi trabajo, me pongo a investigar. 
                Ahora mismo estoy viendo material televisivo, fotográfico. Me 
                fascina la música, encontrar el sonido idóneo en cada caso. 
                Intento armonizar, aún sin saber una nota… Leo mucho. Y dirigir 
                el equipo me roba tiempo. El que necesitaría para escribir mis 
                programas.  
                —¿Y la dirección de actores? 
                —Soy de los directores que sueltan al actor. Prefiero que busque 
                su propia cuerda, que vaya tanteando, que se sienta bien con su 
                texto. Sólo cuando veo que su tanteo no conduce a ninguna parte, 
                voy y le toco en el hombro. No todos los actores son cómicos; 
                hay actores que funcionan como pico y actores que funcionan como 
                pala. El éxito está en resolver eso.  
                —¿Existe una dicotomía entre quienes abordan el humor como medio 
                de vida y quienes lo asumen desde los presupuestos del arte? 
                — No soy excluyente. Hay quienes trabajan para ganarse la vida y 
                quienes trabajan para trascender. Lo que siempre ha estado mal 
                es el modo en que la sociedad retribuye eso. Mucha gente con 
                talento muere en el anonimato, en la incomprensión. La Historia 
                les premia tardíamente. Son artistas que sintetizan épocas, 
                estilos, formas vanguardistas de hacer… Y el humor no se despega 
                de ninguna de las otras artes. Hay humor para pensar; humor para 
                pensar y reír; y humor para nada más reírse a carcajadas. Todos 
                merecen un espacio.  
                —¿Se abre y cierra un ciclo con el programa, o habrá nuevas 
                propuestas? 
                —Yo apuesto por un equipo de trabajo, más que por un programa de 
                televisión. Y el nuestro es un grupo multidisciplinario muy 
                solvente. Puede terminar ¿Jura decir la verdad?, pero no va a 
                desaparecer el equipo. 
                 
                SABER ENCONTRAR EL CHISTE 
                 
                Vi nacer la carrera de Baudilio Espinosa hace más de veinte 
                años, cuando "las Peñas", "las Señas" y "las Leñas" hacían furia 
                en todo el país. De pronto le dio por encauzar la vis cómica que 
                de manera natural había traído al mundo, y muchos de sus amigos 
                palidecimos de espanto. Recién graduado de filología, ¿intentaba 
                eludir el servicio social reglamentario en la Casa de Cultura de 
                algún municipio cercano? Ahora, pasados los cuarenta, trato de 
                hacerlo recordar mientras se escurre entre las sábanas y alega 
                un excesivo cansancio.  
                —Comencé actuando y escribiendo a la vez —consigue decir—. 
                Carlos Fundora y yo hicimos una obra en un festival 
                universitario. Así me estrené en el humor. Después seguí 
                actuando cosas que yo mismo escribía, hasta que me invitaron a 
                actuar en proyectos de otros y a escribir para que otros 
                actuaran. Prefiero definirme como "humorista", que es mucho más 
                que actuar o escribir. Ser "humorista" representa una actitud 
                ante la vida. No es hacer, si no saber encontrar el chiste donde 
                otros no lo ven.  
                —Ulises me trajo al equipo como guionista —continúa—, cuando 
                recién salía Otto Ortiz. Menudo compromiso. Estuve haciendo un 
                guión semanal durante meses. Otros escribían, pero el peso mayor 
                recaía sobre mis hombros, es decir, sobre mi pluma. Yo no soy un 
                escritor prolífico, no sé si por miedo a que se me agote el pozo 
                de ideas. Por eso sentí alivio cuando aparecieron otros. Y me 
                permití asumir nuevos proyectos, trabajar en un libro de 
                cuentos…  
                —Cástor Vispo no era cubano —aclara Baudilio, en lo que se 
                incorpora—. Pero hizo un humor muy cubano. Era brillante y tuvo 
                mucha influencia sobre los guionistas radiales. Pero los 
                escritores de hoy crean la situación y descuidan los diálogos, 
                mientras en el resto del mundo ocurre lo contrario. En un 
                programa de humor te encuentras un nombre que da la idea, otro 
                que hace la historia y otro que escribe el guión. Luego cada 
                personaje tiene su propio dialoguista, como sucede en Friends. 
                Cada quien habla desde su psicología.  
                —No abundan los escritores de humor en Cuba —me dice con 
                seriedad—, pero los hay excelentes. El primero de ellos es 
                Eduardo del Llano, el humorista más talentoso de mi generación, 
                el gran retratista de nuestra sociedad. En la televisión tienes 
                a Otto Ortiz, Wichy García, Telo, Ahmed Otero…  
                —El vernáculo está muy apegado a los tipos —afirma Baudilio; y 
                yo pienso que al fin he conseguido motivarlo—. El costumbrismo 
                es más que eso: trata situaciones cotidianas, en las que hay 
                elementos del absurdo, del humor negro, de la sátira política. 
                Pero es sobre todo un humor de costumbres. ¿Jura decir la 
                verdad? es un programa que tiene personajes tipo, pero que no 
                sólo buscan la risa, sino parodiar determinadas situaciones. En 
                ese sentido es un programa de corte costumbrista. Lo fue La 
                tremenda corte. Lo fueron Detrás de la fachada, Casos y cosas de 
                casa y San Nicolás del Peladero. No siempre recordamos a sus 
                guionistas: José Manuel Carballido Rey, Marcos Behemaras, 
                Enrique Núñez Rodríguez…  
                —Suelen confundirse los términos "humor intelectual" y "humor de 
                referencias". No creo que un humor sea más intelectual que otro 
                porque esté plagado de citas —prosigue—. No me gusta hablar de 
                "humor inteligente". Creo que es inteligente el humor cuando 
                paseas al televidente por situaciones agudas, donde no sólo se 
                ríe, sino que siente halagado su ingenio. Un humor no es más 
                inteligente que otro, sino que hay una forma más inteligente de 
                hacer humor.  
                —El humor es expresión de la espiritualidad humana. Los animales 
                no se ríen. El sentido del humor suele estar asociado a la 
                inteligencia —avanza Baudilio en sus conjeturas—. El humor 
                cumple todas las funciones del arte como forma de la conciencia 
                social. No sólo la de divertir, sino la de hacer catarsis, la de 
                educar, la de identificar errores. La de pretender que uno viva 
                mejor. No es cierto que el nuestro sea un país de humoristas. Al 
                cubano le encanta la burla, el choteo. Pero no creo que tengamos 
                un especial sentido del humor. Lo que ocurre es que somos 
                capaces de reír con nuestra propia tragedia. Sino podemos 
                extirpar la burocracia, pues nos reímos de los burócratas. Es un 
                mecanismo de supervivencia muy laudable…  
                —El club de la neurona intranquila —concluye Baudilio— es un 
                proyecto de Gustavo Fernández–Larrea. Algo inédito, diferente, 
                distinto de todo lo que yo había experimentado como actor, como 
                escritor y como televidente. Es un programa donde el humor está 
                pensado como ser vivo, puesto al servicio del conocimiento y de 
                la comunicación humana…  
                 
                UNA NEURONA GIGANTESCA 
                 
                El apellido Fernández–Larrea me era familiar. Ramón —poeta 
                bayamés—, hacía un programa radial de mucha audiencia. Tenía un 
                original sentido del humor. Ahora converso con Gustavo, hermano 
                menor, director para televisión de ¿Jura decir la verdad? y 
                artífice de El selecto club de la neurona intranquila, programa 
                que atrajo la atención de los capitalinos durante la temporada 
                estival. Mariela se va por un café hasta la cocina. Aprovecho 
                para salir al balcón y acariciar con las pupilas los plátanos 
                hermosos, muy verdes, que colman el agromercado de enfrente.  
                "Yo trabajé como grafista en la televisión, vinculado al 
                deporte, y siempre me atrajo esa imagen de personas luchando por 
                conquistar un premio. Me encanta la competencia; sobre todo de 
                inteligencia, que nos distingue de los animales y de los propios 
                seres humanos… ¿Jura decir la verdad? recesó un período largo y 
                sentí la necesidad de hacer algo. Tenía una idea primaria de La 
                neurona intranquila ; y conocía, por el Centro de 
                Investigaciones Sociales de la Radio y la Televisión, que el 
                público estaba ávido de programas de competencia, humor e 
                inteligencia. Mi proyecto venía como anillo al dedo…  
                "Hay humor en El club… y también competencia. Depende de cómo lo 
                mires. Es un ajiaco. Lo que sí me propuse a conciencia fue hacer 
                un programa diferente, no caer en lugares comunes. Porque el 
                buen humor se sostiene sobre el absurdo, la lógica o la 
                subversión; pero siempre sobre la inteligencia.  
                "No hay nada nuevo bajo el sol, todo es variación de 
                variaciones. A veces tienes referentes olvidados que salen a la 
                superficie e imaginas que acabas de inventarlos. Son las formas 
                de expresar las que pueden ser novedosas, porque siempre hay 
                caminos que puedes comenzar a trillar. En eso creo. En El club 
                de la neurona intranquila es la forma de decir, de abordar los 
                temas. Hay mucho desenfado. Una intención expresa de alejar el 
                dogmatismo, el academicismo, manteniendo un nivel digno de 
                conocimiento: esa es la diferencia.  
                "No aceptamos que ninguna institución nos imponga un 
                participante. Nosotros hacemos la selección. Baudilio y yo 
                confeccionamos un cuestionario que no sólo mide los 
                conocimientos, sino también la chispa, el sentido del humor, la 
                capacidad de asociación. Lanzamos la convocatoria y la 
                divulgamos en centros educacionales, escuelas. Por eso los 
                participantes son estudiantes casi todos. Me sorprendió el 
                resultado: gente muy joven, con una vasta cultura…  
                "Hay algo curioso con los premios, durante años han estado mal 
                vistos... Hubo un programa de participación que obsequiaba 
                bicicletas, cosas valiosas. Era muy popular. Pues bien, 
                desaparecieron los regalos y descendieron los niveles de rating. 
                Nosotros regalamos libros, discos, afiches, cosas así; pero el 
                gancho está en el contenido mismo del programa. Conocer eso es 
                muy alentador.  
                "Pedí ayuda al escritor Ernesto Santana, gran amigo. Me preparó 
                más de mil preguntas sobre temas culturales y de conocimiento 
                general. Se utilizaron en la sección final. Yo mismo diseñé las 
                restantes. Otras fueron apareciendo por casualidad. Hay 
                secciones con juegos de palabras, donde se varían los nombres. 
                Pero el juego llega hasta un punto, y luego se da al televidente 
                la información con toda seriedad, incluyendo algún dato 
                simpático de anzuelo…  
                "El nuevo proyecto se reduce a veintisiete minutos. Habrá que 
                concentrar todo el volumen de información y eliminar secciones. 
                Por el momento se sacrifican la de «vestir al modelo» y la del 
                «puzzle». Pero no vamos a ponernos una camisa de fuerza; 
                incluiremos las más interesantes, según el caso. Las entrevistas 
                tendrán menor extensión. Se mantiene el sketch. Uno de los 
                conductores desaparece. Entrará una presentadora… Y habrá una 
                sección para que el público participe mediante carta o correo 
                electrónico. El selecto club de la neurona intranquila seguirá 
                siendo un plato diferente, y con los condimentos necesarios para 
                que quede sabroso. Las expectativas están creadas. 
                "El programa se va a transmitir por un canal de alcance 
                nacional, Cubavisión, y creo que va a funcionar. La inteligencia 
                no es privativa de Ciudad de La Habana ni de ninguna región 
                específica. Está en todas partes, como una neurona gigantesca, 
                extendida... y hay mucha gente con sentido del humor.  
                "No veo a El selecto club de la neurona intranquila como un hijo 
                de ¿Jura decir la verdad? Nunca había hecho un dramatizado. Con 
                Ulises y el resto del equipo me fui puliendo como director y 
                catador de ese tipo de humor, que a veces flirtea con lo 
                popular–inteligente. Pero el humor de El club… se centra en el 
                conocimiento, la inteligencia y la chispa. No es el mismo humor, 
                aunque es el que prefiero. Ambos programas están emparentados. 
                No sólo Baudilio y yo; otros miembros del elenco de ¿Jura… 
                participaron también. Ulises me apoyó. Hilario Peña y él 
                vinieron como invitados. Desde ese punto de vista, y desde el 
                punto de vista de las relaciones humanas, hay un vínculo 
                estrecho.  
                "Nunca he perseguido los premios. Son consecuencia del gusto de 
                quien integra un jurado. Pero ser elegido entre tantos programas 
                no deja de resultar satisfactorio. Y si a este Premio Caracol le 
                sumas la respuesta popular, puedes colegir que no fue una simple 
                valoración personal; que el jurado no estuvo desvinculado de la 
                apreciación de los televidentes. Eso me llena de contento, no 
                puedo decirte lo contrario. Y me compromete mucho más con el 
                trabajo." 
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